domingo, 20 de enero de 2013

Cañón de Colca y sus cóndores.. Cuáles cóndores??

Antes que nada, ofrezco disculpas a quienes han estado pendientes de las actualizaciones, por la tardanza en ponerme al día (lo cual aun no logro hacer plenamente...). En la ruta, el día a día hace un poco difícil mantener la disciplina de escribir y registrar a tiempo los acontecimientos, cosa que he tenido que hacer con varios días de retraso. Pero bueno, espero que ello no sea motivo para perderse las nuevas historias y anpecdotas que ha traido este viaje.

Así que retomemos mi narración con mi estadía en Chivay y la expectativa por la visita al Cañón del Colca...

Y llegó el día de visitar el Cañón del Colca, con sus cóndores y magnificencia… Me temía que, por la lluvia constante y el frío reinante durante toda la noche, la mañana podría no ser mejor; el amanecer me dio la razón, pues la lluvia no cesaba y a las 5:30 a.m. cuando ya me preparaba para salir se hizo aun más fuerte. Mi plan era llegar al mirador Cruz del Cóndor antes de las 8:00 a.m. con el fin de divisar los cóndores sobrevolar el cañón del Colca, el viaje en la moto se suponía en algo más de una hora y media, por lo que las 6:00 a.m. se convertía en una hora apropiada para salir.
Casualidades del destino hicieron que la lluvia cesara poco antes de dicha hora, yo de todas formas estaba listo y con mi equipo de lluvia no preveía mayor problema en el trayecto por el valle. Empecé a rodar con la moto liviana, pues todas las maletas habían quedado en mi albergue temporal en el comando de policía; qué gran diferencia en la maniobrabilidad de la moto, sentía como si en lugar de una 650cc estuviese al mando de una 250cc o incluso más pequeña! 

La carretera pavimentada me acompañó hasta un pequeño poblado llamado Yanque, con una pequeña y pintoresca iglesia, de allí en adelante la carretera se convierte en un camino de aceptables condiciones pero con una superficie de rodadura que deja mucho que desear en ciertos tramos, grava sin compactar se entremezcla con bancos de arena que hacen difícil la conducción, sobre todo en los últimos tramos de ruta antes de llegar al mirador Cruz del Cóndor.

Salida de Chivay con rumbo al Cañón del Colca - Valle del Colca

Panorámica en el Valle del Colca con terrazas que datan de la época Inca

Río Colca en la parte intermedia del valle - La moto sin maletas se comporta como de juguete!!

Linda vista del Valle del Colca adornada con terrazas en piedra construidas por los Incas y que aun son usadas por campesinos de la zona






A pesar de la incomodidad de transitar por esta carretera de pobres especificaciones, no dejé de deleitar mi vista con el estupendo paisaje que no dejaba de asombrarme, no solo por el contraste del verde con los grises de sus formaciones rocosas, sino –y sobre todo- por la presencia de innumerables terrazas y muros de contención en piedra (llamados andenes) hechos por los Incas  cientos de años atrás. La técnica, planificación y paciencia con las que esta cultura trabajó esas laderas, como ya no se ve hoy en día, me hace pensar que talvez las técnicas modernas no son las más efectivas ni duraderas que pueden implementarse. Muchas de estas laderas son aun usadas por campesinos de la zona sin problemas y como símbolo perenne de la durabilidad y eficiencia Inca.
El valle del Colca se convierte en cañón en este punto, pues la carretera conserva el mismo nivel pero el río desciende bruscamente desde Chivay a 3.500 msnm hasta 2.200 msnm en Cabaconde; esto lo hace dos veces más profundo que el Cañón del Colorado en Estados Unidos, pero las vistas son diferentes pues esta versión peruana carece del dramatismo que le imprimen las formaciones rocosas estratificadas y rojizas del segundo.
No obstante es una maravilla natural que yo no podía permitiré obviar en este viaje. Fue así como con una frío que helaba mis manos –aún con guantes- llegué al famoso mirador a las 7:40 a.m., pero con neblina que no permitía ver más allá de 3 metros… Los turistas empezaron a llegar a eso de las 8:00 a.m. en pequeños vehículos tipo van, otros llegaban caminando después de hacer un breve trekking desde villas cercanas. Todos mostraban la misma cara de desconsuelo al llegar pues se suponía que era la hora en que los cóndores salían a buscar la termas y empezaban a sobrevolar el cañón.

