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Vista del Lago Fagnano a mi regreso por Tierra del Fuego |
Me encontraba de nuevo en
“tierra firme” y listo para enfrentar la ruta, estaba ansioso por emprender mi
camino de regreso, ahora con dirección norte.
De Ushuaia, donde había dejado
la moto durante mi travesía por Antártida, me desplacé a Tolhuin solo a 100 kms
de distancia; allí, en la Casa de la Amistad de enrique (Panadería de Tolhuin,
donde se ofrece albergue gratis a viajeros especialmente de moto y bicicleta).
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Panadería de Tolhuin - Casa de la Amistad con sus puertas siempre abiertas para todo viajero que pase por esa localidad! |
Mi estadía fue breve, solo una noche para dirigirme luego a Rio Grande donde
había prometido detenerme en casa de Willie (Guillermo), quien esperaba las
historias de Antártida y había prometido un buen churrasco de bienvenida… No
fui defraudado al encontrar en casa de Guillermo la amabilidad y hospitalidad a
la que ya me había acostumbrado durante mi primera estadía.
El plan ahora era buscar a
Patagonia Chilena de la Tierra del Fuego, con sus carreteras de ripio y sus
paisajes desolados, bien fuera a orillas del mar o perdidos en la inmensidad
del bosque. Así que tras cruzar de nuevo la frontera en San Sebastián, busqué
rumbo oeste y me interne de nuevo en tierras chilenas.
Siempre me había preguntado
cómo sería la vida en las estancias de la Patagonia… este interrogante me
acompañaba desde hacía varias semanas cuando, al recorrer las carreteras
desoladas me encontraba con grandes extensiones de tierra donde la actividad
principal es la cría de ganado, especialmente ovejas, para explotación de lana
y corderos, para la alimentación. Sus casas, en medio de la nada, muchas veces
de colores llamativos y que me hacían pensar en películas de vieja data, donde
los vaqueros se hacían cargo de grandes manadas de ganado, me hacían anhelar
una experiencia similar.
La oportunidad se presentó
aquel día, en tierra Chilena. Tras detenerme a orilla de la carretera para
“almorzar” un par de sandwiches que había preparado desde Rio Grande y estirar
un poco el cuerpo, una camioneta pick-up se detuvo y, además de preguntar si
todo estaba bien, me interrogó acerca del viaje y de mi destino aquel día. Mi
respuesta a aquel último fue que no tenía un lugar definido y que, de existir
uno apto para armar mi carpa y continuar hacia Bahía Inútil el día siguiente,
aquel sería mi destino. Aquel hombre, acompañado de su esposa y cuyo nombre no
acaté anotar en mi libreta de viaje –cosa de la que ahora me arrepiento, pues
no puedo citarle de manera más personal- me ofreció que le visitase a mi paso
por su estancia, a pocos kilómetros de nuestro lugar de encuentro.
Una media hora más tarde me
encontraba atravesando el umbral de su casa, humilde pero llena de calor humano
y de donde provenía un exquisito olor a pan casero recién horneado. Ellos
administraban la estancia –propiedad de alguien que vive en la capital- y su
tarea era cuidar de los animales y programar el esquile durante la temporada.
Para albergar a las cuadrillas de esquile, cuentan con amplias habitaciones con
varias camas que, por estar ahora fuera de esta temporada estaban libres y se
convirtieron en mi refugio, cálido y seguro aquella noche.
Compartimos puntos de vista,
me hablaron de su experiencia en el campo –donde han pasado toda su vida- y
envidié un poco la vida sosegada que en aquel paraje desolado, sujeto a
condiciones climáticas extremas y adversas llevaban… solo un poco, pues no es
fácil enfrentar la naturaleza en esta región.
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Pasar la noche en una estancia o finca de ganado... Una experiencia muy agradable para conocer cómo vive la gente en Tierra del Fuego |
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Gente de la Patagonia Chilena - Tierra del Fuego. Honesta, trabajadora y siempre dispuestos a dar una mano a quien lo necesite! |
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La inmensidad de la llanura patagónica... |
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Más habitantes de Tierra del Fuego! Jajaja... |
Al día siguiente y después de
un buen desayuno que incluyó carne de cordero, pan y mantequilla caseras,
mermelada de ruibarbo y de membrillo de elaboración artesanal y un café
caliente, me dirigí a Porvenir, específicamente a Bahía Chilota, donde
abordaría el ferry que me llevaría a Punta Arenas.
