miércoles, 24 de abril de 2013

Rumbo al "Fin del Mundo"...

Así que a mi entrada a Argentina tendría aparentemente frente a mí, en la fila de inmigración, a un argentino que se creía listo y adelantaba a los vehículos que se encontraban haciendo ordenadamente esperando turno… qué agradable… Su explicación de que la fila realmente se hacía dentro del complejo me dejó un poco menos inquieto y descubrí que después de todo no se veía tan arrogante como pensé; hacia las oficinas, pues, me dirigí.
Empecé a hacer una fila que parecía interminable cuando el mismo Roberto –yo no sabía su nombre es ese momento- me dice que la fila para vehículos particulares era otra diferente y que si quería ahorrarme toda la espera me dirigiera a la ventanilla siguiente. Bueno! Información valiosa cuando la fila en la que estaba correspondía a personas que viajaban en buses y cuyo trámite era un poco más demorado.
Entre charla y charla, tanto en las oficinas Chilenas como Argentinas y después de unos 45 minutos, ya me había enterado que Roby -como le llaman sus amigos- era otro “culo inquieto” apasionado por los viajes y que veía en el mío la aventura que él nunca pudo realizar. Sus lentes, unos verdaderos “culos de botella”, hacían ver aún más grandes sus expresivos y verdes ojos; un “topito” de diamante en el lóbulo de su oreja izquierda, dejaba entrever algo de rebeldía; su pelo largo atrás y ya un poco inexistente en la frente le daban una imagen de roquero jubilado… Su objetivo, no obstante, era realizar (algún día) uno similar a bordo de un vehículo 4*4. Veterano de Woodstock y amante del rock clásico y de los viajes, teníamos mucha tela para cortar en esa conversación; antes de despedirnos, ya habíamos arreglado todo para que me quedase en su casa en San Martín de los Andes, así que –por lo menos por aquella noche- no tendría que preocuparme por buscar camping donde pernoctar.
De nuevo en Argentina...

Paso fronterizo Mamuil Malal - De Chile hacia Argentina
El paso fronterizo por el Mamuil Malal ofrece una vista espectacular del lago Tromen al norte y del volcán Lanín hacia el sur, así como de gran parte del parque que lleva su nombre; se pasa por un centenario (milenario??) bosque de araucarias que hace pensar en paisajes Jurásicos donde solo los dinosaurios faltan! Poco después, los ríos y arroyos que bañan la zona invitan a una zambullida o, en el peor de los casos, a deleitarse con el correr de sus aguas entre las coníferas.
Ríos cristalinos se dan paso entre manchas de bosques de coníferas en el parque Lanin

Centenario bosque de araucarias
Un par de horas más tarde y tras cruzar Junín de los Andes, entraba a San Martín de los Andes. Debo decir que encontrar a Roberto Javorowski y compartir con éste y sus amigos mi estadía en San Martín, hizo que viese aquel paradisiaco pueblo con aun mejores ojos; su amabilidad y disposición para compartir y ayudarme durante mi estadía sobrepasó toda expectativa, y solo me quedan ahora palabras y sentimientos de gratitud para con este “loco rockero”…
En su casa, ubicada en una ladera y gozando una privilegiada vista entre árboles y un estrecho valle, encontramos a Roberto Huste (amigo de vieja data del primero) y quien se encontraba de paso por San Martín en plan de negocios.

Vista del complejo de golf y polo "El Desafío" - San Martín de los Andes
Esa tarde, después de quedar instalado, nos dirigimos al club/complejo de polo y golf “El Desafío”, proyecto que desarrolla y promueve Roberto “Segundo” y que con unas instalaciones envidiables promete ser meca de estos deportes a nivel mundial. Era mi oportunidad para presenciar por vez primera un partido de polo y compartir con espectadores y protagonistas todo lo que esta cultura trae consigo; una tarde disfrutando del galope de los caballos y de la tensión que a veces genera este deporte alrededor de unos “mates”.




