El Valle Sagrado de los Incas (http://es.wikipedia.org/wiki/Valle_Sagrado_de_los_Incas)
es una zona comprendida entre Cuzco y Ollantaytambo (y un poco más allá) y que
antiguamente era zona de asentamientos urbanos y agrícolas de esta cultura. Yo
quería desplazarme siguiendo la carretera que va por Pisac y Urubamba, para
después, de regreso a Cuzco, tomar otra vía alterna por Chincheros. Es
asombroso ver remanentes de la cultura Inca: terrazas, muros, canales y demás
en cada curva, como si los Incas nunca se hubieran ido y más bien estuvieran
esperando regresar de un momento a otro a retomar posesión de cada sitio.
Panorámica del Valle Sagrado de los Incas |
Espero sepan excusar que mi
descripción de cada sitio no es la más exacta desde el punto de vista
arqueológico, pero a aquellos que quieran saber un poco más de estas maravillas
les remito a las diversas fuentes disponibles en Internet.
Así transcurrió mi viaje entre
Cuzco y Ollantaytambo, sorteando curvas amplias y deleitándome con ese paisaje
de colcha de retazos entremezclado con ruinas prehispánicas y como fondo
cumbres nevadas.
En Urubamba me detuve a tomar
algo frio… Cuando digo frío, es frío! Porque para los oriundos de esta zona,
tener una gaseosa “al clima” o “al tiempo” como dice aquí, es tenerla
supuestamente fría. Tienen las neveras, enfriadoras y demás electrodomésticos
necesarios, pero cuando pides algo “helado” pues no tienen porque todo está
apagado. Otros cobran más por darte algo frío (imagino que las cuentas de
electricidad son astronómicas para optar por esta práctica). En fin, me detuve
en un mini-mercado de una estación de servicio y mientras degustaba uno de los
sándwiches (En Perú son os “sanguches”) vi otra moto que se aproximaba hasta
detenerse junto a mí. Era Chris, un Estadounidense que venía desde su país en
una Kawasaki KLR 650, ya de regreso y con rumbo norte.
Vista del Valle Sagrado a la altura de Písac |
Muy buen tipo Chris, pero
venía de capa caída pues su día no transcurría de la mejor manera: poco sueño,
una caída (sin consecuencias) y mucho cansancio. Intercambiamos información por
una media hora y compartimos experiencias de la ruta; me hubiera gustado que la
charal se hubiese prolongado un poco más pero se hacía tarde y llevábamos
rumbos diferentes. Nos despedimos intercambiando datos y prometiendo
contactarnos luego… Esta conversación con Chris me recordó lo vulnerables que
eventualmente podemos ser en una motocicleta a merced del camino y que nuestra
única arma es la precaución y la prudencia en la ruta; también reconfirmé que
en este tipo de viajes uno conoce personas que, independientemente de su
nacionalidad, llevan la misma bandera “nómada” que nos une hacia una meta
común; el caso particular de Chris (así como Julie y Maica en Cuzco) me
confirma que cada vez se rompe con el paradigma del “norteamericano estúpido”
que cree que su país es el único en la tierra, no, ahora ellos se abren más al
mundo y buscan, mediante el aprendizaje de nuevos idiomas y turismo vivencial,
derribando ese “estereotipo”… Me alegra encontrar este tipo de personas en mi
camino!
Chris y su KLR 650 |
Tomé un desvío para visitar
las “salinas” o “salares2 como conocía este tipo de lugares… Pregunté a un
local y me dijo que la ruta de los “lares” quedaba mucho más atrás y que tenía
que devolverme (¿?)… Le pregunté de nuevo y me respondió lo mismo… A ver… “Por aquí queda un lugar donde extraen sal?”
pregunté, “Ah! Las salineras! Si, es por aquí!”. El término salaes no significaba
nada para él, es increíble que unas letras puedan llegar a significar cientos
de kilómetros de diferencia! Jajaja…
El camino era en la ruta de
Chincheros y debía decidir si lo visitaba ese día o a mi regreso a Cuzco, pero
opté por hacerlo de una. Significaba un desvío de una hora y media o más, pero
tenía tiempo, así que hacia allá me dirigí.
