Antes que nada, ofrezco disculpas a quienes han estado pendientes de las actualizaciones, por la tardanza en ponerme al día (lo cual aun no logro hacer plenamente...). En la ruta, el día a día hace un poco difícil mantener la disciplina de escribir y registrar a tiempo los acontecimientos, cosa que he tenido que hacer con varios días de retraso. Pero bueno, espero que ello no sea motivo para perderse las nuevas historias y anpecdotas que ha traido este viaje.
Así que retomemos mi narración con mi estadía en Chivay y la expectativa por la visita al Cañón del Colca...
Y llegó el día de visitar el
Cañón del Colca, con sus cóndores y magnificencia… Me temía que, por la lluvia
constante y el frío reinante durante toda la noche, la mañana podría no ser
mejor; el amanecer me dio la razón, pues la lluvia no cesaba y a las 5:30 a.m.
cuando ya me preparaba para salir se hizo aun más fuerte. Mi plan era llegar al
mirador Cruz del Cóndor antes de las 8:00 a.m. con el fin de divisar los
cóndores sobrevolar el cañón del Colca, el viaje en la moto se suponía en algo
más de una hora y media, por lo que las 6:00 a.m. se convertía en una hora
apropiada para salir.
Casualidades del destino
hicieron que la lluvia cesara poco antes de dicha hora, yo de todas formas
estaba listo y con mi equipo de lluvia no preveía mayor problema en el trayecto
por el valle. Empecé a rodar con la moto liviana, pues todas las maletas habían
quedado en mi albergue temporal en el comando de policía; qué gran diferencia
en la maniobrabilidad de la moto, sentía como si en lugar de una 650cc
estuviese al mando de una 250cc o incluso más pequeña!
La carretera pavimentada me
acompañó hasta un pequeño poblado llamado Yanque, con una pequeña y pintoresca
iglesia, de allí en adelante la carretera se convierte en un camino de
aceptables condiciones pero con una superficie de rodadura que deja mucho que
desear en ciertos tramos, grava sin compactar se entremezcla con bancos de
arena que hacen difícil la conducción, sobre todo en los últimos tramos de ruta
antes de llegar al mirador Cruz del Cóndor.
Salida de Chivay con rumbo al Cañón del Colca - Valle del Colca |
Panorámica en el Valle del Colca con terrazas que datan de la época Inca |
Río Colca en la parte intermedia del valle - La moto sin maletas se comporta como de juguete!! |
Linda vista del Valle del Colca adornada con terrazas en piedra construidas por los Incas y que aun son usadas por campesinos de la zona |
A pesar de la incomodidad de
transitar por esta carretera de pobres especificaciones, no dejé de deleitar mi
vista con el estupendo paisaje que no dejaba de asombrarme, no solo por el
contraste del verde con los grises de sus formaciones rocosas, sino –y sobre
todo- por la presencia de innumerables terrazas y muros de contención en piedra
(llamados andenes) hechos por los Incas
cientos de años atrás. La técnica, planificación y paciencia con las que
esta cultura trabajó esas laderas, como ya no se ve hoy en día, me hace pensar
que talvez las técnicas modernas no son las más efectivas ni duraderas que
pueden implementarse. Muchas de estas laderas son aun usadas por campesinos de
la zona sin problemas y como símbolo perenne de la durabilidad y eficiencia
Inca.
El valle del Colca se
convierte en cañón en este punto, pues la carretera conserva el mismo nivel
pero el río desciende bruscamente desde Chivay a 3.500 msnm hasta 2.200 msnm en
Cabaconde; esto lo hace dos veces más profundo que el Cañón del Colorado en
Estados Unidos, pero las vistas son diferentes pues esta versión peruana carece
del dramatismo que le imprimen las formaciones rocosas estratificadas y rojizas
del segundo.
No obstante es una maravilla
natural que yo no podía permitiré obviar en este viaje. Fue así como con una
frío que helaba mis manos –aún con guantes- llegué al famoso mirador a las 7:40
a.m., pero con neblina que no permitía ver más allá de 3 metros… Los turistas empezaron
a llegar a eso de las 8:00 a.m. en pequeños vehículos tipo van, otros llegaban
caminando después de hacer un breve trekking desde villas cercanas. Todos
mostraban la misma cara de desconsuelo al llegar pues se suponía que era la
hora en que los cóndores salían a buscar la termas y empezaban a sobrevolar el
cañón.
