Uyuni… Un pequeño pueblo en
medio de la árida zona de transición al salar que lleva su mismo nombre. Al
recorrer sus calles no puede evitarse un sentimiento de desolación y lejanía un
poco abrumador. Una calle principal define la zona comercial y en general, todo
el movimiento del pueblo. Dos estaciones de gasolina plagadas de vehículos 4*4
esperando llenar sus tanques y bidones de repuesto antes de partir a las
expediciones al salar y al desierto, atractivos principales de la zona.
No me tomó mucho tiempo
encontrar un pequeño pero amigable hotel: Hostal Sajama, en cuyo interior pude parquear
la moto, no sin antes remover las maletas laterales.
Mi primera tarea era averiguar
las condiciones del salar en cuanto a la lámina de agua en ese momento y
verificar si podía cruzarse. Las respuestas de los conductores de la zona no
fueron alentadoras: la lámina de agua en la zona inicial o periferia del salar
podría tener unos 5 cms, haciendo difícil el acceso y poniendo en riesgo el
estado de la moto al impregnarse de sal. El consejo de todas formas era llegar
allí y una vez verificadas las condiciones, decidir.
El Salar de Uyuni es una
planicie formada miles de años atrás tras la evaporación del agua marina
remanente, tras el levantamiento de las cordilleras; su visita es obligada en
la zona, convirtiéndose en escenario de hermosas fotografías y un lugar donde
la soledad e inmensidad puede llegar a ser una experiencia reveladora, por lo
menos para algunos que así lo han narrado. Yo no quería ser la excepción, así
que en la mañana siguiente y con la moto sin carga recorrí los casi 40 kms de
carretera destapada que conducían a la orilla del salar.
El escenario es de verdad
sobrecogedor, pues se siente uno infinitesimal frente a la grandeza del lugar.
El horizonte se pierde y solo se divisa una blanca e infinita alfombra, cuyo
resplandor resulta a veces enceguecedor.
La siguiente información, extraída
de Wikipedia puede llegar a ser útil para entender: “El salar de Uyuni es el mayor desierto de sal continuo
del mundo, con una superficie de 12 000 km². Está situado a unos 3650 msnm en el suroeste de Bolivia,
en la provincia de Daniel Campos en el departamento de Potosí dentro de la región
altiplánica
de la Cordillera de los Andes. El salar de Uyuni
se constituye también en una de las mayores reservas de litio en el mundo,
igualmente cuenta con importantes cantidades de potasio,
boro y magnesio.”
Salar de Uyuni - Visto desde la orilla |
Salar de Uyuni |
Hasta aquí se podía llegar con la moto... |
Efectivamente, tras un breve
recorrido a pie por la orilla del salar, pude comprobar que su acceso no sería
posible sin arriesgar que la moto quedase impregnada de sal por la constante
salpicadura… No tenía más opción que regresar y pensar en una ruta alternativa
hacia el sur, para así cruzar la frontera con Chile vía San Pedro de Atacama.
Tomé las fotos que suponía serían suficientes para testificar mi presencia en
este maravilloso sitio y me despedí de él sin saber que pronto lo visitaría
nuevamente.
Calamina - Terreno rizado que afloja hasta los dientes! |
A mi regreso al pueblo, decidí
indagar sobre las rutas para mi travesía al sur y me encontré con información
no muy alentadora: Por problemas entre la comunidad y el gobierno/administrador
del parque Eduardo Abaroa, los aldeanos habían tomado –por la fuerza- el
control de todos los puestos de acceso y habían bloqueado el acceso al parque.
Solo era posible para ciertos vehículos, pertenecientes a empresas simpatizantes
de la causa, cruzarlos. El paso en la frontera estaba cerrado para toda clase
de vehículos y no se vislumbraba solución al conflicto…
No era posible cruzar hacia
Chile por esa ruta y la única alternativa era continuar hacia el sur y cruzar
hacia Argentina. Ese plan no me disgustaba pero me quedaría sin ver el desierto
de Siloli, las lagunas del parque Abaroa y en general todos aquellos parajes,
de los cuales solo tenía referencias ajenas. Decidí aventurarme y preguntar –aunque
no soy amigo de los tours organizados por terceros- las posibilidades de
visitar aquellos sitios y en últimas decidí unirme a un grupo de ingleses y
alemanes que habían contratado dicha visita.