Mi intención era desviarme por
la Ruta del Oro y conocer las instalaciones que otrora fueron utilizadas para
la extracción del mineral en cercanías de Bahía Inútil, pero en una zona
boscosa; al encontrar el desvío me llamó la atención un letrero que advertía de
las malas condiciones del camino y la instrucción expresa de uso SOLO durante
verano. La noche anterior había llovido un poco, pero no esperaba que solo esa
cantidad de lluvia afectara la carretera. Cuán equivocado estaba! Sólo me
bastaron 50 metros sobre aquel lodazal para desistir de mi intento y volver
hacia atrás. La carretera a simple vista no mostraba ninguna cosa anormal que
hiciera pensar en mal estado, pero una vez se transitaba sobre ella, el barro
se adhería de manera absurda a las ruedas y se metía por los guardabarros,
impidiendo tras pocos metros- continuar. Debía bajarme de la moto y limpiar
para repetir la tarea solo unos metros más adelante, aquello, sin las maniobras
para mantenerme en pié en aquella resbaladiza superficie.
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Supongo que deberé buscar dónde lavar la moto... |
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Que "embarrada"... |
Nuevamente en la ruta “segura”
que bordeaba el litoral, pude deleitarme con un hermoso paisaje costero, donde
las pequeñas casas de pescadores me narraban de manera silente historias de
generaciones enteras conviviendo con aquel mar embravecido y a la vez noble que
les daba sustento. Las gaviotas revoloteaban sobre mi cabeza y el frio aire
traspasaba mi visera y llenaba mis pulmones…
Llegué a Porvenir, puerta de
acceso a Bahía Chilota en medio de un aguacero infernal que no dio tiempo ni de
buscar abrigo, por fortuna, el kiosko de venta de tiquetes tenía un pequeño
cobertizo bajo el cual pude resguardarme de la lluvia que, tan pronto como
vino, se fue. Ya la ropa de viaje, que al principio tenía una impermeabilidad
adecuada, empezaba a mostrar ciertos problemas; probablemente las costuras y la
protección con la que venían de fábrica habían cedido al uso y al efecto de los
rayos UV a la que estaban expuestos todos los días y, como consecuencia dejaban
entrar agua por ciertos lugares. Probablemente era hora de adquirir un equipo
de lluvia especial…
El ferry hacia Punta Arenas
partiría a las 17:00 horas, lo cual me daba un amplio margen para descansar,
así que, ahí mismo frente a la sala de espera armé una improvisada cama y dormí
plácidamente arrullado por el rítmico sonido de las olas en el puerto. Me
despertó la llegada de algunos vehículos que también se dirigían a Punta Arenas
y empezaban a alinearse frente a la rampa de acceso; descubrí a otro
motociclista que se disponía a hacer lo mismo y estacioné la moto a su lado.
Jeff Shafer, Estadounidense, había comprado su KLR 650 en Chile y se encontraba
recorriendo la Patagonia Chilena y parte de Argentina; cruzamos juntos el
estrecho de Magallanes y al llegar a Punta Arenas, cuando descendíamos del
ferry, fuimos abordados por el propietario de un hostel en la ciudad, El precio
se ajustaba al presupuesto y, ya de noche y con un viento helado que soplaba
fuertemente, no quisimos dar mas vueltas. Resultó ser una buena decisión y
entre una y otra cosa; por su lado Jeff buscando un taller dónde cambiar los
sellos de la suspensión delantera y yo, con ganas de hacer alguna compra en la
zona franca de Punta Arenas, resulté quedándome dos días en esta pequeña
ciudad.
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Con Jeff a bordo del ferry que nos llevaría hasta Punta Arenas |
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Cruzando al Estrecho de Magallanes, esta vez hacia Punta Arenas |
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Estrecho de Magallanes |
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Meses atrás, en Ecuador encontraba a esta familia escandinava dirigiéndose al sur, en su Volkswagen... Esta vez el destino nos reunpia nuevamente en la punta del continente! |
Punta Arenas es un destino más
que turístico, comercial, para muchos argentinos y chilenos que buscan en la
zona franca productos específicos –especialmente electrónicos- libres de
impuestos. Yo tenía un ahorro producto –en gran parte- de mi remuneración a
bordo del Le Boreal (o solo fui a la Antártida sin pagar sino que me pagaron!!!
