martes, 21 de mayo de 2013

Ushuaia... Por fin el "FIN".. o no???

Antes de continuar con la historia de la llegada al "Fin del Mundo", me agrada contarles que la cadena de almacenes especializada en accesorios y ropa para motociclistas MOTORMAN, se ha convertido en uno de los colaboradores de esta aventura. En Argentina, donde hay motos para todos los gustos, esta cadena de almacenes está disponible para que todo aquel sobre dos ruedas se deleite con sus productos. Además de marcas reconocidas a nivel mundial, fabrican bajo estándares europeos su propia línea, la cual supera con creces la calidad de muchas prendas que he tenido la suerte de probar. Visiten su web en: www.motormanweb.com.ar



Ahora si... la historia de la Tierra del Fuego!
Después de tanta belleza proporcionada por esos paisajes patagónicos, especialmente alrededor de El Chaltén: sus montañas, lagos, riachuelos, era difícil imaginar que vendrían aún cosas mejores…
La ruta que conduce a Calafate, una pequeña ciudad que ha ganado popularidad como punto de acceso al parque nacional Los Glaciares y, específicamente, al glaciar Perito Moreno, es excelente! No mas ripio! Por lo menos en ese tramo, y cada vez que se desvía la mirada al oeste, puede apreciarse la cordillera de los Andes, divisoria entre Argentina y Chile, majestuosa con sus picos nevados y lagos de origen glaciar que allí nacen.
Rodando hacia El Calafate - Al fondo, la cordillera de Los Andes

Calafate me recibió con buen clima alrededor del mediodía, justo antes que cerraran la oficina de turismo, donde encontré alguna información sobre camping; pero casualmente, fue una persona en la calle quien me dio las indicaciones de “Los Dos Pinos”, un sitio donde, además de cabañas privadas y dormitorios compartidos, se ofrece un cómodo y accesible camping con todas las facilidades (baños, asador, zonas comunes, etc) y una excelente cocina. Fue allí donde conocí a Stefan Boehm (una especie de “genio de las compuatdoras” alemán que anda recorriendo el mundo en bicicleta), así como a Florin Prundus y su compañera Kristell Cozian, también aventureros ciclistas. Sería Stefan quien, después de experimentar algunos problemas con mi computadora, me sacaría de apuros…  Gracias de nuevo Stefan!
Llegada a El Calafate - Puerta al glaciar Perito Moreno
La mañana siguiente acordamos visitar el glaciar Perito Moreno; yo, al ir solo en la moto, me ofrecí a llevar a Stefan hasta el sitio, distante 80 kilómetros de la ciudad. Hmmm. Y el casco? No hay casco para un pasajero… bueno, póngase el de la cicla... cómo vamos a ser tan de malas…

Rodando con Stefan rumbo al glaciar Perito Moreno
Llegamos al acceso del parque antes del mediodía. Hay que pagar unos 100 pesos argentinos (USD20) para ingresar (desde afuera no se ve el glaciar) y desde el ingreso son unos 20 minutos hasta el parqueadero. NO obstante, un par de kilómetros antes del estacionamiento ya se empieza a divisar el glaciar y donde uno empieza a disparar con su cámara a todo lo que sea “glaciar”.
No se si me explico. Cuando se está en sitios tan hermosos y a los que probablemente no se volverá en un buen período de tiempo, siempre hay excusas para tomar “unas cuantas fotos mas… por si acaso”. Uno imagina que talvez la siguiente sea la que le va a dar el premio internacional de fotografía de NatGeo (no hay tal premio, pero si alguna vez lo instauran). O que si bien, la útlima fotografía estuvo bien, la siguiente podría ser mejor, o talvez este ángulo favorece mas… bueno, siempre hay una excusa y al final del día se revisa la cámara y hay ochocientasmil fotos de lo mismo… Cada una con una historia diferente que, en últimas, solo entenderá quien estuvo detrás del lente.
Primeras vistas del glaciar Perito Moreno