No obstante es una maravilla
natural que yo no podía permitiré obviar en este viaje. Fue así como con una
frío que helaba mis manos –aún con guantes- llegué al famoso mirador a las 7:40
a.m., pero con neblina que no permitía ver más allá de 3 metros… Los turistas empezaron
a llegar a eso de las 8:00 a.m. en pequeños vehículos tipo van, otros llegaban
caminando después de hacer un breve trekking desde villas cercanas. Todos
mostraban la misma cara de desconsuelo al llegar pues se suponía que era la
hora en que los cóndores salían a buscar la termas y empezaban a sobrevolar el
cañón.
Cañón del Colca... Un poco despejado después de horas de espera! |
De camping en la estación de policía de Chivay, mi refugio en el Valle del Colca |
Pasaban los minutos, que luego
se convirtieron en largas horas, los turistas que venían en tours previamente
contratados debían marcharse al poco tiempo de haber llegado, pues debían cumplir
un itinerario previamente establecido por el operador; yo me sentía más
tranquilo por no tener que cumplir con tales horarios, pero no quería esperar
infructuosamente. Poco después de las 10:00 a.m. la neblina se disipó, pero
solo lo suficiente para dejar ver el cañón de manera parcial y momentánea; la
vista en ese momento es asombrosa y vertiginosa a la vez.
El primer cóndor solo se dejó
ver después de las 11:00 a.m. y de manera muy fugaz, los pocos minutos otro cóndor sobrevoló la
montaña sur también de manera momentánea, aunque yo creo que era el mismo de la
primera vez y solo salió para no decepcionar a aquellos que le habíamos
esperado por casi 4 horas en medio de un frío entumecedor…
No había terminado de ponerme
la chaqueta y, como si hubiera estado programado, la lluvia que había estado
ausente desde mi salida de Chivay hizo presencia de nuevo. Con paso lento pero
seguro pues la carretera se mostraba más resbalosa con el paso de los
kilómetros hice mi regreso a Chivay, buscando albergue en la carpa que me
esperaba a mi regreso y que probó estar mucho más cálida y acogedora de lo que
pensaba.
No puedo negar que me sentí un
poco decepcionado después de haber transitado cientos de kilómetros, por
carreteras y clima poco amistosos, con el fin casi exclusivo de divisar los
cóndores sobrevolando el cañón, para terminar divisando solo uno, y a lo lejos…
pero también entendía que el clima había sido favorables la mayoría de las
veces y que otras ocasiones habían pagado por adelantado la pequeña frustración
del Colca. Los operadores turísticos de la zona y los locales estaban
sorprendidos con el clima reinante y decían que solo un par de días antes se
divisaban hasta 12 cóndores bajo un sol resplandeciente…
Clima adverso pero que arroja hermosos paisajes! |
Carretera de regreso a Juliaca y Puno... Hielo, nieve y frioooo! |
Se acabó el combustible en el tanque, pero no hay problema! Los bidones de repuesto entran a jugar! |
Tal sensación de “compensar”
algún inconveniente con otro se hizo manifiesta el día siguiente, cuando la
carretera de regreso a Juliaca, en el paso por el parque Aguada Blanca, estaba
completamente blanco! Si bien debía transitar con máxima precaución y el frío
era aterrador, el paisaje era simplemente espectacular! Lo que en el camino de
ida había sido una montaña rocosa con algo de puna, ahora se mostraba como un
tapete blanco digno de una postal; muchas veces me detuve a tomar fotografías o
a divisar ese paisaje, creyendo que estaba en otro mundo y dejando volar mi
imaginación. Vicuñas salvajes y llamas de claras pieles se camuflaban con este
paisaje cuasi-embrujado y salaban de un lado a otro de la carretera, como
dándome la bienvenida en un travieso juego.
Digo que unas cosas compensan
otras porque, talvez, si el día anterior no hubiese estado tan lluvioso y
nublado, la nieve que ahora reposaba sobre esas laderas y que me hacía soñar
con más aventuras, no estaría allí y esta experiencia nunca se hubiera vivido.
Panorámica de Puno y del lago Titicaca |
Catedral de Puno |
Mi destino aquel día era Puno,
una ciudad a orillas del lago Titicaca y
prácticamente el último destino turístico en Perú antes de cruzar la frontera
hacia Bolivia. Llegué hacia las cuatro de la tarde en medio de un sol que nada
tenía que ver con la temperatura que reinaba: 7 grados Celsius bajo un sol
radiante y vientos que producían una sensación de frío mucho mayor no era
exactamente la mejor de las bienvenidas.