La salida sería a las 11:00
a.m. del día siguiente y nos tomaría 3 días regresar a Uyuni. Una vez hube
concertado con el dueño del hotel el parqueo de la moto, todo estaba listo para
esa nueva experiencia.
Nos esperaba un vehículo
Toyota Land Cruiser, muy bien equipado, gasolina extra en su parrilla superior,
víveres y en general todo lo necesario para los 3 días que pasaríamos alejados
de la civilización; lo único que cada uno llevaría consigo ería un pequeña mochila
con artículos de aseo personal y 6 litros de agua potable (la comida estaba
incluida en el tour y pernoctaríamos en hoteles “básicos”, por lo cual no
requeríamos carpas ni bolsas de dormir). Lucie y Eva de Alemania, así como Suzi,
Shelly y Liam de Inglaterra serían mis compañeros de viaje.
El grupo! De izq. a der. Eva, Shelly, Lucie, José (conductor y guía), Yo, Suzi y Liam |
La primera parada fue en el
cementerio de trenes en las afueras del pueblo, lugar que ya el dia anterior
había visitado. Todos los restos de vagones y locomotoras que en el siglo
pasado fueron usados para transportar productos a lo largo de todo Bolivia y
hacia Chile y Argentina, han sido traídos a este lugar, que permanece como un
testigo mudo y silencioso de la historia de la región. No pude evitar cierta
nostalgia al contemplar aquellas moles de acero corroído y ofreciendo un
dramático espectáculo al visitante, mientras mi imaginación volaba y los
situaba en su mejor época, haciendo su trabajo y siendo parte de la historia
que construyó aquel país.
Cementerio de trenes, parte del cual lo han convertido -con partes de los trenes- en zona de juegos para "niños grandes". Ah! No se confundan... es un tubo de acero... |
Desde el inicio sabía que iba
a ser un viaje largo pero lleno de lindos paisajes, además los kilómetros
recorridos en la moto hacían que los casi 900 que traería este nuevo tramo
parecieran insignificantes.
El recorrido hasta el salar,
segunda parada del día, nos tomó menos de lo que esperaba. Obviamente, recorrer
el tramo rizado y sin pavimento en un vehículo de cuatro ruedas y altamente
confortable era muy diferente a la experiencia del día anterior en la
motocicleta. Empecé a pensar que tomar este tour había sido una decisión
acertada pues, no solo disfrutaría de hermosos paisajes, sino que descansaría
físicamente de la posición y en general de todo lo que implica viajar en la
moto. No me malinterpreten! No estaba cansado de viajar en la moto, pero los
descansos y en general los cambios de rutina son recomendables, tanto mental,
como físicamente.
No mas al entrar al salar,
pude confirmar que entrar con la motocicleta hubiera sido un error fatal. La
lámina de agua era suficiente para que, incluso vehículos con gran altura al
piso, quedaban bien impregnados con una capa de sal que, con cada kilómetro se
hacía más gruesa en el chasis, lámina y todo lo que tocaba.
Segunda visita al Salar de Uyuni; esta vez adentrándome en él... |
Qué botella más grande! |
Diversión y... bueno, más diversión! |
Isla del Pescado |
Al llegar a la Isla del
Pescado, en medio del salar, encontré a dos turistas alemanes a bordo de BMW y
Yamaha. Por un lado, manifestaban estar contentos de estar en un lugar tan
maravilloso, pero no podían ocultar su preocupación por el estado en que las
motos se encontraban, pues la capa de sal había llegado a lugares casi
insospechados; transcurrirían muchos días antes de poder encontrar un sitio
donde lavar y retirar de manera adecuada esta costra.
Costras de sal en las motocicletas que se aventuraron a entrar... Caras de preocupación de los dueños que no se ven... |
Nos divertíamos como niños. Jugábamos
con las cámaras, hacíamos trucos de fotografía –pues no hay perspectiva en este
desierto de sal-, saltábamos y nos sentíamos completamente libres
Na vez en medio del salar y al
no tener un horizonte definido, pues se pierde en el infinito, la sensación es
de total aislamiento; las caravanas de carros se encuentran eventualmente y
prestan auxilio en caso de ser necesario, pero es inevitable sentirse como en
medio de la nada. Fue así como poco a poco el odómetro marcaba más y más
kilómetros y atravesamos el salar, desde su extremo oriental y en dirección
occidente primero, y luego al sur.