Primero pavimentado por la
ruta principal y luego destapado con unos vientos cruzados que por un momento
me hicieron replantear mi idea, pero ya metido en esa vaca loca no me iba a
devolver! Después de media hora en destapado llegué a un control donde un
guarda uniformado me detuvo parándose en la mitad de la carretera y levantando
la mano, “Siete soles!” me dijo de una… Ni un saludito ni nada más, así, sin
anestesia! Yo le respondí en el tono más amable que podía: “Buenas tardes
señor, cómo está? Soy Fulano de tal y vengo de Colombia y blah, blah, blah… Ahora
si, qué era lo que me decía?” “Que son siete soles!” “Para qué?” (yo sabía para
qué, obviamente), “La entrada a las salineras!” Yo le dije, palabras más, palabras
menos, que primero se saluda y luego se dispara! Que por lo menos así uno no se
sentía tan “levantado”. La excusa era que con tanto viento él no tenía tiempo
de ponerse a hablar con la gente…
Las salineras quedan en las
afueras de Maras, un pequeño pueblo y las entradas supuestamente van a
subsidiar actividades de la gente de la zona… Vaya uno a saber! Pagué y entré.
Resulta que por alguna razón,
hay una acumulación de sal en el interior de la montaña y una pequeña corriente
o drenaje que sale de la misma es interceptado por los pobladores y dirigido a
la parte baja, en terrazas, el agua se deposita a manera de pequeños “charcos”
que al evaporarse el agua dejan la sal para ser recogida, simple!
El paisaje es lindo, sobre
todo las terrazas escalonadas y las pequeñas formaciones como “calcáreas” que
se pueden ver en el cauce interceptado.
Mientras parqueaba la moto
para iniciar el recorrido, que se hace a pié, se me acercaron varios turistas
Alemanes; uno de ellos súper entusiasmado diciendo que ese era el sueño de su
vida! Recorrer Suramérica en moto! Luego se unieron al grupo unos Soviéticos y
la charla se prologó un poco más con otros turistas que se tomaban foto en la
moto y me subían el ego diciéndome que yo era todo un “valiente”, jejeje… A veces
hace falta! Confirmé lo afortunado que soy al haber tomado esta decisión, pues
una cosa es el anhelo y otra la realización del mismo..
Salares o "salineras" de Maras - Camino a Ollantaytambo |
Un lindo lugar aunque no apto para calmar la sed... |
Ya de regreso a la carretera
principal en Urubamba, camino a Ollantaytambo, unos kilómetros más adelante
divisé a lo lejos lo que parecía ser un pequeño tráiler de bicicleta, me
acerqué y efectivamente era un tráiler con un letrero que decía “NIÑO A BORDO”…
No era solamente un ciclista recorriendo Suramérica, era una familia completa!
Pareja de esposos franceses en una bicicleta tándem y su hijo de tres años plácidamente (¿?)
descansando en el tráiler! (Stef, Rom and Matt-Esteb) http://www.tandazimut.com/
Todos unos "duros" de la biela! |
Estos SI eran más valientes que
yo! Al fin al cabo yo solo tenía que
acelerar, pero por lógica y experiencia propia sé que es más difícil pedalear
(aún así me gusta pensar que soy “valiente” jejeje…) Intercambiamos datos y
quedamos en encontrarnos más tarde en Ollantaytambo para charlar un rato.
Proseguí u a los pocos minutos estaba en la “plaza de armas” de Ollantaytambo.