Tarde de polo en "El Desafío"
A nuestro regreso a casa pude saborear un poco de los que después se convertiría en la sala de conciertos de Roberto; una colección de rock clásico, jazz, blues, música clásica que llenaba el espacio constantemente a través de potentes altavoces y que su propietario exhibía con orgullo pero sin altivez, saltando de Led Zeppelin a Buena Vista Social Club, pasando por Bach, Vivaldi y otros muy diversos géneros y compositores.
Como ya lo mencioné y no me cansaré de insistir, mi estancia en San Martín de los Andes se convirtió en una de las más reconfortantes por la amabilidad de Roberto y su disposición a mostrarme todos los alrededores, paisajes y –de paso- los proyectos que él, como desarrollador de proyectos inmobiliarios, promueve en este momento.
En casa de Roby descubriendo su extensa colección de música
El entorno de esta ciudad, que más se podría clasificar como un hermoso pueblo, es deslumbrante! Desde el norte se accede por un amplio valle cuyos cerros a cada lado son aptos para el esquí invernal; el valle se estrecha hasta llegar al hermoso lago Lacar, de aguas turquesas de origen glacial, donde –en verano- puede verse gente practicando deportes de viento y agua, como el velerismo, kayak, etc.
Atardecer a orillas del lago Lacar
De igual manera, la arquitectura de hermosas casas donde madera y piedra comparten el espacio de las fachadas con amplios ventanales y techos tipo cabaña, de altas pendientes, hacen pensar en las “casitas de chocolate” de las historias que escuchamos de niños.
Planeaba quedarme de un día para otro, pero la amabilidad y hospitalidad de Roberto, sumadas a la hermosura del entorno, alargaron mi estadía a unos 4 o 5 días ya no recuerdo exactamente-, donde pude ver la ciudad y sus alrededores con detalle y descansar, bien fuese paseando por las pintorescas calles o disfrutando de buena música al abrigo de un buen techo en casa de Roberto.
En compañía de Roberto Huste (izq) y Roberto Javorowski (der)

Vista desde la habitación durante mi estadía en casa de los Javorowski

San Martín de los Andes se ve adornada por ríos y riachuelos que dan vida a este hermoso paraje


Lago Lacar - San Martín de los Andes



San Martín de los Andes desde la parte alta del lago


Plazoleta en San Martín visitada por viajeros que comparten mi travesía por Suramérica - La Volkswagen amarilla me acompaño en un tramo entre Mendoza y la frontera semanas atrás



Mi experiencia se vio aún más enriquecida con un par de charlas muy interesantes con la madre de Roberto, una inmigrante italiana cuya edad no es obstáculo para que su mente lúcida y de una agudeza deslumbrante y puntillosa, deleite a cualquier interlocutor. Su pasión por la historia y su irreverencia hacia las instituciones hacen de cada charla una experiencia única para quien tenga la suerte de compartir con ella un buen rato.
Roberto no se quedaba atrás; ampliaba mis horizontes y hacía volar mi imaginación con sus historias de vivencias en Woodstock –a donde tuvo el privilegio de asistir- y con una que otra frase ingeniosa de su repertorio.
Roberto y María - su señora madre
Pasaron los días hasta que llegó el momento de partir, con la promesa de una nueva visita de mi parte a mi regreso hacia el norte; en esa segunda ocasión podría conocer a Sandra, esposa de Roberto y quien se encontraba de vacaciones en Brasil en aquel momento. Todo estaba pues arreglado para mi viaje al sur con la promesa de un retorno en unas semanas.

Ruta de los Siete Lagos entre San Martín de los Andes y Bariloche








Cristalinas aguas -riachuelos, lagos y cascadas- dan ese toque especial a la ruta de los Siete Lagos
Transitaba por la muy famosa y mítica Ruta 40, con la que no pocos motociclistas sueñan y que se ha convertido en un mito para los viajeros en dos ruedas. El ripio –como le llaman al material granular de las vías no pavimentadas- hace de la experiencia algo muuuuy diferente que, en todo el trayecto solo me generó emociones encontradas: Por un lado, hacía algo que todo motociclista anhela, pero por el otro, la incomodidad y riesgo implícito que genera este tipo de superficie me hacían maldecir entre dientes los calambres y dolores después de cada jornada.

