miércoles, 2 de enero de 2013

Santa Teresa a Cuzco

Hace un par de días -o de semanas más bien- escribía acerca de la tenacidad de la mujer y de cuán estúpidos a veces éramos los hombres pensando en el mundo giraba de acuerdo a nuestras expectativas y visión de mundo… En este viaje un confirmado que la mujer puede, no sólo ser más aguerrida en la vida, sino mucho más inteligente que muchos de quienes consideran el masculino como el sexo “fuerte”. En el pequeño pueblo de Santa Teresa había encontrado el hospedaje familiar Imperio, al que ingresé por mera casualidad y en el que fui acogido de manera cálida y amable por una mujer llamada Nancy Cajamarca y sus dos hijas adolescentes Mónica y Mariela. Su esposo labora como guía turístico en el sector de Machu Picchu, sin embargo es esta mujer en compañía de sus dos hijas sin se encarga en últimas de administrar todo de manera perfecta y sincronizada, desde el negocio de hospedaje hasta el lavado de ropa a otras personas, pasando por la fabricación y venta de helados en su vivienda y a domicilio. Son mujeres a quienes no les da ni flojera trabajar y que se sienten orgullosas de ello; esto las convierte en un claro ejemplo de la tenacidad de la mujer latinoamericana y del género femenino a nivel mundial. Estas breves líneas son un reconocimiento, aparentemente insignificante, pero que lleno de admiración sincera por parte de este viajero.

Nancy Cajamarca en su tarea de elaboración de helados para vender en las escuelas

Familia de mujeres pujantes y emprendedoras...

Al día siguiente de mi visita a Machu Picchu decidí descansar por dos motivos básicos, uno era el obvio cansancio que sentía por la intensa caminata del día anterior y otro, el asimilar de mejor manera la experiencia de mi visita y no dejar que se empañara por un nuevo recorrido… como una buena comida, debía digerir toda esta información de manera pausada…
Un breve paseo por el pueblo –que no es muy grande-, un par de cositas que necesitaba para organizar mi equipaje, leer un poco, etc.
Previendo que en algún momento iba a padecer la falta de combustible que ya muchos viajeros habían reportado, había comprado un par de bidones de 2 galones, ya adicionales al bidón con el que había salido de Colombia; mi autonomía ahora era de 750 kms y me permitiría rodar de anea tranquila la mayor parte del tiempo. No obstante, los bidones eran difíciles de cargar, así que adapté una tabla de madera instalándola sobre el asiento trasero a manera de “repisa”, una rápida y económica solución que hasta ahora me ha permitido cargar más cosas sin problema! Estas y otras modificaciones que he hecho al conjunto de equipaje se basan en la experiencia que cada viajero acumula día a día y es difícil escribir una “biblia” al respecto; pues todo es una mezcla de las experiencias de otros viajeros y de la propia.

Paisajes cercanos a Cuzco


El camino de regreso se antojaba largo y ya había experimentado la falta de cortesía de los taxistas en la zona, por lo que decidí partir hacia Cusco lo más temprano posible el día siguiente, Esta vez, con un agravante que solo descubriría estando en el camino… La espesa neblina, como hasta el momento no había experimentado y que sabía, era la causa de muchos accidentes en esta carretera hizo su aparición, La única solución era armarme de paciencia y ser precavido, así que el recorrido de un tramo específico que, de ida me había tomado 1 hora, esta vez se tornaría en un recorrido de casi 3 horas, pero no yo tenía afán! Y espero no tenerlo nunca!
En dicho tramo sentí que mis guantes mostraban algo de deterioro y que en algún momento del viaje habrá que cambiarlos, pues el rocío poco a poco moja todo y el frío se cuela por cualquier rincón y cala hasta los huesos! Que paliza para mis deditos que recibían toda la brisa helada! O recordaba los documentales de NatGeo donde mostraban gente con dedos amputados por exposición al frío (en el Everest) y aunque comprendía que la situación era bien diferente, mi imaginación volaba y contemplaba hasta los peores escenarios, jajaja…



Cena en casa de Víctor y Carmen
A Cuzco llegué un poco después de las 4:30 p.m. y tras haber negociado mi estadía en el Point Hostel, donde nuevamente me atendieron de maravilla y con la mejor de las sonrisas, me comunique con mis nuevos amigos españoles, compañeros de aventura en Machu Picchu. Ellos se encontraban radicados en esa ciudad realizando un voluntariado para la comunidad, experiencia que me parecía interesante conocer.
Quedamos en que aquella noche nos reuniríamos en el apartamento de Víctor y Carmen, con un grupo de españoles para cenar… y qué cena!!! La hospitalidad se extendió hasta ofrecerme estadía en casa de otro grupo de chicas, dos de las cuales ya conocía pues habían estado en Machu Picchu, y ni corto ni perezoso accedí! Pues claro! Aun faltaba mucho por ver en esta ciudad y un día más era lo que necesitaba…


De fiesta española...

...y concierto de rock...


Aunque un día se convirtió en dos y luego en tres, pues con una amabilidad desbordante me invitaron a unirme a la fiesta de despedida de Nieves (una de las chicas que regresaba a España) y yo, que no me hacía rogar, pues dije que si… y quien no!
En resumen, la segunda estadía en Cuzco, de regreso, fue una mezcla de cultura, historia, nuevos amigos, fiesta con sangría y tortilla española a bordo y hasta concierto de punk incluido –donde resultamos metidos como parte de la noche cuzqueña-.



Una buena dosis de punk...

El vecino que no faltaba todos los dias en la puerta de la casa...

Cocinando para la despedida de Nieves...


Nieves en su despedida... Qué deliciosa comida!


Con algo de pesar, como ya casi es costumbre luego de haber conocido gente acogedora, me despedí de Cuzco con destino a Arequipa, ciudad blanca del sur de Perú. Mi recorrido tendría un parada en Juliaca pues no alcanzaría a recorrer todo el trayecto hasta Arequipa; una vez más y a medio camino entre Cuzco y Juliaca divisé el tándem amarillo con el carrito atrás de Stefi y Rom, con el pequeño Mat tras ellos. Me detuve a saludarlos y ellos, como siempre y con una sonrisa esplendorosa me recibieron de brazos abiertos, como antiguos amigos de viaje que ya éramos…
En Juliaca el cuerpo de bomberos – Compañía San Román No. 53 me dio nuevamente la mano dejándome pernoctar en el gimnasio de su cuartel, así que después de guardar la moto decidí dar un vistazo a la ciudad.
Con un poco de frío fui descubriendo sus callejones, que en el fin de semana se llenaban de música, algunas veces folclórica y otras con villancicos y música navideña anunciando la cercanía de Navidad. Decidí visitar un centro comercial para comer algo rápido y la presencia de una sala de cine me invitó a cambiar un poco la monotonía del viaje. Recordé que hacía mucho no entraba a una sala de estas y fue un break relevante en el camino.
Arequipa me esperaba el día siguiente y con un sol radiante la carretera se abría ante paisajes de puna a más de 4.000 msnm, lagos y bosques de roca como embrujados en medio de la nada.

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