Otra cuestión con las fotos es que, cuando las bajas al computador y las ves piensas: “Hmmm… Esto se veía más impresionante cuando lo tenía frente a mi” y pues claro! Nada supera al original! Además la foto es solo una parte infinitesimal de la historia, a la cual debe sumarse el sonido, el frio (o calor), y sobre todo, la emoción de estar allí, presenciándolo con tus propios ojos. La foto, pues, se convierte en un registro simbólico que, semanas, meses o años más tarde, cuanto se vuelva a ver, te recuerde todas aquellas sensaciones a su alrededor y puedas viajar de nuevo a ese sitio. Quienes ven las fotos me dicen “Que buenas fotos!” y yo respondo que la imagen no le hace justicia al modelo real, así que, qué esperan para agarrar maletas?
Me alegro de tener una cámara que sin ser profesional, toma buenas fotos y una buena capacidad de memoria (tarjetas de 16 y 32 GB), ahorrándome así el dolor de cabeza de quedarme sin “memoria”.
Cada vez más cerca del glaciar!
Pero volviendo al cuento, llegamos por fin al glaciar Perito Moreno. Decidimos dejar la moto en la parte baja del estacionamiento y empezar a caminar desde la parte baja; fue la mejor decisión pues empezamos a ver el frente oeste del glaciar a lo lejos, y a medida que nos acercábamos no dábamos cuenta de cuán grande y magnificente era: La vista se pierde tratando de encontrar su “parte trasera”, distante 30 kms, que es su longitud aproximada; el frente que uno puede divisar (ancho) es de 5 kms y su altura en este sector de de 60 metros; si a ello le sumamos que cada día se mueve más de 2 metros en el centro, con las constantes caídas de inmensos bloques y su ensordecedor sonido, sus colores blanco y azuloso, puede uno entender porqué se cataloga como uno de los espectáculos naturales más hermosos del mundo.
Inicia el recorrido con una imponente vista del glaciar