Ruta 40 - Villa La Angostura
Tras bordear el lago Lacar desde su parte norte y en dirección sur-este, las vistas se tornan cada vez más hermosas por la ruta conocida como “Los Siete Lagos”, aunque creo que son mas…  Lago Hermoso, Lago Villarino, Lago Trafull, Lago Correntoso… muchos más que se pierden en mi memoria pero cuya imagen ha quedado ya plasmada. Una carretera que comparte tramos destapados (ripio) y asfaltados discurre sinuosamente y se ve “adornada” por pequeños ascensos y descensos hasta Villa La Angostura –donde un grupo de entusiastas argentinos se declararon “fans oficiales” de mi travesía y celebraban haber encontrado a un, según ellos, loco aventurero en aquel rincón del mundo.
Lago Nahuel Huapi entre Villa La Angostura y Bariloche

Un nuevo grupo de "fans"? Jajaja
Poco después de divisa uno de los brazos del asombroso lago Nahuel Huapi (el más grande de Argentina), en este caso el brazo Huemul y que lleva hasta Bariloche.
Esta ciudad goza de fama mundial en lo que respecta a deportes de invierno; una meca del esquí y todo lo que se relaciones con éste, atrae turistas de todo el mundo año tras año. Debo decir que su entorno es muy lindo y en invierno debe mostrar su cara más atractiva, la ciudad, entretanto, muestra una arquitectura algo europea en la parte céntrica, pero en las zonas de expansión reciente se muestra desorganizada y falto de planificación y/o control urbanístico. No obstante, el paseo obligado por sus calles es agradable, mientras hacía una pausa activa para continuar mi recorrido.
Antes de mi entrada a Bariloche vi un letrero o cartel de señalización que decía “Patagonia”; este nombre, para quienes vivimos en la zona inter-tropical, cerca del ecuador, es sinónimo de “lo más lejos”, “La P.M.”, “el culo del mundo”… Una foto en este letrero para la posteridad: Hágale pues mijo que la moto tiene que salir al lado del aviso! Pa’ que le crean que estuvo allá! )Cmo si el resto de fotos no contaran!). Hacia el letrero me dirigí, salí de la ruta principal solo para darme cuenta, demasiado tarde y para mi infortunio, que por fuera de ella solo había grava suelta y arena. La gravedad me llevó hasta el final de lo que ahora vi claramente como una zanja y sin siquiera tocar el freno la moto quedó allí, como absorbida por la tierra… No alcancé a llegar en la moto hasta el letreo, es decir, a ponerla al lado para la foto, pero aun así la saqué para tener recuerdo de la situación. Y ahora? Ahora… pues hágale mijo, otra vez pa’ fuera y quien la manda a no reconocer la superficie antes de meterse…
Miles de peripecias, montado, sin montarme, empujando, sudando, descansando, riéndome unas veces y otras maldiciendo hasta que entre unas y otras la moto salió del arenal. Pero allí no terminaba todo, la diferencia de nivel entre la zanja y la vía principal era considerable y la pendiente, si quería acceder desde dicha zanja era alta… simplemente la moto se quedaba y con todo el peso, pues peor. Tenía dos opciones una, empelotar la moto, dejando todas las maletas y tratar de sacarla en esa zona o, dos, seguir paralelo a la vía hasta encontrar un desnivel menor. Me decidí por la segunda hasta una zona donde talvez pudiera salir de una, cuando la encontré no lo pensé dos veces, eso si, mirando para ambos lados porque iba a salir prácticamente disparado como un proyectil desde un lado de la vía y en dirección perpendicular a su eje… Un momento de duda era suficiente para quedare varado nuevamente antes de llegar al asfalto. Uno, dos y tres! Acelere hermano que pa’ eso tiene 650 cc… Allá fui a dar, a la mitad de la vía, aplicando el freno antes de seguir derecho al otro lado... Esa si hubiera sido una cag…
El "famoso cartel"