Sin embargo, después de
instalarme en la estación de bomberos (SI, una vez más mis salvadores se hacen
presentes!) decidí desafiar los elementos y salí a caminar por el malecón que
conduce y bordea parte del lago Titicaca; mi intención era también averiguar
costos y horarios de los tours a las diferentes islas de la región. Me decidí
por uno que solo me tomaría medio día y visitaría las islas flotantes del lado
peruano ya que los otros, además de ser más costosos, ofrecían como atractivo
principal ruinas prehispánicas, ya no muy llamativas para mí en esta etapa del
viaje.
Al día siguiente estaba muy
puntual a las 08:00 a.m. en el embarcadero, sin embargo las salidas no dependen
del horario previamente establecido, sino del número de pasajeros que
justifique el viaje… fue así como desde que me dijeron que en 5 minutos salía
el barco y que era mejor que me apurara, transcurrieron como 45 más hasta que
hubo un cupo según ellos “más o menos” justificable!
El lago Titicaca es un inmenso
cuerpo de agua a más de 3.800 msnm, altitud que lo convierte en el lago
navegable más alto del mundo! Sus aguas encierran leyendas de tradición Quechua
y Aymara relacionadas con la creación del mundo. El lago realmente son dos cuerpos separados
por un estrecho en el lado Boliviano y es INMENSO!
La visita a las islas
flotantes o Islas Uros se torna interesante cuando nativos explican a los
visitantes la manera en que tales islotes son construidos de manera artificial;
puede aprenderse de primera mano cómo viven sus habitantes y las técnicas de
pesca utilizadas para su supervivencia. No menos sorprendente y llamativo que
cada una de las islas, es el conjunto que forman todas estas, haciéndolas hogar
de más de 2.000 habitantes. Ah! Una sabia decisión aquel día: haber llevado en
mi mochila una buena cantidad de líquido y mucho protector solar… mucho!
Islas flotantes de Uros en el lago Titicaca - Puno (Perú) |
Interior de una vivienda en las islas flotantes |
Una vendedora "muy concentrada" leyendo el periódico... |
Esperaba poder ver más del
lago Titicaca, sin embargo me interesaba un poco más el lado boliviano, el cual
tendría oportunidad de visitar el día siguiente tras el cruce de frontera hacia
Copacabana.
Rodando a casi 4.000 msnm me
dirigí al cruce de frontera entre Perú y Bolivia, buscando llegar antes de las
13:00, hora en que la aduana boliviana toma el descanso para su almuerzo.
Llegué a las 12:15 y con lo que yo consideraba tiempo suficiente para cruzar,
pero me encontré con la sorpresa que ya la aduana boliviana estaba cerrada...
La razón era muy sencilla: en Bolivia se tiene una diferencia horaria de una
hora con respecto a Perú; en Bolivia ya eran las 13:15 y estaban en su hora de
almuerzo!
Pacientemente esperé fuera de
las oficinas cuidando mi puesto, pues veía que otros vehículos se acercaban
desde el lado boliviano con la intención de cruzar a Perú, sin embargo la
mayoría de ellos eran buses que no debían realizar trámite de aduanas y al
final solo quedamos un carro particular en el ledo boliviano y yo, en el lado
peruano. Los ocupantes de este vehículo esperaban dentro del mismo y, cuando mi
reloj ya ajustado a la hora boliviana- marcaba las 13:55, ellos descendieron de
su vehículo y se acercaron a la oficina, al ver que aun estaba cerrada y de
manera “un poco” brusca, llamaron a la puerta de la aduana (realmente casi tumban
la puerta!). El oficial les dio que a las 14:00 reiniciaba la atención, pero
ellos replicaron que en su reloj eran las 14:00! El oficial ni caso les hizo y
cerró la puerta nuevamente y los usuarios no tuvieron otra opción que esperar 5
minutos más.