Qué suerte!), por lo cual pude comprar en Punta Arenas el “juguetito” que había
añorado por tantos meses y tantos kilómetros. La cámara GoPro.
Ahora me esperaba la carretera
austral y no quería perder momentos claves, registrándolos en video.
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Con Jeff y Samuel en el hostel de Punta Arenas |
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Jeff espera que su barba crezca indefinidamente... |
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Bordeando las ensenadas chilenas entre Punta Arenas y el Estrecho de Magallanes |
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Rumbo a Torres del Paine |
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Los Andes... |
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Atardecer rumbo a las Torres del Paine |
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Lindas siluetas dibujándose en un atardecer majestuoso... |
Mi destino siguiente sería
Torres del Paine, un destino más que famoso entre caminantes y escaladores. Los
recorridos pueden tomar más de una semana y se encuentran caminantes que vienen
exclusivamente a hacer estos recorridos, obviamente con equipos especiales que
les permitirían permanecer dentro del parque durante varios días. Mi equipo de
caminata no era apto para varios días, me faltaba una mochila y varios
accesorios más que necesarios, por lo que decidí que mi viaje solo consistiría
en llegar hasta un punto de vista privilegiada para contemplarlas de cerca;
adicionalmente, los altos precios de ingreso –altos para permanecer solo un
día, ya que si se permanece una semana se paga lo mismo- se convertían en
limitante en aquel momento.
Recorrí la carretera destapada
que conduce a las torres, en medio de una neblina espesa que poco a poco y al
empezar a caer la tarde, desapareció por completo y dio paso a una maravillosa
vista de los “Cuernos del Paine” –como los suelen llamar- bañados por la luz
del atardecer. Era una excelente vista, mejor de lo que hubiera esperado en ese
día en el que las nubes parecían arruinar mi objetivo.
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Parte de sueño hecho realidad... Llegando a las Torres del Paine en moto! Increible!!! |
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Atardecer con las Torres del Paine como telón de fondo |
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Vista desde mi carpa... Habitación privilegiada! |
Acampé a orillas de un lago a
un par de kilómetros de la entrada del parque, con la luz de la luna reflejada
y la cadena montañosa de fondo… Una imagen inolvidable! El frío cada vez se
hacía más intenso y decidí buscar abrigo en el interior de la carpa, acompañado
solo del murmullo del viento pegando contra las lonas y afuera, la bandera que
prendía de un pequeño mástil en la moto, ondeando vigorosamente.
Es casi indescriptible la
sensación de desolación y aislamiento que se experimenta en situaciones como
esas; por un lado, saber que no hay presencia humana en kilómetros a la redonda
–con la vulnerabilidad que ello trae- y por el otro, la inmensidad del cielo,
de las cadenas montañosas; todo ello hace que uno se sienta minúsculo,
infinitesimal, en medio de la nada…
La mañana siguiente desperté
temprano con la intención de ver el amanecer y el espectáculo que supondría el
sol chocando contra los “cuernos” del Paine, pero la neblina cubría con un
manto espeso todo a mi alrededor; por momentos la moto, a escasos metros de mi
carpa, se desvanecía y se hacía difícil empacar todo de nuevo para continuar el
recorrido. Unos turistas a bordo de un par de camionetas pick-up, armados con
sofisticados equipos de fotografía, llegaron al poco rato de haberme levantado
–probablemente con la misma intención- pero tampoco hubo recompensa para
aquellos furtivos madrugadores.
Al dejar mi sitio de campamento,
saliendo del lago lo vi… el aviso, muy claro y contundente pero inadvertido
para mi la noche anterior: Prohibido acampar… Torcí mis labios en actitud de
culpabilidad “inocente” y salí del predio antes del regaño!
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La lluvia intermitente dejaba ver el arco iris adornando el paisaje |
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Y de nuevo... la Ruta 40 |
La fría mañana me acompañó
hasta una pequeña población fronteriza con Argentina llamada Cerro Castillo,
donde los trámites de migración y aduana no ofrecieron problema. De nuevo me
encontraba en “Tierra de Nadie” entre Chile y Argentina, rodando hasta el
puesto de control Argentino y buscando el re-encuentro con la Ruta 40, que me
esperaba en algún lado hacia el este.