El término “plaza de armas”
puede sonar un poco ambicioso para el parque central de un pueblo, pero aquí en
Perú, todos los pueblos tienen su “plaza de armas”…
Aquí viaja y duerme el pequeño Matt-Esteb |
De inmediato identifiqué la
KLR 650 de Richi y Lyly, una pareja de Santandereanos que salieron de Colombia
con una ruta muy parecida la mía, pero
con una ventaja de algo más de un mes sobre mi… Si yo pensaba que iba despacio,
ellos si que se estaban tomando su tiempo! Había sabido de ellos por un video
en YouTube y desde eso nos empezamos a comunicar vía e-mail y Facebook, así que
estaba seguro que en algún momento nos íbamos a encontrar.
Ellos estaban en el balcón de
un restaurante, apenas los ví les grité ¡Hola Richi y Lyly, soy Villamarín! “
Inmediatamente me reconocieron y bajaron. Fue muy emocionante ver a
compatriotas en tierras lejanas (SIEMPRE lo es!) y más aun cuando están en el
mismo plan! Compartimos un rato agradable mientras ellos almorzaban,
intercambiamos experiencias (y calcomanías para las motos), tomamos las
respectivas fotos y ellos continuaron su viaje de regreso a Cuzco; estoy seguro
que nos encontraremos muy pronto en la ruta y compartiremos muchos y más largos
ratos... Pueden seguir las aventuras de estos parceros en www.vivesuramericaenmoto.com
Richi y Lili, dos "bacanes" santandereanos en la misma ruta! |
Como en Ollantaytambo no hay
cuerpo de bomberos y la estación de policía estaba en remodelación, me fui a
buscar la cancha municipal de fútbol para tener dónde armar la carpa; luego de
los permisos del encargado y de unas maniobras complicadas para entrar la moto,
tuve todo a buen resguardo bajo un pequeño techo y ante la mirada entre
incrédula y curiosa de un grupo de niños que jugaban fútbol a lo lejos.
Rato después, cuando terminaron
su “recocha” o entrenamiento según ellos, tres de ellos se acercaron; eran Ernesto,
Walter y Nikol, quienes me bombardeaban con preguntas de todo tipo, las cuales
yo respondía con el mayor de los gustos con respuestas que avivaban aún más su
curiosidad.
Quedamos en que ellos serían
mis guías el día siguiente en las ruinas y prometieron llevarme por una “ruta
secreta”, pues de lo contrario debería pagar consabidos setenta soles para ver
las ruinas (otra vez la misma historia de los setenta soles de Sexy Woman?)…
Me “duché” utilizando una
llave de paso enterrada que al abrirla arrojaba agua hacia arriba, como una
fuente y cuya temperatura, al sentir el agua sobre mi piel, se asemejaba más a
miles de pequeñas agujas. Armé la carpa, aseguré todo –cuando digo todo es
todo, porque lo que hice realmente fue ponerle el candado de mi moto a la
puerta del estadio, esperando que a esa hora no hubiera más futbolistas
aficionados- y me fui a caminar por el pueblo.
A esa hora, os ciclistas
franceses debían estar durmiendo pues no los ví por ningún lado, pero
confirmando mi teoría de que el camino es largo y amplio, pero no infinito, me
encontré con dos chicas brasileras que había conocido en el Point Hostel de
Cuzco: Marina e Isabel. Ellas estaban en compañía de una pareja de hermanos
argentinos (Samira y Simón Jeii), degustando una botella de vino en las afueras
de un restaurante, reunión a la cual fui invitado y claro… ahí mismo me senté!
Una copita de vino, cortesía
de las brasileras y una charla muy agradable enmarcaron la siguiente hora;
ellos esperaban el tren nocturno que les llevaría a Aguas Calientes para su
visita al día siguiente a Machu Picchu. Les acompañé a la estación de tren y
quedamos en que nos veíamos en Sao Paulo y Mendoza respectivamente, promesa que
espero cumplirles!
Compartiendo con brasileras y argentinos una copita de vino! |
A la salida de la estación me
encontré con Stefi y Rom’ (Omar) y su pequeño Matt-Esteb quienes preguntaban
los precios de los tiquetes a Aguas Calientes… Insultantes los precios que Peru
Rail, operada por la misma mutinacional que opera el Orient Express cobra a los
turistas extranjeros; maldiciendo, ellos en Francés y yo uniéndome a la causa
en Español dejamos la estación casi gritando “Abajo las altos precios! Vive la
Revolution!”. Cansados, no de la cuasi revuelta sino del día que cada uno había
tenido, nos despedimos y cada uno se fue a buscar cama.