Diferentes vistas del glaciar- Arriba, el frente en toda su magnitud

Stefan, buscando los "drivers" necesarios para reparar mi PC
Para este momento, las condiciones climáticas en la Patagonia eran óptimas; temperaturas entre 15 y 20 grados centígrados y cielos despejados, algo diferente de lo que había encontrado en El Chaltén, que casi siempre tuvo nubes. Lo único que nos preocupaba (a los ciclistas y a mi) era la velocidad de los vientos que en la carretera llegaba a las 120 kms/h e impedía la salida durante un par de días. Si bien, los ciclistas se dirigían al norte mientras yo al sur, a ambos nos afectaban grandemente! Yo, de todas formas tenía planeado permanecer en esta localidad un par de días más, haciendo cambio de aceite y disfrutando de una cocina “real” y de una buena señal de internet para comunicarme con casa.
El infaltable asado en el camping Los Dos Pinos - El Calafate
A pesar de haber tenido siempre el aceite de motor necesario para un cambio (2.5 lts), en este tramo de Argentina no había podido abastecerme y debería comprarlo en Calafate; busqué un almacén o taller dónde hacerlo sin mucha suerte, sobre todo porque el único sitio donde conseguí el aceite semi-sintético 15W-50 lo tenía al “doble” del precio normal y no era la marca que venía usando (Yo uso normalmente Motul 5100, sin embargo descubrí que el ELF 4HPM 4T se comporta bien). Decidí comprar el aceite necesario para ese cambio y abastecerme de “reserva”  más adelante. Ese día me dediqué a hacer el mantenimiento general de la moto con planes de partir el día siguiente.
Esa tarde, estando conectado a Facebook, recibí un mensaje de Ricardo Mantilla “Richi”, el motociclista que ya había encontrado en Perú junto a su novia. Él ya no viajaba con Lili y estaba a solo unos cientos de kilómetros (en Chaltén), mejor dicho, venía pisándome los talones y llegaría al día siguiente a Calafate, así que decidí esperarlo para continuar el viaje juntos.
Buen viaje a los ciclistas!!
Después de un asado la noche anterior, había dicho “hasta pronto” al grupo de aventureros ciclistas que continuaban su recorrido al norte y esperaba que Richi hiciera su aparición; a eso de las 5:00 p.m. escuché el sonido de las motos entrando al camping. Un momento… más de una moto? Richi venía acompañado por una BMW GS650 de la cual descendía un eufórico canadiense que se presentó como Mike… un sonriente y amable que lo que no tenía de pelo en la cabeza le sobraba en su barba. Esa noche, como algunas otras, Mike fue el encargado de la cena, no solo por el gusto que hacia la cocina profesa, sino por la envidiable colección de implementos que incluían pailas, guantes, cubiertos especializados y muchos otros que podían dejar boquiabierto al mejor de los chefs.
La KLR650 de Richi en El Calafate
Mi salida hacia el sur se postergaría un par de días, mientras Richi y Mike conocían la zona y yo aprovechaba para descansar, y por ello, decidí hacer una inspección más exhaustiva a la moto. Un par de semanas atrás, cuando tensionaba la cadena, note un pequeño “juego” en la llanta trasera; al preguntar a Mike si ello era normal, me respondió que en lo absoluto! Que debía probablemente reemplazar los rodamientos antes que ello me ocasionara un problema mayor.
Y efectivamente así fue; una rápida revisión que llevamos a cabo los “expertos” confirmó las sospechas, solo quedaba desmontar la llanta y llevarla al taller a que instalaran los rodamientos. Fue aquella la primera vez que desmonté la llanta y me sentía extasiado al poner en práctica los conocimientos adquiridos en el taller de Bernardo (Bernamotos) en Pereira, aunque ello no restaba algo de dificultad al proceso de montaje y desmontaje que, en últimas transcurrió sin problema. Después de montar todo el sistema, la llanta quedó como salida de fábrica y sin movimientos extraños que pusieran en riesgo el desempeño futuro. Una vez más confirmé la importancia de las inspecciones periódicas y de preguntar a quien probablemente sabe más que uno.
Lista para el montaje!
Cada día confirmaba que, si bien existe un itinerario, los cambios que surgen en el camino siempre traen sorpresas agradables. Mi encuentro con Richi y Mike y los kilómetros que compartimos durante varios días eran un respiro a tantos días rodando solo y lidiando con los pequeños inconvenientes, pero también compartiendo las alegrías que ofrece la ruta.
Estás de acuerdo?
Mientras escribo esto, veo un documental de NatGeo, donde Todd Carmichael intenta llegar al polo sur solo y a pie (Race to the Bottom of the Earth - 2010); no se si lo logrará (aun no termina el documental); menciona que el éxito de una expedición está en pensar positivo, que cuando empiezas a pensar negativo todo empieza a dar círculos y se va al traste… me identifico con esa forma de pensar y mantengo mi mente positiva, esperando que la ruta me siga trayendo agradables sorpresas.
Antes de salir hacia Tierra del Fuego.. unas empanaditas
Pero bueno, continuemos con la historia… Richi y Mike había traído un nuevo ambiente al viaje, ahora rodábamos hacia el llamado “Fin del Mundo” como se conoce a Ushuaia, pero antes que nada, una parada para que Richi comprara las calcomanías con que constantemente adorna su moto y Mike degusta unas empanadas argentinas, que se han convertido en sus favoritas.
Las motos estaban perfectas; mi Freewind con aceite nuevo, rodamientos traseros nuevos, cadena tensada; la BMW de Mike con parrilla arreglada pues la carretera destapada (ripio) había cobrado otra víctima y la Kawasaki KLR de Richi al pelo, bien revisadas y listas para la ruta.
Dejando atrás Los Andes
Nuestro objetivo era el de llegar a Río Gallegos, última ciudad grande antes de cruzar frontera con Chile y llegar a la isla de Tierra del Fuego. Al rato de haber salido de El Calafate nos encontramos con un grupo de motociclistas canadienses que tenían la misma meta; ellos, a bordo de Kawasaki KLR 650 iban más rápido mientras que nuestro lema era “Despacio es rápido”.
Encuentro con grupo de canadienses
Un detalle: Después de miles de kilómetros y compartir experiencias y opiniones con otros motociclistas, he confirmado mi hipótesis inicial; para este tipo de viajes, la moto debe ser de mecánica sencilla, si bien un motor confiable, debe pensarse que en caso de avería, ésta debe poder solucionarse en cualquier rincón con el mínimo de herramientas. En ese sentido, la Kawasaki KLR 650 y la Freewind de Suzuki llevan mucha delantera sobre las demás. Si, ya se que muchos estarán poniendo el grito en el cielo acerca de las ventajas de otras, ventajas que no desconozco en cuanto a comodidad, desempeño off-road, etc. Pero entre tantas opiniones de motoviajeros, podría destacarse que la sencillez (ojalá motores carburados) se lleva el primer puesto.