Efectivamente, a las 14:00 y
muy puntualmente se abrieron las puertas y empezaron a atender en orden de
llegada, esto es, a mi primero y a ellos después. Mientras revisaban mis
papeles y daban el visto bueno para ingreso de la moto a Bolivia, preguntaron a
la señorita impaciente si ya tenía toda la documentación, a lo que ella
respondió que “claro!”… pero no era así; faltaba no se qué papel que ellos
debían haber diligenciado previamente… La actitud desafiante de la pareja poco
ayudó a solucionar el problema, el caso es que cuando yo salía de las oficinas
ellos elevaban sus voces y exigían cruzar la frontera con la documentación tal
cual. Unos kilómetros más adelante, ya en carreteras bolivianas el carro
boliviano me sobrepasó velozmente: no habían podido cruzar la frontera y ahora,
en medio de algo de frustración y aparentemente mucho enojo, regresaban cn el
“rabo entre las patas”.
Territorio boliviano - Lago Titicaca |
Copacabana es un pequeño
pueblo a orillas del lago Titicaca, la contraparte boliviana de Puno en Perú.
Solo que mucho más pequeño y con mayores atractivos que ofrecer en lo que a
islas y al lago mismo se refiere.
Aprovechando que aun me quedaba mucho de luz día, decidí recorrer parte
de la costa en la moto buscando un sitio para acampar; el único camping
“oficial” estaba cerrado y no daba muestras de presencia humana alguna, por lo
que seguí recorriendo la costa. Poco más al occidente encontré un sitio con
carpas y me acerqué descubriendo un escenario entre gracioso y deprimente: en
la mitad del descampado un individuo medio inconsciente sobre la grama y con
algunas botellas (bastante más de las necesarias) a su alrededor. Creo que sus
amigos, queriendo jugar alguna broma y
después de una noche de juerga habían decidido atribuirle la totalidad de lo
ingerido la noche anterior… que al parecer había sido bastante! Fruto de la
misma fiesta –probablemente de la noche anterior- eran los cúmulos desordenados
y esparcidos por todo el sitio dando al lugar una apariencia triste y poco
atractiva. Me llamó la atención un par de motos estacionadas en el sitio, por
lo que me acerqué a investigar; salieron un par de chicas de una carpa, con un
aspecto no mejor del amigo que había visto afuera, quienes me informaron que
todo hacía parte de un encuentro de “motoqueros” como les llaman a algunos motociclistas
en la parte sur del continente (Después, en Argentina, aprendí que el término
motoqueros no es bien recibido por algunos motociclistas, pues se asocia con
aquel que infringe la ley y anda como “loco” en su moto sin respeto por los
demás… No se si la misma idea tendrán en Bolivia, pero al parecer, la
descripción cuadra perfecto con el escenario de Copacabana).
La vía costera sobre el lago
terminaba unos cientos de metros más allá, por lo que decidí regresar al pueblo
e investigar precio de alojamientos; un par de sitios se acomodaban al
presupuesto y opté por el albergue municipal, que ofrecía un pequeño espacio para guardar la moto en su
vestíbulo. Después de instalarme y cambiar un poco de dinero, me aventuré dar el paseo de reconocimiento por la parte
turística, que son poco más de dos cuadras en la parte costera, al mismo
tiempo, me interesaba indagar acerca de los tours a las Islas de Sol y de la
Luna, encontrando que el que mejor se adaptaba a mi itinerario era aquel que se
concentraba solo en la Isla del Sol.
El mismo día celebraban alguna
fiesta patronal de la policía, por lo cual hubo desfiles de grupos y danzas por
todas las calles; coloridos trajes y canciones con ritmos que dejaban entrever
algo indígena y algo de cumbia inundaban los rincones del pueblo. La
celebración duraría hasta el final de la tarde.
Desde mi salida de Colombia
había notado que el peso de la moto, en algunas ocasiones, se mostraba
desbalanceado para las partes delantera y trasera, esto es, llevado todo el peso
concentrado en la parte posterior, el timón tendía a vibrar algunas veces y
mostraba un comportamiento “nervioso”. Por ello, era mi intención instalar un
par de maletines pequeños en los costados del tanque de combustible, buscando
compensar un poco este fenómeno.
Días antes, y aprovechando una
feria en Puno (Perú), había comprado dos maletines de aquellos que usan los
jugadores de fútbol para llevar sus zapatillas (guayos), así que en Copacabana
solo debía buscar un par de accesorios, correas y un artesano y costurero que
me los adaptara. Con la idea muy clara en mi cabeza me dirigí al sitio donde
los zapateros sueles reunirse, algo así como la Calle de los Zapateros (una
cosa buena de los pueblos, sobre todo en Perú y Bolivia, es que encuentras las
coas, aunque muy básicas, en un radio de 1 km, ahorrándote tiempo y
desplazamientos –sin contar dinero-).