Yo tenía un poco de hambre y
decidí cocinar una pasta rápida antes de irme a la cama… Solo cuando estuvo
lista y la probé, descubrí que no había sido buena idea guardar el bidón de
gasolina ese día en el baúl de la comida; un sabor algo metálico impregnaba la
pasta pero a buen hambre no hay mal pan y pa’dentro mijo… Solo esperaba que de
producirse algún gas esa noche no tuviera efectos “explosivos” por el alto
octanaje del alimento! Dormí plácidamente!
Muy temprano desperté y
preparé una buena taza de “agua de panela” para calmar un poco el frío de la
mañana (yo, que casi no tomo cosas calientes, he dado el brazo a torcer…), acto
seguido, me puse a apretar tornillos de la moto y a revisar pequeños detalles.
Me di cuenta que la cadena necesitaba tensionarse un poco y saqué la
herramienta… Después de mover los tornillos de un lado y otro en la llanta, no
hubo forma de tensionar… algo estaba haciendo mal y no sabía qué era.
Después me daría cuenta de los
errores tan estúpidos que inocentemente se cometen!
Ernesto, el más “avispado” de
los tres chicos Ollantinos llegó a las 7:30 para el entrenamiento dominical,
pero ninguno de sus compañeros llegó, así que decidimos ir a las ruinas antes
de lo planeado. El no cesaba de preguntarme cosas del viaje y manifestaba su
deseo de viajar cuando creciera, yo le respondía que si estaba dispuesto a que
lo catalogaran de “un poco loco” ya tenía parte del camino asegurado.
Ernesto, mi guía en Ollantaytambo! |
La salida del estadio fue más
difícil de lo presupuestado, pues en subida debía torcer poco a poco el timón
-que era más ancho que la puerta-, así que unos pocos morados (que luego se
convirtieron en raspones) en al brazo izquierdo fueron el recuerdo de mi
estadía en el estadio de Olantaytambo. Parqueé la moto al frente de la
comisaría, donde me prometieron cuidarla y salimos para las ruinas.
La entrada por el “camino
secreto” implicaba una subida algo dura -que para Ernesto, a sus doce años, era
pan comido! No obstante le seguí el paso tratando de disimular lo entrecortado
de mi respiración. Cuando llegamos a lo alto me dijo: “Listo, estamos adentro”
e inmediatamente, como si nos hubiera estado esperando salió de la nada un
guarda reclamando el “ticket” de entrada. “El señor puso su tiquete en una
piedra y el viento lo ha llevado” contestó rápidamente Ernesto, pero el guarda
no se lo creyó (obviamente!). Yo le dije que cómo hacíamos… El hombre dijo que
le diera pa´ la gaseosa y asunto saldado…
Ruinas de Ollantaytambo |
Una vez dentro de las ruinas,
aunque también puede verse desde afuera, llaman la atención las terrazas o
andenes (como les llaman aquí) diseñadas
bien para evitar deslizamientos de tierra o roca (medida de estabilización) o
con fines agrícolas. La excelente planificación de cada sitio construido por
los Incas se ve reforzada con esta obra. También captó mi atención unas
cavidades en las paredes desde donde –aparentemente- podía uno comunicarse con
otra persona al otro lado del complejo por efecto del eco (aunque a verdad no
pude comprobar si alguien escuchaba al otro lado cuando yo hacía la prueba).
Ernesto, mi guía esa jornada
me narraba algunas historias que había aprendido de un tío suyo, guía en el
sector y amenizaba la historia con otras talvez inventadas por él, pero que le
imprimían un carácter especial a esta visita.