A un ritmo constante nos acercábamos cada vez más a la Tierra del Fuego. Esta es una isla que, separada por el estrecho de Magallanes, es compartida por Chile y Argentina y se convierte en el último tramo para alcanzar el “Fin del Mundo”. El viento era cada vez más intenso, por fortuna, la carretera entre El Calafate y Río Gallegos es asfaltada y abona mucho a la comodidad, así que a nuestra llegada a esta ciudad nos sentíamos satisfechos por el avance del día. Fueron solo 260 kilómetros, pero el viento hacía que esta distancia pareciera multiplicada, así que con más razón, por el cansancio propio de este tipo de conducción, buscamos un hotel u hospedaje dónde pasar la noche, aprovechando también que, usualmente, habitaciones compartidas, se ofrecen mejores precios. Guardamos las motos en un sitio cercano, conocido de la dueña del hospedaje y seguro, para después dirigirnos a la cooperativa de taxistas, donde, según las “malas lenguas” se conseguía comida caserita y a buen precio. El nombre de la pensión se me escapa en este momento –trataré de recuperarlo después-, pero fue un buen acierto; pudimos acceder a internet, usar la cocina y descansar cómodamente para continuar el viaje.

La mañana siguiente, cuando nos aprestábamos a partir bien tempranito, la batería de la BMW no funcionada y la moto no encendía; empujamos y sudamos para encenderla rodada pero no funcionó, en últimas, todo ello se solucionó completando el nivel de agua destilada. Una breve demora que no afectó mucho el desempeño de ese día porque “al que madruga…” En el camino nuevamente… no tardamos mucho en llegar al cruce fronterizo con Chile, repleto de buses y viajeros que, de Argentina, pasan a suelo Chileno para hacer compras en Punta Arenas, donde hay beneficios arancelarios.
Primer paso fronterizo Argentina - Chile. Ese dia cruzamos dos veces para igresar nuevamete a Argetina

Un encuentro cercano con los habitantes de la zona
La espera en este paso fronterizo fue de casi dos horas y solo rogábamos que los siguiente pasos que debíamos superar ese día fuesen más agiles; a poca distancia se encuentra el estrecho de Magallanes, donde se toma el ferry que conduce a Tierra del Fuego; ya nos sentíamos en el fin del mundo!
Llegada al Estrecho de Magallanes



A bordo del ferry - Estrecho de Magallanes
Así fuimos avanzando, felices hasta que se acabó el asfalto! No fueron muchos los kilómetros que pudimos rodar sobre asfalto en suelo chileno, antes que éste se tornara en el temido e incómodo ripio… Pero había que seguir! 
Me llamó particularmente la atención el paso fronterizo para ingresar de nuevo a Argentina; primero se supera el control chileno y después de rueda en "tierra de nadie" por más de 10 kms... Quién es responsable de ese tramo? Solo después de superados se encuentra el control argentino.
A paso más lento y con breves pausas para estirar los músculos logramos llegar esa noche a Tolhuin, distante casi 100 kilómetros de Ushuaia; hubiéramos querido llegar ese día a dicha ciudad, pero ya se hacía tarde y no queríamos faltar a esa regla que implícitamente seguíamos: NO rodar de noche. Al día siguiente descubriríamos que fue una sabia decisión, ya para ese entonces habíamos vuelto a rodar sobre asfalto y queríamos también disfrutar de nuestra llegada a Ushuaia en el mejor estado físico y anímico.