El clima mejoró de manera
drástica en el lado Argentino, lejos de la influencia de las corrientes
formadas en las proximidades de las torres pero a cambio, el viento recio de la
Patagonia se acentuaba más, el odómetro avanzaba sin prisa pero sin pausa
mientras yo enfrentaba nuevamente el tramo que me llevaría de regreso a El
Calafate, donde pensaba pasar la noche, en el ya para mí conocido camping Los
Dos Pinos.
La dicha no duró mucho y a
poco kilómetros de entrar a El Calafate una fuerte –muy fuerte- lluvia aguó los
planes de armar carpa esa noche… Muy incómodo armar carpa en medio de la lluvia
y otro tanto, empacarla mojada a la mañana siguiente. El sitio ofrecía camas en
dormitorios –compartidos- o privados; yo, opté por el primero que, al estar
fuera de temporada resultó tan cómodo como una habitación privada. Continué la
mañana siguiente renovado por el descanso en una cama y animado por el buen
tiempo que se pronosticaba, aunque previendo un día difícil al tener que
enfrentar nuevamente aquel tramo de ripio (grava suelta) entre Tres Esquinas y
Perito Moreno (la ciudad). Como lo esperaba, la conducción no fue fácil, con
las ya conocidas zonas de grava suelta que en ocasiones desaparecían solo para
dar paso a la calamina/costillar/terreno rizado, pero ya estaba preparado
sicológicamente para ello por lo que sorpresivamente me resultó un tramo llevadero.
Al caer la tarde y a unos 80
kilómetros antes de llegar a la ciudad de Perito Moreno, sobre un tramo ya
asfaltado! pude divisar una caseta y un galpón grande pertenecientes al
Departamento de Vialidad Argentino, entidad encargada de hacer el mantenimiento
de las vías nacionales. No lo pensé dos veces y a los pocos minutos estaba
tocando a la puerta del encarado, explicándolo la historia y pidiéndole un
sitio seguro para armar la carpa. Sin problema alguno me abrió el galpón
(bodega) que ya había divisado desde la carretera y que resultó ser un refugio
más que adecuado en medio de aquella desolada zona expuesta a los vientos.
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Atardecer sobre la Ruta 40 |
Tuve tiempo de caminar por los
alrededores antes de la puesta de sol, con la recompensa de un hermoso
atardecer que acompañaba mis tribulaciones vespertinas aquel día.
La frontera con Chile no estaba
distante. Del sitio donde había pasado la noche a Los Antiguos, pequeña población
del lado Argentino me separaban 160 kilómetros que recorrí en la mañana, con
una breve parada en la ciudad de Perito Moreno para abastecer gasolina y
víveres. Sabía que del otro lado de la frontera me esperaba la Carretera
Austral –realmente mi único objetivo al visitar tierras chilenas era
transitarla- y que en el trayecto no encontraría poblaciones o puntos de
abastecimiento. Un mercado para 4 – 5 días y tanque y bidones de gasolina llenos
era lo que precisaba del lado argentino, donde todo era mucho más barato.
La sorpresa llegó en el
control aduanero de Chile, donde un malhumorado funcionario con cara de pocos
amigos me interrogó acerca de lo que llevaba en “tantas maletas y tanto
equipaje”. Cuando le describí lo que llevaba y llegué a la parte del “mercadito”
que había hecho antes de cruzar la frontera su rostro se desencajó de tal
manera que creí haber violado algún tratado internacional so-pena de
encarcelamiento o deportación inmediata… Empezó a regañarme por mi aparente “mala
intención” de llevar productos cárnicos crudos a su país!
Yo sabía que existía
restricción de algunas carnes y frutas y que todo debía ser declarado, pero el
jamón que llevaba en la maleta aparentemente constituía una ofensa para aquel
exagerado funcionario que se rasgaba las vestiduras y solo atinaba decir que
los turistas éramos unos irresponsables a quienes no les importaba nada la
salubridad del su país. Nada más alejado de la realidad, pero no quería discutir
con aquel, así que abrí el paquete, preparé un par de sándwiches –los sándwiches
con mayor cantidad de jamón que jamás pude comer- y me los comí todos ahí mismo
en presencia del funcionario que no dejaba de mirarme recelosamente…
Una vez solucionado el impase
aduanero y contento al no haber sido declarado persona non-grata en territorio
Chileno –y mejor aún, al no haber sido deportado por ofensa internacional- me
interné en Chile Chico, una pequeña población ya del lado chileno pero que no
tenía mucho que ofrecerme ese día, salvo un supermercado donde reabastecer el
jamón que ahora reposaba en m estómago!