No obstante es una maravilla natural que yo no podía permitiré obviar en este viaje. Fue así como con una frío que helaba mis manos –aún con guantes- llegué al famoso mirador a las 7:40 a.m., pero con neblina que no permitía ver más allá de 3 metros… Los turistas empezaron a llegar a eso de las 8:00 a.m. en pequeños vehículos tipo van, otros llegaban caminando después de hacer un breve trekking desde villas cercanas. Todos mostraban la misma cara de desconsuelo al llegar pues se suponía que era la hora en que los cóndores salían a buscar la termas y empezaban a sobrevolar el cañón.

Cañón del Colca... Un poco despejado después de horas de espera!


De camping en la estación de policía de Chivay, mi refugio en el Valle del Colca

Pasaban los minutos, que luego se convirtieron en largas horas, los turistas que venían en tours previamente contratados debían marcharse al poco tiempo de haber llegado, pues debían cumplir un itinerario previamente establecido por el operador; yo me sentía más tranquilo por no tener que cumplir con tales horarios, pero no quería esperar infructuosamente. Poco después de las 10:00 a.m. la neblina se disipó, pero solo lo suficiente para dejar ver el cañón de manera parcial y momentánea; la vista en ese momento es asombrosa y vertiginosa a la vez.
El primer cóndor solo se dejó ver después de las 11:00 a.m. y de manera muy fugaz,  los pocos minutos otro cóndor sobrevoló la montaña sur también de manera momentánea, aunque yo creo que era el mismo de la primera vez y solo salió para no decepcionar a aquellos que le habíamos esperado por casi 4 horas en medio de un frío entumecedor…
No había terminado de ponerme la chaqueta y, como si hubiera estado programado, la lluvia que había estado ausente desde mi salida de Chivay hizo presencia de nuevo. Con paso lento pero seguro pues la carretera se mostraba más resbalosa con el paso de los kilómetros hice mi regreso a Chivay, buscando albergue en la carpa que me esperaba a mi regreso y que probó estar mucho más cálida y acogedora de lo que pensaba.
No puedo negar que me sentí un poco decepcionado después de haber transitado cientos de kilómetros, por carreteras y clima poco amistosos, con el fin casi exclusivo de divisar los cóndores sobrevolando el cañón, para terminar divisando solo uno, y a lo lejos… pero también entendía que el clima había sido favorables la mayoría de las veces y que otras ocasiones habían pagado por adelantado la pequeña frustración del Colca. Los operadores turísticos de la zona y los locales estaban sorprendidos con el clima reinante y decían que solo un par de días antes se divisaban hasta 12 cóndores bajo un sol resplandeciente…

Clima adverso pero que arroja hermosos paisajes!



Carretera de regreso a Juliaca y Puno... Hielo, nieve y frioooo!



Se acabó el combustible en el tanque, pero no hay problema! Los bidones de repuesto entran a jugar!

Tal sensación de “compensar” algún inconveniente con otro se hizo manifiesta el día siguiente, cuando la carretera de regreso a Juliaca, en el paso por el parque Aguada Blanca, estaba completamente blanco! Si bien debía transitar con máxima precaución y el frío era aterrador, el paisaje era simplemente espectacular! Lo que en el camino de ida había sido una montaña rocosa con algo de puna, ahora se mostraba como un tapete blanco digno de una postal; muchas veces me detuve a tomar fotografías o a divisar ese paisaje, creyendo que estaba en otro mundo y dejando volar mi imaginación. Vicuñas salvajes y llamas de claras pieles se camuflaban con este paisaje cuasi-embrujado y salaban de un lado a otro de la carretera, como dándome la bienvenida en un travieso juego.
Digo que unas cosas compensan otras porque, talvez, si el día anterior no hubiese estado tan lluvioso y nublado, la nieve que ahora reposaba sobre esas laderas y que me hacía soñar con más aventuras, no estaría allí y esta experiencia nunca se hubiera vivido.