Rodando en "Tierra de Nadie"



Llegando a Tolhuin
En Tolhuin, un pequeño pueblo a orillas del lago Fagnano, encontramos ya entrando la noche, el camping de Roberto quien, a la postre, se convertiría en uno de los personajes más pintorescos de nuestro recorrido. Nos recibió con un gran abrazo y nos acomodó en la zona de camping, no sin antes mostrarnos un poco de su museo de “cachivaches” y otras zonas muy particulares de este sitio. Entre ellas se encontraba el refugio donde, además de cocina era sitio de reunión de los viajeros alrededor de la chimenea; este lugar en particular guarda la memoria de cientos de viajeros que han dejado su huella en forma de maderos grabados y colgados en sus paredes.

El museo de cachivaches de Roberto

Más "cachivaches"...

Típico de Roberto...
Madrugué al día siguiente con el ánimo de buscar un madero y hacer algo que permaneciese allí y que, no importa quién lo viese después, se convirtiese en testigo de nuestro paso por Tolhuin. Cuando encontré el que parecía adecuado, escribí unas cuantas cosas haciendo alusión al apelativo de “Los Tres Chiflados” en que nos habíamos convertido, unos garabatos y una pequeña caricatura (aunque debo reconocer, el arte gráfico no es mi fuerte!) A Richi y Mike les encantó, pero me llamó particularmente la reacción de Mike, que saltaba y reía como un niño ante mi ocurrencia, repitiendo incesantemente “You’re awesome man! This is awesome!” (Eres genial hombre! Esto es genial!) mientras miraba el trozo de madera.
Los "Tres Chiflados" de la ruta
Mike, a pesar de sus 43 años había tenido un episodio cardiaco antes de los 40; su médico, además de recomendar un cambio de dieta y una vida más tranquila  él trataba de seguir esas recomendaciones. Había partido 2 meses antes desde Ontario, Canadá, y ahora estaba rodando junto a nosotros disfrutando de cada minuto del viaje a su propio estilo. Su episodio también hizo que Mike se volviera, según sus propias palabras “una persona más sensible”, por ello siempre había una sonrisa dibujada en su rostro y una nota de optimismo en todo lo que decía… Será que los seres humanos necesitamos de esos “episodios” para valorar un poco más la vida y aprender a vivir mejor?
Dejando huella en Tolhuin
Con un clima excelente partimos a cubrir los últimos 96 kilometros que nos separaban de Ushuaia, la carretera bordea en principio el lago Fagnano y ofrece vistas muy lindas sobre esta orilla sur mientras los accidentes geológicos de la falla de Nueva Escocia se hacen cada vez más evidentes. El ascenso al paso Garibaldi no cogió con un poco de lluvia, que mermó un poco en el descenso. La Ruta 40 había quedado atrás desde que ingresamos a Tierra del Fuego y ahora era la Ruta 3 la que nos marcaba el rumbo, cada vez se respiraba más el “olor a Ushuaia”.
Adiós Tolhuin! Ushuaia: Allá vamos!
Rodábamos sin ningún afán, como queriendo degustar una delicia culinaria, saboreando cada curva, digiriendo cada revolución con cada vuelta de acelerador. Si la noche anterior hubiéramos decidido continuar el recorrido y llegar de una sola tirada a Ushuaia, talvez no hubiésemos disfrutado de ese plato y se nos hubiera antojado comida rápida.

Finalmente, poco después de la 14:00 horas (hora argentina) divisamos el par de columnas que, cual umbral gigante y acompañadas de un letrero magnífico, da la bienvenida al visitante: USHUAIA Bienvenidos. El odómetro de mi Freewind marcaba 45.274,3 kms; exactamente cuatro meses y casi 18.000 kms después de haber salido de Pereira había llegado al “Fin del Mundo”… o eso creía yo…
Ushuaia!!! Por fin!!
Las fotos de rigor que, más que unas simples fotos, se han convertido en un ritual que, sin saberlo pero por mero instinto, deben seguir miles de viajeros que se embarcan en esta travesía; bien sea en bicicleta, moto, a pie o cualquiera que sea el medio de transporte, llegar a estas latitudes es algo que contar a la generación venidera. Y la emoción embarga todos los sentidos, hay mezcla de alegría, nostalgia, ganas de abrazar, de reir y de llorar; ganas de gritar y a la vez, de escuchar el silencio del Fin del Mundo.