Zona central de Bariloche




La tarde cae sobre la Ruta 40 camino a El Bolsón
La Ruta 40, después de Bariloche bordea los lagos Gutierrez, Mascardi y Guillermo hasta internarse en un valle amplio donde la tarde empezaba a dar paso a la noche…
El fin de la jornada debía ser El Bolsón, donde Roberto tiene un campo aun “virgen” en donde podía pasar la noche en mi carpa, la llegada fue un poco difícil pues ya entraba la noche y las señales eran escasas, pero a eso de las 9:00 p.m. y después de una jornada algo pesada en kilómetros, pero reconfortante en escenarios, estaba entrando en el predio. Debía dejar la moto afuera mientras abría la portezuela o tranquera en alambre de púas que impedía el ingreso al predio… a los pocos segundos de haberme bajado de la moto y cuando me disponía a liberar la tranquera escuché el ruido seco que temía escuchar cada vez que me bajo de la moto, al volver la mirada la vi allí yaciendo sobre el lado izquierdo, como casi siempre cuando se cae, solo que esta vez, por muchos esfuerzos que hice no pude levantarla. Debí esperar unos 10 minutos a que alguien, un vehículo –aparentemente taxi- con un pasajero pudiese ayudarme a levantarla. Estos episodios me acompañarían en varias ocasiones, sin daño alguno para la moto, que simplemente quedaba “recostada” en las maletas laterales. Siempre la “saco barata”, pienso cada que me ocurre una de estas cosas… y así es! La moto hasta este momento no ha sufrido ninguna abolladura o daño que me desvele!
Parque central en El Bolsón


Lago Puelo
Al día siguiente, después de una noche en la que las estrellas se dejaban ver tímidamente a través de las copas de los árboles que, majestuosos, se elevaban sobre mi carpa, fui a dar un paseo por la zona artesanal de El Bolsón, famosa por su comunidad “hippie” que se reúne en el parque central a vender sus productos. Lindo lugar El Bolsón, su entorno, clima y ambiente “relajado” le hacen un destino diferente en la Patagonia argentina, donde ya se empezaba a sentir el cambio de temperatura, unos pocos grados más baja con cada aumento en la latitud sur…
Una visita a la villa Puelo, a orillas del lago del mismo nombre me permitió admirar otra hermosa zona de este paraiso en el que se estaba conviertiendo la Patagonia.

Avisos como este son comunes a lo largo y ancho del país y reflejan el sentimiento nacionalista frente al problema limítrofe de las Islas Malvinas
El paisaje se tornaba más árido, las montañas habían quedado atrás y ahora una amplia y aparentemente ilimitada pampa se abría ante mis ojos, cerca de Esquel y algo pasado el mediodía la moto simplemente se apagó en la vía. Iba a unos 80 km/h y había recorrido 270 kms desde la última estación de combustible, en teoría quedaban mínimo 50 kms antes de pasar a reserva… Extraño.. ajusté los capuchones de las bujías y volvió a encender, para apagarse de nuevo a los 20 metros… Bueno, hora de revisar las bujías y de utilizar por fin la copa que había comprado en Colombia! Tenía herramienta que no había estrenado y bujías nuevas en caso de emergencia, asi que, de qué preocuparse?
Varado! en medio de la ruta... Nada grave ni de qué preocuparse!
Pues si había de qué preocuparse! La herramienta era tan nueva que ni siquiera la había probado antes de salir y la bendita copa de las bujías no sirvió, no era la medida!! Qué estúpido! Cómo se me ocurrió ni siquiera haberla probado cuando la compré? Bueno, ya estaba hecho y allí me encontraba, a 120 kms del pueblo más cercano  sin herramienta… Uno, dos, cinco, siete vehículos entre autos y camiones se detuvieron ante mis señas pero ninguno tenía la copa adecuada, hasta que el octavo, una van de placas chilenas tenía la adecuada! Rápidamente cambié, no una sino las dos bujías y prendí la moto… cruce los dedos “papá”… Prendió!!! Por diez segundos antes de apagarse de nuevo! No!!! Juep… el chileno, no viendo en qué mas me podía ayudar, tomó su herramienta y partió. Allí estaba yo, de nuevo a la deriva. Ya estaba planeando armar la carpa y madrugar al otro día a buscar la forma de llevar la moto al pueblo mas cercano, haciendo planes, ideando estrategias… De todas formas, pensé, voy a completar el nivel de gasolina con los bidones de repuesto, por si acaso… Y santo remedio!