Panorámica de Puno y del lago Titicaca

Catedral de Puno


Mi destino aquel día era Puno, una ciudad a orillas del lago Titicaca  y prácticamente el último destino turístico en Perú antes de cruzar la frontera hacia Bolivia. Llegué hacia las cuatro de la tarde en medio de un sol que nada tenía que ver con la temperatura que reinaba: 7 grados Celsius bajo un sol radiante y vientos que producían una sensación de frío mucho mayor no era exactamente la mejor de las bienvenidas.
Sin embargo, después de instalarme en la estación de bomberos (SI, una vez más mis salvadores se hacen presentes!) decidí desafiar los elementos y salí a caminar por el malecón que conduce y bordea parte del lago Titicaca; mi intención era también averiguar costos y horarios de los tours a las diferentes islas de la región. Me decidí por uno que solo me tomaría medio día y visitaría las islas flotantes del lado peruano ya que los otros, además de ser más costosos, ofrecían como atractivo principal ruinas prehispánicas, ya no muy llamativas para mí en esta etapa del viaje.
Al día siguiente estaba muy puntual a las 08:00 a.m. en el embarcadero, sin embargo las salidas no dependen del horario previamente establecido, sino del número de pasajeros que justifique el viaje… fue así como desde que me dijeron que en 5 minutos salía el barco y que era mejor que me apurara, transcurrieron como 45 más hasta que hubo un cupo según ellos “más o menos” justificable!
El lago Titicaca es un inmenso cuerpo de agua a más de 3.800 msnm, altitud que lo convierte en el lago navegable más alto del mundo! Sus aguas encierran leyendas de tradición Quechua y Aymara relacionadas con la creación del mundo.  El lago realmente son dos cuerpos separados por un estrecho en el lado Boliviano y es INMENSO!
La visita a las islas flotantes o Islas Uros se torna interesante cuando nativos explican a los visitantes la manera en que tales islotes son construidos de manera artificial; puede aprenderse de primera mano cómo viven sus habitantes y las técnicas de pesca utilizadas para su supervivencia. No menos sorprendente y llamativo que cada una de las islas, es el conjunto que forman todas estas, haciéndolas hogar de más de 2.000 habitantes. Ah! Una sabia decisión aquel día: haber llevado en mi mochila una buena cantidad de líquido y mucho protector solar… mucho!

Islas flotantes de Uros en el lago Titicaca - Puno (Perú)



Interior de una vivienda en las islas flotantes







Una vendedora "muy concentrada" leyendo el periódico...
Esperaba poder ver más del lago Titicaca, sin embargo me interesaba un poco más el lado boliviano, el cual tendría oportunidad de visitar el día siguiente tras el cruce de frontera hacia Copacabana.
Rodando a casi 4.000 msnm me dirigí al cruce de frontera entre Perú y Bolivia, buscando llegar antes de las 13:00, hora en que la aduana boliviana toma el descanso para su almuerzo. Llegué a las 12:15 y con lo que yo consideraba tiempo suficiente para cruzar, pero me encontré con la sorpresa que ya la aduana boliviana estaba cerrada... La razón era muy sencilla: en Bolivia se tiene una diferencia horaria de una hora con respecto a Perú; en Bolivia ya eran las 13:15 y estaban en su hora de almuerzo!
Pacientemente esperé fuera de las oficinas cuidando mi puesto, pues veía que otros vehículos se acercaban desde el lado boliviano con la intención de cruzar a Perú, sin embargo la mayoría de ellos eran buses que no debían realizar trámite de aduanas y al final solo quedamos un carro particular en el ledo boliviano y yo, en el lado peruano. Los ocupantes de este vehículo esperaban dentro del mismo y, cuando mi reloj ya ajustado a la hora boliviana- marcaba las 13:55, ellos descendieron de su vehículo y se acercaron a la oficina, al ver que aun estaba cerrada y de manera “un poco” brusca, llamaron a la puerta de la aduana (realmente casi tumban la puerta!). El oficial les dio que a las 14:00 reiniciaba la atención, pero ellos replicaron que en su reloj eran las 14:00! El oficial ni caso les hizo y cerró la puerta nuevamente y los usuarios no tuvieron otra opción que esperar 5 minutos más.
Efectivamente, a las 14:00 y muy puntualmente se abrieron las puertas y empezaron a atender en orden de llegada, esto es, a mi primero y a ellos después. Mientras revisaban mis papeles y daban el visto bueno para ingreso de la moto a Bolivia, preguntaron a la señorita impaciente si ya tenía toda la documentación, a lo que ella respondió que “claro!”… pero no era así; faltaba no se qué papel que ellos debían haber diligenciado previamente… La actitud desafiante de la pareja poco ayudó a solucionar el problema, el caso es que cuando yo salía de las oficinas ellos elevaban sus voces y exigían cruzar la frontera con la documentación tal cual. Unos kilómetros más adelante, ya en carreteras bolivianas el carro boliviano me sobrepasó velozmente: no habían podido cruzar la frontera y ahora, en medio de algo de frustración y aparentemente mucho enojo, regresaban cn el “rabo entre las patas”.