Así que en el primer puesto
disponible (realmente el único por ser sábado), manifesté mi necesidad… Costó
más trabajo del que pensaba logar que la “artista” entendiera lo que había que
hacer y cómo hacerlo, así que, con el fin de garantizar que el trabajo quedara
de acuerdo a mi plan yo, como siempre, con un diseño elaborado para las cosas,
jejeje), opté por quedarme muy cerca de la señora para inspeccionar el trabajo.
Menos mal hice así, porque la primera cortada ya la había hecho en el sitio
equivocado y así hubiera seguido todo.
Lo que si debo reconocer es la
pericia para manejar unas máquinas de coser que parecen de la época de la
colonia (sin exagerar!) y cómo se las apañan para ser recursivos en medio de la
necesidad que les apremia.
Con el fin de registrar todo
el proceso, saqué mi cámara para tomar una foto y cuán grande no sería mi
sorpresa cuando de la nada sale una niña de unos diez años y se interpone entre
la cámara y su objetivo: “Si quiere foto de mi mamá, UN DÓLAR!” fue su tajante
observación y el tono en que lo decía no admitía discusión. Muy gentilmente,
pero un poco ofendido por el tono un poco violento y altanero, le dije que el
bolso era mío y le tomaría la foto al bolso y que después vería si le daba una
propina por el trabajo bien hecho. De todas formas tomé la foto, di la propina
y luego me cobraron más, dizque porque la costura había sido “reforzada”,
Aunque pagué mucho menos de lo que hubiera pagado en otra parte del mundo, me
sentí un poco “tumbado”.
Mientras la señora, cuyo
nombre no acaté anotar para su registro posterior, hacía su trabajo, indagué un
poco acerca de su vida; su esposo estaba en casa, no puede decirse que
descansando pues no trabajaba y si no trabajaba, pues de que iba a descansar?
El caso que el tipo era un vago que se a pasaba todo el día en cas mientras
ella salía a trabajar todos los días incluyendo los domingos, para obtener el
sustento. Dos de sus hijos le acompañaban en ese momento: la niña que, cual
leona con sus crías, cuidaba los intereses de su madre y le ayudaba en el
proceso, mientras que un niño un poco menor solo se dedicaba a jugar y casi
destrozar todo lo que su madre y hermana hacían. Otro ejemplo de la tenacidad
de algunas mujeres en esta época.
Una buena trucha en el mercado
popular, eso si, la gaseosa cuesta 2 bolivianos más si está fría! Jajaja… y
luego a la cama, mi primera noche en suelo boliviano.
La cama, a simple vista no
mostraba signos de una limpieza “concienzuda”, por decir lo menos; yo creo que
como ocurre en la mayoría de sitios económicos y básicos en Bolivia –aunque no
en todos-, las sábanas no se lavan al desalojar el huésped, sino cada
determinado número de días. Mi sleeping bag o bolsa de dormir ha sido uno de
los elementos claves en este viaje y en esas ocasiones mi mejor compañera en la
cama!
El día siguiente debía estar
antes de las 08:30 a.m. en el muelle de salida para tomar el tour a la Isla del
Sol. Después de una noche tranquila y cuando mi reloj marcaba las 07:15 abrí
los ojos y decidí que dormiría unos 10 minutos más y aun contaría con
suficiente tiempo para desayunar y llegar al muelle… Oh oh… Por alguna razón,
el inconsciente, en medio del letargo mañanero, acató a entender o a recordar
que la hora en Bolivia era diferente de la de mi reloj (aun no lo había
ajustado, pese a mi experiencia en la aduana el día anterior). Salté de la cama
al comprender que no eran las 07:15 sino las 08:15 y que contaba con el tiempo
justo para llegar al muelle, Afortunadamente éste no distaba mucho de donde
estaba y había dejado el morral con bebida, frutas y fiambre, listo desde la
noche anterior. Eso si, baño del gato, o mejor dicho del avión: alitas y motor,
y a correr!
El tour, o más bien el transporte
que nos llevaría a Isla del Sol salió con algunos minutos de retraso, pero yo
había logrado llegar incluso antes de las 08:30. Consciente de las malas
pasadas que el sol puede jugar, sobre todo en climas fríos y a esas altitudes,
busqué un sitio en la parte baja del barco, sacrificando un poco la vista que
ofrece la cubierta superior, pero una media hora más tarde me di cuenta de lo
acertado de mi decisión al ver que algunos turista descendían buscando albergue
del inclemente sol y con sus rostros ya enrojecidos.