Encontrar el camping “La Pista del Andino” no fue difícil, aunque a Richi, nuestro guía designado en ese momento, se le estaba embolatando un poco la ruta… Era viernes y, después de instalar nuestras carpas y brindar con una fría cerveza por nuestro logro, estábamos haciendo planes para salir a festejar el acontecimiento. El destino obligado para los extranjeros que andan en busca de lo mismo es el Pub irlandés del centro de la ciudad (yo ni recuerdo cómo se llama, no por exceso de alcohol en mi organismo en algún momento de la noche, sino por mala memoria).

Efectivamente, el pub estaba a reventar (y se llenó más después de nuestra llegada, aunque no precisamente porque la gente supiera que estábamos allí, jejeje… simplemente porque ese pub siempre se llena en fin de semana!) Allá estaban los canadienses de las KLR entre muchos otros; gente de múltiples nacionalidades festejando y celebrando lo mismo: su llegada a la ciudad más austral del mundo.
Un par de cervezas fueron suficientes para que, a este pechito, le empezara a dar sueño; y es que después de toda la adrenalina y agite de las últimas semanas, el cuerpo y la mente siente que han llegado a una meta (transitoria) y que es justo descansar. Mike y Richi, que a lo mejor habían tomado un par de cervezas más, ya estaban un poco más alegres que de costumbre, pero el cansancio también hacía de las suyas. Regresamos al camping pasadas las 3:00 a.m.y esa noche dormí profundamente.

El sábado fue para caminar un poco y descansar, tanto física como mentalmente; ya habíamos hecho las llamadas a la familia: “Si! Ya llegué! Estoy en el Fin del Mundo! Blah, blah, blah…” Uno, queriendo contar toda la historia a todo mundo… En Ushuaia me di cuenta que el último tramo de ripio en Tierra del Fuego había roto las soldaduras del soporte de maleta laterales, para lo cual hubo que buscar taller de soldadura. El detalle se arregló y no hubo más problemas hasta este momento.


Otra víctima del ripio y la calamina...

Bahía de Ushuaia desde el camping

Brindis de celebración


Camping Pista del Andino
En la tarde, Richi recibió a un viejo amigo suyo -Juan Carlos Restrepo-, Colombiano Manizalita, quien trabaja como guía naturalista en expediciones a la Antártida; mientras Mike y yo descansábamos en el camping, Richi y Juan Carlos salían a comer.
El domingo, muy temprano, me despertó cierta algarabía en las que pude distinguir las voces y risas de Richi y Mike, cuando salí de la carpa ellos estaban ya un poco distantes, pero mis vecinos se encargaron de darme la noticia: “Parece que tu amigo se va para la Antártida!” dijeron. Quéeee?? Pues el suertudo de Richi, mientras cenaba con Juan Carlos la noche anterior, tuvo la oportunidad de conocer al capitán del crucero que partiría hacia Antártida ese mismo domingo. Un par de “palancazos” de Juan Carlos y el hecho de que necesitaran un piloto de bote zodiac lo embarcaron de una! Bueno… debía primero presentarse a una prueba de aptitud, pero si todo salía bien, el hombre estaba a bordo!
“Oiste Richi” -le indagué- “Vos si sabés manejar zodiac?”. Esperaba una respuesta más contundente: “Pues… si, esa vaina no debe ser difícil” me respondió tímidamente… Jajaja! Casi me desbarato de la risa pero no solo aplaudí su respuesta sino que traté de infundirle ánimo! Esa es la actitud que nos abre las puertas! El hombre si había alguna vez montado en esas vainas y manejado un poco, pero piloto? Nos quedaban las dudas! De cualquier manera, en su lugar, yo también habría jurado que era hasta capitán!
Pongamos las cosas en contexto: Un viaje en crucero a la Antártida, con precio de último minuto y en un barco “mas o menos” está en USD 4.800; a Richi le iban a pagar por ir! Yo, hasta a lavar baños me hubiera ido!
Al mediodía estábamos (Mike y yo) acompañando a Richi al puerto de embarque, “Richi, dame el email de Juan Carlos, por si acaso” le dije… pocos minutos más tarde le vimos decir adiós con su mano muy a lo lejos, perdiéndose entre los gigantescos barcos que estaban atracados en ese momento en el muelle. La moto había quedado a buen resguardo en el camping y Richi volvería en 10 días, para entonces nosotros estaríamos ya lejos.
Hasta pronto marinero!
Aprovechando el resto de tarde, programamos una rodada por la Ruta J, recomendada para motociclistas por ser un camino destapado pero de magníficas especificaciones y conduce al punto más austral de cualquier carretera del mundo. En una breve parada en la estación de servicio conocimos a un brasilero viajando desde su país y con planes de llegar hasta Alaska; iba a bordo de una BMW F800 GS hermosa, de esas que hacen “babear” a los aficionados a estos bichos. El hombre, un cincuentón que medía algo menos de 1.70 se quejaba de que la moto era algo alto y pesada para él, pero la manejaba bien y espero que no tenga problemas en su travesía.
Recorrido por la Ruta J - Tierra del Fuego
Se nos unió el brasilero al recorrido por la Ruta J, donde pudimos visitar la zona de árboles “bandera”, pues parecen estar ondeando en la dirección que el viento sopla, y es precisamente el viento el que les ha dado esa forma con el correr de los años.
Cada vez me enamoraba más de aquella Patagonia lejana y solitaria, con sus picos nevados, sus lagos, río, riachuelos, caminos destapados, estancias, rebaños de ovejas y carneros a lado y lado de la carretera y esa sensación de desolación… de estar perdido en medio de la “nada”, solo que la “nada” era simplemente hermosa.