Territorio boliviano - Lago Titicaca
 
Copacabana es un pequeño pueblo a orillas del lago Titicaca, la contraparte boliviana de Puno en Perú. Solo que mucho más pequeño y con mayores atractivos que ofrecer en lo que a islas y al lago mismo se refiere.  Aprovechando que aun me quedaba mucho de luz día, decidí recorrer parte de la costa en la moto buscando un sitio para acampar; el único camping “oficial” estaba cerrado y no daba muestras de presencia humana alguna, por lo que seguí recorriendo la costa. Poco más al occidente encontré un sitio con carpas y me acerqué descubriendo un escenario entre gracioso y deprimente: en la mitad del descampado un individuo medio inconsciente sobre la grama y con algunas botellas (bastante más de las necesarias) a su alrededor. Creo que sus amigos, queriendo jugar  alguna broma y después de una noche de juerga habían decidido atribuirle la totalidad de lo ingerido la noche anterior… que al parecer había sido bastante! Fruto de la misma fiesta –probablemente de la noche anterior- eran los cúmulos desordenados y esparcidos por todo el sitio dando al lugar una apariencia triste y poco atractiva. Me llamó la atención un par de motos estacionadas en el sitio, por lo que me acerqué a investigar; salieron un par de chicas de una carpa, con un aspecto no mejor del amigo que había visto afuera, quienes me informaron que todo hacía parte de un encuentro de “motoqueros” como les llaman a algunos motociclistas en la parte sur del continente (Después, en Argentina, aprendí que el término motoqueros no es bien recibido por algunos motociclistas, pues se asocia con aquel que infringe la ley y anda como “loco” en su moto sin respeto por los demás… No se si la misma idea tendrán en Bolivia, pero al parecer, la descripción cuadra perfecto con el escenario de Copacabana).
La vía costera sobre el lago terminaba unos cientos de metros más allá, por lo que decidí regresar al pueblo e investigar precio de alojamientos; un par de sitios se acomodaban al presupuesto y opté por el albergue municipal, que ofrecía un  pequeño espacio para guardar la moto en su vestíbulo. Después de instalarme y cambiar un poco de dinero, me aventuré  dar el paseo de reconocimiento por la parte turística, que son poco más de dos cuadras en la parte costera, al mismo tiempo, me interesaba indagar acerca de los tours a las Islas de Sol y de la Luna, encontrando que el que mejor se adaptaba a mi itinerario era aquel que se concentraba solo en la Isla del Sol.



El mismo día celebraban alguna fiesta patronal de la policía, por lo cual hubo desfiles de grupos y danzas por todas las calles; coloridos trajes y canciones con ritmos que dejaban entrever algo indígena y algo de cumbia inundaban los rincones del pueblo. La celebración duraría hasta el final de la tarde.
Desde mi salida de Colombia había notado que el peso de la moto, en algunas ocasiones, se mostraba desbalanceado para las partes delantera y trasera, esto es, llevado todo el peso concentrado en la parte posterior, el timón tendía a vibrar algunas veces y mostraba un comportamiento “nervioso”. Por ello, era mi intención instalar un par de maletines pequeños en los costados del tanque de combustible, buscando compensar un poco este fenómeno.