Panorámica desde el sector norte de la Isla del Sol |
La primera parada en la Isla
del Sol fue en el costado norte, donde descendimos y fuimos instruidos de la
hora de regreso. No apenas tocamos el suelo, fuimos rodeados por grupos de
guías turísticos que asumían el liderazgo de cada grupo que arribaba; yo, por
mi parte y basado en la historia de Santiago Lema, sabía que estos guías trabajan por su cuenta
y no como parte del boleto pagado y la verdad no me interesa los tours guiados
que limitan o controlan el tiempo y –a mi parecer- inventan la mayoría de las
cosas que narran.
Decidí pues hacer el recorrido
por mi cuenta y fui recompensado por hermosas vistas sobre el lago, desde altos
arrecifes y acantilados, lejos de las hordas de turistas que venían un poco
rezagados escuchando al guía. La magnificencia del lago Titicaca, representada
en su tamaño y color de las aguas me sorprendió y supero la expectativa que,
basado en las lecturas previas al viaje, tenía del mismo.
La Isla es venerada por los
oriundos de la zona, tanto de las culturas Inca como Aymara; se dice que
Viracocha, el dios creador, hizo nacer sus hijos Manco Kápac y Mama Ocllo de
las aguas del lago Titicaca y que a su vez, estos fundaron Cuzco y la dinastía
Inca. Los sitios ceremoniales de la isla tienen que ver precisamente con estas
ideas y se destacan la piedra ceremonial, la roca sagrada y la fuente del Inca.
El paseo duró todo el día y,
aunque las temperaturas eran agradables, el sol intenso cobraba las víctimas en
todos los turistas que, en el viaje de regreso dormíamos plácidamente en la
parte baja del barco.
Aguas azules que hacen pensar más en un inmenso mar que en lago a casi 4.000 msnm |
Piedra Sagrada en la Isla del Sol |
Después de un sueño reparador
y con la intención de cruzar el estrecho de Tiquina, me levanté el lunes muy
temprano. A la salida del pueblo pregunté en un puesto de policía el tiempo que
me tomaría llegar a Tiquina; el oficial me dijo que en mi moto solo tardaría
unos 20 minutos… No se a qué velocidad suele andar este oficial, pues son casi
60 kms los que me separaban y con un camino sinuoso de por medio me tomaron
casi una hora! Bueno, a lo mejor los policías en Bolivia andaban a 180 Kms/hr.
Alguien me había contado que
el costo por cruzar el estrecho con la moto era de 10 bolivianos, pero que no
era extraño que a turistas despistados o desprevenidos, les cobraran un poco
mas… Ese poco mas fueron 25 bolivianos! El encargado del ferry, una vez
pregunté por la tarifa me disparó con la módica tarifa de 35 bolivianos.
“Amigo, yo ya he hecho este cruce varias veces, es más, el sábado pasado lo
hicimos varias motos y pagamos 10 bolivianos” le dije, tratando de aparentar
una “cancha” que no tenía.
Cuando di media vuelta
mostrando que no tenía ningún afán y podría espera el ferry que me diera tarifa
justa, su voz pronunció las palabras mágicas: “Diez bolivianos, puis”.
Inmediatamente moví la moto y ocupé mi espacio en el ferry, demasiado rápido y
sin examinar la situación. Solo cuando ya había zarpado me di cuenta que la
salida era por la misma entrada y que mi moto no tenia reversa (qué gran
descubrimiento!), como la moto había quedado con las ruedas sobre unos tablones
estrechos, no tenía dónde apoyar la pata ni mucho menos maniobrar para dar
vuelta y salir… Afortunadamente la ayuda llegó por parte de un camionera y su
ayudante, así como de un ciclista local, quienes me empujaron “en reversa” una
vez llegamos a la otra orilla.
A propósito, el tema de no
tener reversa ya me ha ocasionado unos cuantos problemas que, al rodar solo y
por “paticontento” tratando de llegar a sitios poco accesibles, me han hecho
sudar “la gota gorda”… Simplemente se me olvida que, muchas veces, por donde
entro debo salir y la pendiente del terreno no siempre está de mi lado! Jajaja…
Y ahora... cómo reverso?? |
Me encanta!!! te admiro mucho, adelantee!!!
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