Talvez el viento en contra, o de costado, o no se qué diablos había pasado… o se había aumentado el consumo de combustible al punto de quedar casi vacío, o mala calidad del mismo había causado alguna obstrucción en el paso.. cualquiera que haya sido la razón quedó solucionada con la nueva gasolina y ahí si, hágale pa’lante!!!
Aguantaba la respiración con cualquier sonido que detectaba, muchas veces nada tenía que ver con la moto pero yo, paranoico ya, pensaba que se iba a apagar, Respiraba hondo cuando descubría que no era así  hasta que me di cuenta que todo había vuelto a la normalidad. Me prometí comprar una llave para bujía –de todas formas- en el pueblo más cercano.
Esa noche no pude llegar a mi destino presupuestado, Rio Mayo, A cambio, encontré una estación de servicio abandonada y, debo confesar, algo “macabra”… Un rápido reconocimiento arrojó que no había peligro inminente, más que el existente en mi cabeza; o obstante, las paredes llenas de graffittis y la parte trasera, con pieles y huesos de animales pasados a mejor vida me hacías pensar en la película “El Proyecto de a Bruja de Blair”, sacando de lo más profundo de mí una que otra nerviosa respiración… Armé la carpa dentro del edificio abandonado, la moto quedó escondida… A lo lejos se escuchaban los aullidos de algún perro o coyote o no se qué tipo de raro animal y la verdad no me atreví a salir a explorar!

Algo tenebroso en este refugio temporal? No....

La estación de servicio abandonada. Ni un alma en kilómetros a la redonda...


28 de enero de 2013, 3 meses y 20 días después de mi salida… Cada vez más cerca de ese “fin del mundo” representado por una ciudad en el extremo sur de la Tierra del Fuego Argentina, pero aun faltaban unos cientos de kilómetros y parajes exuberantes qué visitar… Ese día mi paso por la pequeña población de Rio Mayo me traería una grata sorpresa.
Al detenerme en la oficina de turismo escuché una voz que, con ese acento inconfundible del Valle del Cauca me preguntaba: “De donde venís, ve…” Germán hacía parte de un grupo de colombianos (Intercomer Colombia) que, viajando en dos vehículos 4*4, venían recorriendo Suramérica –a un ritmo mucho más intenso que el mío- con destino Ushuaia. Habían armado sus carpas en el camping municipal y hacia allí nos dirigimos a conocer al resto del grupo. Sus paradas habían incluido, entre otras, el rally Dakar y muchas de aquellas que ya engrosaban también mi bitácora.