Días antes, y aprovechando una feria en Puno (Perú), había comprado dos maletines de aquellos que usan los jugadores de fútbol para llevar sus zapatillas (guayos), así que en Copacabana solo debía buscar un par de accesorios, correas y un artesano y costurero que me los adaptara. Con la idea muy clara en mi cabeza me dirigí al sitio donde los zapateros sueles reunirse, algo así como la Calle de los Zapateros (una cosa buena de los pueblos, sobre todo en Perú y Bolivia, es que encuentras las coas, aunque muy básicas, en un radio de 1 km, ahorrándote tiempo y desplazamientos –sin contar dinero-).
Así que en el primer puesto disponible (realmente el único por ser sábado), manifesté mi necesidad… Costó más trabajo del que pensaba logar que la “artista” entendiera lo que había que hacer y cómo hacerlo, así que, con el fin de garantizar que el trabajo quedara de acuerdo a mi plan yo, como siempre, con un diseño elaborado para las cosas, jejeje), opté por quedarme muy cerca de la señora para inspeccionar el trabajo. Menos mal hice así, porque la primera cortada ya la había hecho en el sitio equivocado y así hubiera seguido todo.
Lo que si debo reconocer es la pericia para manejar unas máquinas de coser que parecen de la época de la colonia (sin exagerar!) y cómo se las apañan para ser recursivos en medio de la necesidad que les apremia.
Con el fin de registrar todo el proceso, saqué mi cámara para tomar una foto y cuán grande no sería mi sorpresa cuando de la nada sale una niña de unos diez años y se interpone entre la cámara y su objetivo: “Si quiere foto de mi mamá, UN DÓLAR!” fue su tajante observación y el tono en que lo decía no admitía discusión. Muy gentilmente, pero un poco ofendido por el tono un poco violento y altanero, le dije que el bolso era mío y le tomaría la foto al bolso y que después vería si le daba una propina por el trabajo bien hecho. De todas formas tomé la foto, di la propina y luego me cobraron más, dizque porque la costura había sido “reforzada”, Aunque pagué mucho menos de lo que hubiera pagado en otra parte del mundo, me sentí un poco “tumbado”.
Mientras la señora, cuyo nombre no acaté anotar para su registro posterior, hacía su trabajo, indagué un poco acerca de su vida; su esposo estaba en casa, no puede decirse que descansando pues no trabajaba y si no trabajaba, pues de que iba a descansar? El caso que el tipo era un vago que se a pasaba todo el día en cas mientras ella salía a trabajar todos los días incluyendo los domingos, para obtener el sustento. Dos de sus hijos le acompañaban en ese momento: la niña que, cual leona con sus crías, cuidaba los intereses de su madre y le ayudaba en el proceso, mientras que un niño un poco menor solo se dedicaba a jugar y casi destrozar todo lo que su madre y hermana hacían. Otro ejemplo de la tenacidad de algunas mujeres en esta época.
Una buena trucha en el mercado popular, eso si, la gaseosa cuesta 2 bolivianos más si está fría! Jajaja… y luego a la cama, mi primera noche en suelo boliviano.

La cama, a simple vista no mostraba signos de una limpieza “concienzuda”, por decir lo menos; yo creo que como ocurre en la mayoría de sitios económicos y básicos en Bolivia –aunque no en todos-, las sábanas no se lavan al desalojar el huésped, sino cada determinado número de días. Mi sleeping bag o bolsa de dormir ha sido uno de los elementos claves en este viaje y en esas ocasiones mi mejor compañera en la cama!
El día siguiente debía estar antes de las 08:30 a.m. en el muelle de salida para tomar el tour a la Isla del Sol. Después de una noche tranquila y cuando mi reloj marcaba las 07:15 abrí los ojos y decidí que dormiría unos 10 minutos más y aun contaría con suficiente tiempo para desayunar y llegar al muelle… Oh oh… Por alguna razón, el inconsciente, en medio del letargo mañanero, acató a entender o a recordar que la hora en Bolivia era diferente de la de mi reloj (aun no lo había ajustado, pese a mi experiencia en la aduana el día anterior). Salté de la cama al comprender que no eran las 07:15 sino las 08:15 y que contaba con el tiempo justo para llegar al muelle, Afortunadamente éste no distaba mucho de donde estaba y había dejado el morral con bebida, frutas y fiambre, listo desde la noche anterior. Eso si, baño del gato, o mejor dicho del avión: alitas y motor, y a correr!
El tour, o más bien el transporte que nos llevaría a Isla del Sol salió con algunos minutos de retraso, pero yo había logrado llegar incluso antes de las 08:30. Consciente de las malas pasadas que el sol puede jugar, sobre todo en climas fríos y a esas altitudes, busqué un sitio en la parte baja del barco, sacrificando un poco la vista que ofrece la cubierta superior, pero una media hora más tarde me di cuenta de lo acertado de mi decisión al ver que algunos turista descendían buscando albergue del inclemente sol y con sus rostros ya enrojecidos.