Pasadas las 10:00 a.m. me
dirigía a Santa Teresa, para lo cual tuve que negociar un ascenso con
incontables curvas “hairpins” que paulatinamente llevan al punto máximo de la
ruta: Abra Málaga, con una altitud de 4.330 msnm. El frío y la neblina hacían
que extremara las precauciones al máximo, en algún momento tuve que cambiar de
guantes y ponerme los protectores de las botas pues, a pesar de no haber
lluvia, el rocío generado por la misma neblina eran suficientes para mojar toda
la indumentaria.
Carretera entre Ollantaytambo y Santa Teresa (Ascenso a Abra Málaga) |
De Ollantaytambo a Santa
María, la carretera es pavimentada y, dato adicional, sin estaciones de
gasolina; al no haber puesto nada en Ollantaytambo me preocupaba un poco la
autonomía hasta Santa Teresa, mi destino final, Afortunadamente había “grifo”
en Santa Teresa y aunque un poco más costoso, pude llenar el tanque. En
adelante, la carretera es una trocha por donde los taxistas peruanos –o de la
zona más bien- hacen gala de cuanto no se debe hacer en una vía, excediendo las
velocidades razonables, invadiendo carril y tratando de hacer la vida imposible
a todo aquel que trata de compartir la vía con ellos!
Por fin, antes de las 5:00
p.m. estaba entrando a Santa María y puesto que mi intención era dejar el
equipaje a buen resguardo al día siguiente en mi viaje a Machu Picchu, busqué
un hospedaje que se adaptara a mis necesidades. Descargué todo y me dirigí a un
taller de motos que había visto a la entrada del pueblo a preguntar por qué
diablos no había sido capaz de tensionar la cadena; después de explicarle al Martín
Mendoza, el mecánico, el procedimiento que yo había seguido, me preguntó: “Y
aflojó la rueda antes?”… jejeje… Qué pequeño detalle! Sin aflojar la rueda ella
no se iba a mover ni un milímetro! Problema arreglado y cadena en su punto!
El súper mecánico! Jejeje |
Un buen baño en los termales
de Santa Teresa, a mitad de precio tras negociar con el encargado que me
cobraran como Peruano… Al fín y al cabo, somos casi como hermanos, no??
Cada vez es mas emocionante esta aventura, sigo impresionada con tan hermosos paisajes!!
ResponderEliminarEstoy muy pendiente, Te quiero muchoooo, y como siempre, cuidate!!
Yo también te quiero montones!!!
Eliminaramigo que buen viaje estaré atento a las actualizaciones espero todo siga saliendo bien ...
ResponderEliminarSaludos hmno, hombre me he entretenido enormemente con su blog, quiero hacer una vuelta similar pero por tiempo solo seria hasta titicaca, sino que me entro la curiosidad: la adaptacion del sillin le es de ayuda con la fatiga en el trasero?
ResponderEliminarGracias y estare leyendo su blog, Saludos
Bueno Jorge, antes que nada ya te respondí lo de los mapas, para que mires la otra respuesta...
EliminarSeguno, pero no menos importante, GRACIAS por leer el blog y mas aun por los comentarios positivos; me llena de satisfacción recibir ese tipo de respuesta de viajeros que se van a lanzar a recorrer el mundo o algún rincón, especialmente en dos ruedas.
Si necesitas info para tu viaje, yo regreso a Colombia en un par de semanas, tu dónde estas? Podríamos vernos y te cuento más detalles!
Por último, lo del sillín. Eso en un invento muy criollo pero que funciona de maravillas! Drena el agua, aisla el calor y lo mpas importante, masajea constantemente el trasero, activando la circulación. Después de un par de horas en la moto y si sientes que se te "entumece" el trasero, solo tienes que "bailar un poquito" sobre el asiento y sientes cómo se activa la circulación, Yo, por estúpido y buscando ver la moto con un look diferente (es decir, más por un capricho que por otra cosa) lo quité hace poco menos de un mes y me arrepiento de ello. El tema estético, jajaja...
Un abrazo!