Aquella tarde, en las afueras
de Chile Chico y próximo al lago General Carrera encontré una pequeña estancia
donde no solo se me permitió armar la carpa, sino que me ofrecieron una
deliciosa cena, baño caliente y apetitoso desayuno a la mañana siguiente;
disfrutaba nuevamente de la hospitalidad del sur de Chile.
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Nuevamente disfrutando de la hospitalidad chilena en la Patagonia |
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Lago General carrear - Abrebocas de la Carretera Austral |
Una carretera sin muestra de
asfalto pero con vistas hacia el lago General Carrera me acompañó hasta el
empalme con la mítica Carretera Austral.
Para los motociclistas existen
rutas míticas, famosas, retos que a veces solo quedan en la imaginación. En
Suramérica tenemos dos de esos destinos a los que solo los “locos” –como algunos
osan llamarnos- nos les medimos: La Ruta 40 en Argentina y la Carretera Austral
en Chile. Las condiciones precarias de estas vías, sin asfalto, sin
infraestructura –sólo la básica-, sin hoteles –salvo aquellos parajes desolados
donde cabe la carpa- y en general, la exposición al medio ambiente hacen de estas
rutas destinos impensables para la mayoría de personas. Pero las recompensas, según
aquello que ya habían estado allí, superan con creces las dificultades y yo
quería comprobarlo de primera mano.
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Nacimiento del rio Baker |
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El azul se entremezcla con el verde en las aguas de la XII Región Chilena |
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Lago Baker - Patagonia Chilena |
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Rio Baker con sus azules aguas |
Así que con cada kilómetro que
dejaba atrás comprobaba lo uno y lo otro: no solo las precarias condiciones de
la vía sino también la magnificencia de los paisajes. Cada curva era una
ventana a lagos y ríos de colores que solo en postales se ven; las tonalidades
de azul y verde que se entremezclan en las aguas son de no creer, el río Baker,
torrentoso unas veces y calmo en otras me acompañó buena parte del camino hasta
Puerto Yungay, tramo que demoró dos días y en los que solo contaba con la
compañía de espesos bosques, montañas magníficas y azulosos ríos. La
tranquilidad de la zona –no solo en términos de seguridad sino de silencio y armonía-
invitan a detenerse en cualquier sitio y armar la carpa para pasar la noche;
solo se precisa de agua fresca –que abunda en esa zona-, de unos víveres
básicos como los que yo llevaba y de la carpa, para sobrevivir en este tramo.
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Tecnología de punta en la Patagonia... Qué nostalgia de los tiempos en que todo parecía ser menos complicado, o menos estresante... |
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El río Baker en una de sus caídas hacia su desembocadura en Caleta Tortel |
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Ya faltaba un poco menos... |
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Se hizo tarde? No se preocupe! En la Patagonia puede acampar en cualquier rincón donde le coja la noche!! |
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Campo de hielo sur - Chile |
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No hay forma de aguantar la constante vibración a la que se expone la moto y todo lo que va sobre ella...Una de las víctimas: el plato (de pasta dura) no aguantó! |
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Y continúan los paisajes lindos... |
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...como de postal! |
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Lagos calmos que sirven de espejo a las innumerables montañas |
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Caminos y accesos fuera de la ruta que invitan a la exploración. Este uente hace parte de uno de los muchos caminos escondidos que tiene la región de Aysén en Chile |
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Proximidades de Caleta Tortel |
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Caleta Tortel - Ubicada en una ensenada en los fiordos Chilenos |
Una
parada en Caleta Tortel, una población en los fiordos chilenos, entre los campos
de hielo del sur me ofreció una visión totalmente diferente de esta zona. Al
quedar enclavada entre los riscos, que impiden la construcción de carreteras,
solo pasarelas peatonales proveen acceso para los visitantes; una linda manera
de transitar las “calles” lejos de la contaminación producida por el transporte
convencional.