Viajeros colombianos en Argentina!
Temprano como era, estaban a punto de preparar el desayuno y fui el invitado ese día; huevos revueltos con jamón y chocolate caliente! Un desayuno con el toque colombiano que no degustaba desde hacía algunos meses. Por el despliegue de víveres e implementos que salían de todas partes de los vehículos y de sus carpas, parecía que se habían traído, literalmente, toda la cocina de la casa! Y quien no, con semejante especio disponible! Jaja… Yo fui directo beneficiado del mercado que traían desde Colombia al recibir al momento de la despedida, con los mejores deseos por un buen viaje, una lata de Milo, la tradicional bebida que no se ven en estas latitudes!
Y después de Rio Mayo empezó el calvario.
Diciendo "Hasta pronto" a estos viajeros colombianos...
La ruta asfaltada que me había acompañado por dos días se convirtió en una donde la grava (ripio), en todas sus manifestaciones parecía ponerse en mi contra para impedir mi avance. Cuando no era su estado suelto, que impedía maniobrar de manera adecuada, haciendo que la moto simplemente se comportara a su antojo, era la calamina/costillar, es decir, una serie de resaltos repetidos durante kilómetros y kilómetros en donde todo, y repito, todo, vibra, vibra y vibra un poco más. Todo aquello que pueda desajustarse, se desajustará. Todo aquello que pueda moverse, se moverá. Todo aquello que pueda romperse se romperá… y todo músculo, tendón, fibra del cuerpo quedará tan apaleado que en algún momento llegué a dudar si recobraría sensibilidad en algunas de mis partes! Bueno, talvez exagero, pero faltó poco!
El cansancio juega malas pasadas, eso y la gravedad! En determinado sector donde había un obstáculo en el carril, debí detenerme y hacer un giro en “U”, nada del otro mundo y con la moto prácticamente parada… pues ahí estaba, el ripio/grava suelto a más no poder esperando, como al acecho esperando cualquier descuido de mi parte para caer sobre su presa. La moto simplemente se fue, no había control, ni tracción… al suelo, y yo, que ni alientos tenía de intentar levantarla solo esperé  que pasara un vehículo con algún tripulante lo suficientemente colaborador.
Ripio... maldito ripio...

ASFALTO!! Por fin!
En el tramo asfaltado que encontré antes de la población de Perito Moreno (no debe confundirse con al parque de glaciares), alcancé a divisar una familia al lado de la carretera tratando de liberar a un guanaco (animal parecido a la llama pero no doméstico), que se hallaba atrapado en un cerco de alambre de púas. Me detuve y entre el padre y yo pudimos liberarlo, pero el daño estaba hecho; su parte anterior, en la parte baja del vientre estaba tan lastimada por las largas horas que debió haber pasado luchando contra ese enemigo que le atrapaba, que faltó poco para que sus entrañas quedaran expuestas.
La familia decidió continuar hasta el pueblo más cercano en busca de ayuda, de un veterinario que pudiese prestar auxilio mientras que yo me quedaba con el animal herido. Esperaría una hora y media y si la ayuda no había llegado, con el mayor de los pesares, debería continuar mi camino. Esperé durante ese tiempo y 20 minutos más, casi dos horas y nadie llegó. NO se si la historia tuvo final feliz, lo dudo. Guano, como le llamé, luchaba por moverse sin resultado… nunca sabré si logró recuperarse y continuar con su vida o si la orilla del camino fue su último destino.

"Guano" el guanaco esperando.. al igual que yo



Ruta 40
Aun me separaban casi 600 kms del siguiente destino “interesante”, es decir, El Chaltén. Mi intención era llegar a Bajo Caracoles, que al final resultó ser un caserío con una estación de servicio donde le quieren “arrancar la cabeza” al turista con los precios. El “camping” no pasa de ser un espacio en al patio posterior de una casa a la orilla de la carretera donde realmente se paga por el uso de la ducha.
Sin nada memorable en esta parada, decidí levantarme temprano al día siguiente para avanzar lo que más se pudiese; mi velocidad promedio en esta vía destapada era de 30 kms/h, es decir, a ese ritmo, los 450 kms hasta El Chaltén se harían en… 15 horas… no lo lograría, así que el objetivo era llegar hasta donde la luz del día permitiese.

Es difícil expresar con palabras la sensación de aislamiento en esta ruta... Talvez las impagenes puedan describir parte de ello!