El árbl "bandera" sobre la Ruta J

De regreso a Ushuaia y luego de despedirnos del brasilero, decidimos aprovechar la luz solar para ir hasta el fin de la carretera en la Ruta 3, punto famoso y obligado en la bahía Lapataia, dentro del parque nacional Tierra del Fuego. Al ingreso al parque le explicamos al guardabosques que nuestro ingreso era “solo pa’ la fotico” y no nos cobró la entrada; eso si, salimos después de la fotico.
Por iniciativa de Mike y en honor a la unidad que entre los tres chiflados -Richi, Mike y yo- había surgido, llevamos el casco del ya ausente Richi a todos los puntos que visitamos aquel día, gran y original gesto por parte de Mike.

Fin (o inicio?) de la Ruta 3 - Se supone que termina en Alaska...
Después de unas deliciosas hamburguesas, asadas al calor de los leños de la fogata, empacamos algunas cosas para emprender viaje al día siguiente; Mike iría a ver los pingüinos a una zona cercana y yo partiría hacia Tolhuin un poco más tarde, donde nos encontraríamos al anochecer; yo aprovecharía también para enviar algunos correos, entre ellos, uno a mi nuevo amigo Juan Carlos Restrepo (el guía naturalista de la Antártida), a lo mejor por esos días o alguna vez necesitaban a alguien en un barco de esos y uno nunca sabe!
Mientras me preparaba para salir, vi una moto Honda Africa Twin, muy bien tenida y de placas colombianas! Su dueño, Jorge González (pero no mi primo) de Medellín había salido a finales de diciembre de su ciudad! Compartimos un buen rato, experiencias e historias y nos despedimos con la promesa de contactarnos de regreso en Colombia. Es que hay Colombianos locos en todas partes! Ja!
Con Jorge González, otro colombiano en moto!

Diciendo "hasta pronto Ushuaia!"
Antes de dejar el camping revisé mi correo, pero no había respuesta de Juan Carlos… Prendí motores y me despedí de Ushuaia con la corazonada que muy pronto regresaría a ese puerto... y mi corazón no se equivocaba…

P.D. Todd Carmichael lo hizo... llegó al polo sur en tiempo récord, casi se muere pero llegó, hecho m… pero llegó, casi se le gangrenan los dedos de los pies, pero llegó y rompió un récord mundial. Bueno, es pasó hace 5 años pero yo apenas me entero…

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