Panorámica desde el sector norte de la Isla del Sol


 
La primera parada en la Isla del Sol fue en el costado norte, donde descendimos y fuimos instruidos de la hora de regreso. No apenas tocamos el suelo, fuimos rodeados por grupos de guías turísticos que asumían el liderazgo de cada grupo que arribaba; yo, por mi parte y basado en la historia de Santiago Lema,  sabía que estos guías trabajan por su cuenta y no como parte del boleto pagado y la verdad no me interesa los tours guiados que limitan o controlan el tiempo y –a mi parecer- inventan la mayoría de las cosas que narran.
Decidí pues hacer el recorrido por mi cuenta y fui recompensado por hermosas vistas sobre el lago, desde altos arrecifes y acantilados, lejos de las hordas de turistas que venían un poco rezagados escuchando al guía. La magnificencia del lago Titicaca, representada en su tamaño y color de las aguas me sorprendió y supero la expectativa que, basado en las lecturas previas al viaje, tenía del mismo.
La Isla es venerada por los oriundos de la zona, tanto de las culturas Inca como Aymara; se dice que Viracocha, el dios creador, hizo nacer sus hijos Manco Kápac y Mama Ocllo de las aguas del lago Titicaca y que a su vez, estos fundaron Cuzco y la dinastía Inca. Los sitios ceremoniales de la isla tienen que ver precisamente con estas ideas y se destacan la piedra ceremonial, la roca sagrada y la fuente del Inca.
El paseo duró todo el día y, aunque las temperaturas eran agradables, el sol intenso cobraba las víctimas en todos los turistas que, en el viaje de regreso dormíamos plácidamente en la parte baja del barco.


Aguas azules que hacen pensar más en un inmenso mar que en lago a casi 4.000 msnm

Piedra Sagrada en la Isla del Sol






 
Después de un sueño reparador y con la intención de cruzar el estrecho de Tiquina, me levanté el lunes muy temprano. A la salida del pueblo pregunté en un puesto de policía el tiempo que me tomaría llegar a Tiquina; el oficial me dijo que en mi moto solo tardaría unos 20 minutos… No se a qué velocidad suele andar este oficial, pues son casi 60 kms los que me separaban y con un camino sinuoso de por medio me tomaron casi una hora! Bueno, a lo mejor los policías en Bolivia andaban a 180 Kms/hr.
Alguien me había contado que el costo por cruzar el estrecho con la moto era de 10 bolivianos, pero que no era extraño que a turistas despistados o desprevenidos, les cobraran un poco mas… Ese poco mas fueron 25 bolivianos! El encargado del ferry, una vez pregunté por la tarifa me disparó con la módica tarifa de 35 bolivianos. “Amigo, yo ya he hecho este cruce varias veces, es más, el sábado pasado lo hicimos varias motos y pagamos 10 bolivianos” le dije, tratando de aparentar una “cancha” que no tenía.
Cuando di media vuelta mostrando que no tenía ningún afán y podría espera el ferry que me diera tarifa justa, su voz pronunció las palabras mágicas: “Diez bolivianos, puis”. Inmediatamente moví la moto y ocupé mi espacio en el ferry, demasiado rápido y sin examinar la situación. Solo cuando ya había zarpado me di cuenta que la salida era por la misma entrada y que mi moto no tenia reversa (qué gran descubrimiento!), como la moto había quedado con las ruedas sobre unos tablones estrechos, no tenía dónde apoyar la pata ni mucho menos maniobrar para dar vuelta y salir… Afortunadamente la ayuda llegó por parte de un camionera y su ayudante, así como de un ciclista local, quienes me empujaron “en reversa” una vez llegamos a la otra orilla.
A propósito, el tema de no tener reversa ya me ha ocasionado unos cuantos problemas que, al rodar solo y por “paticontento” tratando de llegar a sitios poco accesibles, me han hecho sudar “la gota gorda”… Simplemente se me olvida que, muchas veces, por donde entro debo salir y la pendiente del terreno no siempre está de mi lado! Jajaja…


Y ahora... cómo reverso??


En una próxima entrega, entérense de los dolores de cabeza para conseguir combustible en un pais al que aún le queda un buen trecho por recorrer!