Un hotel en San Juan, básico pero
acogedor, cuyas paredes fueron construidas con bloques de sal, nos dio la
bienvenida; galletitas y te fueron el aperitivo de una cena que nos ayudó a
recomponernos del frío que ya envolvía la noche.
Cuando pregunté dónde quedaban
las duchas, me contestaron que pagando una “módica” suma podría tener acceso a
ellas; ese dato no lo tenía presente! No solo yo, sino todos en el grupo
decidimos “aguantar” un par de días así, pues la historia se repetiría al día
siguiente. A propósito, los paños húmedos resultan enormemente útiles en este
tipo de situaciones!
Hotel hecho de bloques de sal - Salar de Uyuni |
Alrededor de las cuatro de la
madrugada desperté y decidí salir a dar un paseo para contemplar el cielo y sus
estrellas en medio de la solitaria y oscura noche, el espectáculo valió la pena
pero el intenso frío me impidió permanecer más del tiempo necesario para
intentar plasmar el momento en un par de fotografías que, talvez por limitaciones
de la cámara o torpeza del fotógrafo, no muestran nada!
El día siguiente
atravesaríamos la Reserva Eduardo Avaroa o Abaroa, donde el paisaje es impresionante
Inmensas pampas rodeadas de serranías coloridas enmarcadas en la inmensidad del
cielo, con paisajes surreales enriquecidos con formas como la del Árbol de
Piedra y las rocas del Valle de Dalí, colores como el de Laguna Colorada o
Laguna Verde; y especies como los tres tipos de flamenco, las vicuñas, el suri
o el zorro andino (aunque solo vi los flamencos).
El desierto de Siloli, donde
se encuentra el Árbol de Piedra era, desde mi ingreso a Bolivia, era un sitio
casi obligado; pude visitarlo, pero la foto con la moto al lado del árbol quedó
para una próxima visita.
La zona ofrece una variedad
casi interminable de sitios para extasiarse visualmente, como las lagunas
hedionda, verde, colorada, fondos magníficos de volcanes cubiertos de nieve,
desiertos y formaciones rocosas moldeadas por los fuertes vientos, géiseres, etc.
Cuando trata de ponerse en palabras tanta belleza podemos llegar a ser injustos
o exagerados, por lo cual dejo algunas fotografías que puede dar un idea de lo
anterior (Aunque siempre he manifestado que las fotografías nunca harán
justicia a la realidad y al ser una imagen bidimensional, carente de los olores,
sonidos y demás sensaciones y situaciones que envuelven el momento, nos
quedamos cortos…)
Volcán Ollagüe - Frontera con Chile |
Desierto - Paisaje de Dalí |
Árbol de Piedra - Desierto de Siloli |
Laguna Hedionda |
Laguna Hedionda - Flamengos rosados |
Laguna Colorada |
Géiseres en la zona de Laguna Colorada |
Fueron tres días en los que,
por fortuna y gracias a un vehículo bien acondicionado, los casi 900 kilómetros
del circuito, por carreteras casi inexistentes y muy agrestes, realmente fueron
un “paseo”. Debo admitir, para mi grata sorpresa y pese a mi escepticismo
inicial, que fue una buena inversión.
Mirando atrás y recordando mi
frustración inicial al no poder cruzar el salar con la moto, que aun en
condiciones “un poco mejores”, hubiese expuesto la moto –y a mí mismo- a
situaciones difíciles de las cuales a veces no hay marcha atrás y una vez en
ese punto, ya es demasiado tarde. El trayecto recorrido, si bien emocionante y
gratificante al final, no es para hacerlo en solitario en moto; puede hacerse,
si –como ya varios lo han hecho- pero los tropiezos y dificultades que se
enfrentan podrían restarle goce al mismo.
De vuelta a Uyuni, encontré
todo en perfecto orden y la misma habitación me fue asignada. Una buena ducha
después de tres días sin recibir tal me recompuso y fui a despedir a mis
compañeros de viaje quienes, muy a su pesar, deberían abordar un bus esa misma
noche, camino a Tupiza; recorrido que a mi me esperaba al día siguiente.