Coincidencialmente me encontré
nuevamente con Julien y su novia, una pareja de franceses viajando por América
del Sur y a quienes había conocido en Ushuaia; ellos me hablaron de una
estación del ejército en Puerto Yungay con espacio para dormir previo permiso
del encargado, así que después de un par de horas y nuevamente sobre la
Austral, tenía un albergue en el Cuerpo de Ingeniería del Ejército Chileno,
donde el Comandante Lizana, no sin antes advertirme que debía dejar todo en
orden antes de mi salida el día siguiente, me abrió las puertas de una
habitación enorme, llena de camarotes y muy bien ordenada que, aunque falta de
energía eléctrica, ofrecía una comodidad de hotel 5 estrellas en medio de aquel
paraje. Compartí la habitación con tres alemanes que también abordarían el
ferry la mañana siguiente.
Muy temprano desperté para asegurarme
de que el ferry partiría a la hora prevista, el Comandante Lizana nos despidió
con un buen café y pan recién horneado en su cocina. A las 09:00 horas el ferry
zarpaba de Puerto Yungay.
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Pedaleando en la Patagnia Chilena... Todo se vale para llegar al fin de la Austral! |
Mi destino era Villa O’Higgins,
donde actualmente termina la carretera y llegar al “fin” de la civilización
chilena en aquel sector. El cruce en el transbordador o ferry duró unos 45
minutos y a media mañana estaba de nuevo rodando y contemplando unos de los
paisajes más maravillosos de todo el trayecto! Lagos calmos donde se reflejaban
los picos nevados de Los Andes, bosques exuberantes y… ripio, ripio y más
ripio!
Debo confesar que en varias
ocasiones me replanteé la necesidad que tenía de legar hasta aquellos confines;
el cansancio físico era tal que debía interrumpir el recorrido en repetías ocasiones
para estirar el cuerpo, la sensación de hormigueo en los brazos ante el terreno
rizado y –sobre todo- el dolor en la zona lumbar consecuencia de aquel
despiadado terreno me hacían dudar de lo verdaderamente válido en este recorrido.
Sin embargo, cada vez que me detenía a tomar una foto o me deleitaba con
aquellos paisajes tan espectaculares, el sabor amargo desaparecía y mis dudas se
disipaban: Si, el sacrificio valía la pena!
Y por fin! Villa O´Higgins, un
pequeño pueblo de unos 500 habitantes, ubicado en la Región de Aysén, en el sur de Chile, en la desembocadura
del río Mayer al Lago O’Higgins, en la frontera con Argentina. Allí, el
Albergue/Camping El Mosco se convirtió en el sitio adecuado para descansar y
conocer viajeros de muchas nacionalidades, caminantes o mochileros, ciclistas y
motociclistas, todos habíamos llegado hasta allí con un objetivo común: Visitar
el fin de la carretera austral.
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Llegué a Villa O'Higgins! Fin de la Carretera Austral! Una meta más... |
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Siempre hay tiempo para una caminata en las montañas... sobre todo si ofrece vistas como esta! |
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Dave, Markus y Michael; compañeros de caminata alrededor de Villa O'Higgins |
Antes de programar algunas
caminatas por las montañas, que se convierten en un atractivo para los viajeros
por la hermosa vista que proporcionan desde sus cumbres, visité el museo de ”antigüedades”
del pueblo y que muestra objetos “antiguos” que fueron usados durante la colonización
de esas tierras… cuál no sería mi sorpresa al descubrir entre aquellas “antigüedades”
piezas con las que yo crecí! Un betamax, una filmadora –no precisamente para
HD- y muchos otros artefactos hacían parte de la colección… Si esas eran
antigüedades entonces… en qué me convertía yo? No respondan…
El tema es que, a pesar de que
los primeros registros de exploración en la zona datan de fines del Siglo XIX y
principios del Siglo XX, la verdadera colonización
y de hecho, la fundación de Villa O’Higgins solo se remonta a 1980, en un
esfuerzo del gobierno chileno por garantizar la soberanía en aquella región y
satisfacer necesidades básicas de los habitantes; así pues que no era de
sorprender que los objetos del museo contuvieran piezas tan modernas y con las
que yo me identificaba tan bien, sin querer decir que yo ya pertenezca a un
museo!
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Pedaleando en el fin de la Carretera Austral... mas no precisamente en la mejor bicicleta! |
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