El ripio continuaba, cada vez peor, vía amplia pero sin ningún atractivo o, peor aún, sin asomo de asfalto. Salí de Bajo Caracoles a las 07:00 a.m. con el tanque y los bidones llenos, 340 kms de ripio y ocho horas después, en un tramo que permitió –esporádicamente- aumentar el ritmo, llegué a Tres Lagos, donde el asfalto reapareció, y la historia cambió. Los 110 kms hasta El Chaltén solo fueron cuestión de un par de horas… Qué delicia rodar sobre el asfalto de nuevo, pero sabía que el ripio me esperaba de nuevo, en algún momento y no por pocos kilómetros antes de alcanzar el “Fin del Mundo”.
Desolación y pampa...
La Ruta 40, a esta altura pavimentada (buen asfalto) tiene un desvío hacia el oeste; desde allí son 90 kms hasta El Chaltén, un lindo pueblo que ha ganado fama entre caminantes y escaladores, pues es el “campamento base” para visitar los hermosos cerros y picos de Fitz Roy y demás. El camping de “El Gaucho” resultó ser una opción muy apropiada pues el ambiente alrededor de las fogatas y el “quincho” o kiosko donde todas las noches se dan cita los viajeros, después de sus jornadas, es enriquecedor y estimulante: todos quieren aprender algo de los demás, de sus viajes y, a su vez, todos se sienten con la voluntad de compartir sus experiencias con los otros.
Rumbo a El Chaltén - Ruta 40, esta vez sobre asfalto

Les presento mi "habitación"! Así se ve antes de ir a la cama...

Nada mejor que una buena fogata para compartir experiencias de viaje


Camping en El Chaltén
Durante mi estancia en el camping, llamó mi atención una moto con placa japonesa; una Africa Twin 750 con tanque de 43 lts (extragrande), pertenecía a Gotou Masayuki, un japonés que lleva cuatro años recorriendo el mundo en esa excelente máquina. Masa, a quien se ve relajado y quien cuenta sus historias ya con algo de nostalgia, también se le ve un poco cansado; tras algunas conversaciones, “Masa” me dice que ya no encuentra tanta novedad en el diario viajar, que el viaje ya se ha convertido en rutina y eso, para mí, es la utopía ala que ningún viajero querría llegar pero que, talvez por nuestra naturaleza, no es difícil llegar.
Desde Japón, cuatro años alrededor del mundo!


Vista de El Chaltén



Rumbo a la Laguna Torre



Laguna Torre - El Chaltén




Con Gotou Masayuji "Masa-san"




Rumbo al Fitz Roy



Monte Fitz Roy - El Chaltén



No fue difícil encontrar un grupo, esta vez de franceses, al que unirme los días siguientes a las caminatas más populares entre los “no profesionales”. Las visitas a la laguna Torre, al pié del cerro del mismo nombre pero, sobre todo, a la laguna de “Los Tres”, desde donde se divisa el Fitz Roy y sus cerros aledaños, son un verdadero bálsamo para quien quiera escapar de la jungla de cemento. Bueno, yo por mi parte hacía ya mucho tiempo que había escapado, pero aún así, me sentía extasiado en medio de tanta belleza.

Laguna de "Los Tres"... Qué frio y qué ventarrón!!!


Las caminatas son fáciles, salvo el último tramo en el ascenso a Los Tres, sobre todo por las condiciones de viento que en algún momento pueden derribar a las personas que se aventuran y el frio que “quema” tus mejillas o cualquier parte descubierta. Cada una de las caminatas puede programarse para unas 4 horas a paso lento, suficientes para asimilar toda esta información que la naturaleza está suministrando.

Antes de despedirme en esta ocasión, quisiera recordarles que los sueños son para vivirlos, para hacerlos realidad... No importa cuán locos parezcan, las limitaciones están en nuestra mente. Temores y trabas, por supuesto, es intrínseco en el ser humano el temor a lo desconocido, pero es cuando das ese salto al vacío, cuando sientes que la vida es ahora y es para vivirla!!!