Para mi fortuna, la mañana siguiente,
cuando fui a la estación de servicio a tanquear la moto, la encargada no solo
me hizo pasar al frente, obviando la larga fila de 4*4, sino que me cobró el
combustible al precio nacional! Era un buen augurio para la jornada que me
esperaba. Sin embargo, por muy buen augurio
que fuera, los 220 kilómetros en carretera destapada (ripio) y con un rizado
aterrador (calamina), no iban a aparecer de repente pavimentados; esa era una realidad
con la que debería lidiar entonces.
Ya había experimentado, a
bordo de la moto, algo de la famosa “calamina” en el breve camino al salar;
sobra decir que mientras estuve montado en la Toyota, tal calamina ni se sentía!
Así que estaba un poco preparado para lo que me esperaba. Y digo que “un poco”
pues no me imaginaba que la jornada sería tan dura. La velocidad a la que se
puede circular no supera los 20 km/h para no tener riesgo de caída en el ripio,
pero la vibración frecuente a la que se está expuesto, hacen poco confortable
el trayecto. Recorrerlo me tomó aproximadamente seis horas y media, con pausas
muy breves para estirar músculos y comer un fiambre; eso si, las vistas al
final del camino, donde se interna en un valle en forma de U, con peñascos
rocosos de color rojizo a cada lado y un río, con riberas de exuberante
vegetación, son espléndidas.
Después de una de las paradas,
la moto no prendió. Simplemente no prendía… minutos antes trabajaba
perfectamente y ahora ya no daba arranque. El sentido común me hizo pensar que
el rizado habría aflojado alguna pieza y decidí apretar el capuchón de las
bujías. Resultó! Por fortuna solo fue un pequeño susto en medio de una
carretera por donde solo el polvo y el viento se atrevían a pasar.
Es en esta zona, justo antes
de llegar a Tupiza, donde Butch Cassidy y the Sundance Kid cometieron el asalto
al convoy de los Aramayo, para después ser abatidos en las montañas. No vi
rastros de su peripecia, pero se dice que allí estuvieron. Hay compañías de
turismo que ofrecen tours al sitio donde fueron muertos, pero no era mi
intención desviarme de la ruta planeada.
Al llegar a Tupiza y mientras
descargaba las maletas, me di cuenta que mi direccional (luz de giro) trasera
ya no estaba! La vibración excesiva a la que fue expuesta la moto simplemente
aflojó tornillos y cobró su víctima en la direccional. La reemplace sin
problema y aproveché para apretar tornillos que muy seguramente habían ya
empezado a aflojarse. Debo decir que esta práctica de apretar tornillos por lo
menos una vez por semana y después de caminos rizados, ha resultado buena -mas
no infalible- para no perder piezas importantes de la moto o incluso evitar que
los soportes de las maletas sean sometidos a esfuerzos innecesarios.
Hasta ese momento, se había
convertido en el trayecto más difícil e incómodo de todo el recorrido desde mi
salida de Colombia, pero aun faltaba la Ruta 40 en Argentina…
Al día siguiente y después de
una noche reparadora, continué mi viaje dirigiéndome a Villazón, último poblado
boliviano. Una fila algo dispendiosa en las oficinas de migración y controles
de aduana y fitosanitarios en la frontera demoraron un poco el paso hacia la
población de La Quiaca.
El 23 de diciembre a las 16:00
hora boliviana (17:00 hora argentina) empecé a recorrer el primer tramo de la
Ruta 40… rodaba ya en territorio argentino…
La forma en la q cuentas tus experiencias hace q uno pueda sentirse parte de tu paseo, me alegra todas las experiencias q has tenido todo lo q has conocido, aprendido, aunque por acá te extrañamos mucho me alegra como dices tu que te halla picado el "bicho" de los viajes! Por ak te estamos esperando para que nos enseñes y nos cuentes más experiencias, por ahora sigue disfrutando!
ResponderEliminarHola Tata! Que rico encontrar ese comentario tuyo!
EliminarUno de mis objetivos es inspirar a la gente a que le dé alas a sus sueños... siempre se lo digo a todos; que deje volar todo aquello que tiene dormido dentro de si!
Cuando regrese vamos a organizar una buena velada para contar historias, ver fotos, videos, etc... porque lo que han visto aun no es nada comparado con lo que viene!
Un beso y cuidate mucho!
Haya jaja :)
ResponderEliminarMuy interesante y placentero una aventura de esa magnitud, admurable y buen ejemplo, tanto que empiezo a planificar un viaje de 2 meses en moto por Suramerica.Recibo experiencias.
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