lunes, 8 de julio de 2013

Patagonia Chilena: Allá voy!





Vista del Lago Fagnano a mi regreso por Tierra del Fuego
Me encontraba de nuevo en “tierra firme” y listo para enfrentar la ruta, estaba ansioso por emprender mi camino de regreso, ahora con dirección norte.

De Ushuaia, donde había dejado la moto durante mi travesía por Antártida, me desplacé a Tolhuin solo a 100 kms de distancia; allí, en la Casa de la Amistad de enrique (Panadería de Tolhuin, donde se ofrece albergue gratis a viajeros especialmente de moto y bicicleta).


Panadería de Tolhuin - Casa de la Amistad con sus puertas siempre abiertas para todo viajero que pase por esa localidad!
Mi estadía fue breve, solo una noche para dirigirme luego a Rio Grande donde había prometido detenerme en casa de Willie (Guillermo), quien esperaba las historias de Antártida y había prometido un buen churrasco de bienvenida… No fui defraudado al encontrar en casa de Guillermo la amabilidad y hospitalidad a la que ya me había acostumbrado durante mi primera estadía.

El plan ahora era buscar a Patagonia Chilena de la Tierra del Fuego, con sus carreteras de ripio y sus paisajes desolados, bien fuera a orillas del mar o perdidos en la inmensidad del bosque. Así que tras cruzar de nuevo la frontera en San Sebastián, busqué rumbo oeste y me interne de nuevo en tierras chilenas.

Siempre me había preguntado cómo sería la vida en las estancias de la Patagonia… este interrogante me acompañaba desde hacía varias semanas cuando, al recorrer las carreteras desoladas me encontraba con grandes extensiones de tierra donde la actividad principal es la cría de ganado, especialmente ovejas, para explotación de lana y corderos, para la alimentación. Sus casas, en medio de la nada, muchas veces de colores llamativos y que me hacían pensar en películas de vieja data, donde los vaqueros se hacían cargo de grandes manadas de ganado, me hacían anhelar una experiencia similar.
La oportunidad se presentó aquel día, en tierra Chilena. Tras detenerme a orilla de la carretera para “almorzar” un par de sandwiches que había preparado desde Rio Grande y estirar un poco el cuerpo, una camioneta pick-up se detuvo y, además de preguntar si todo estaba bien, me interrogó acerca del viaje y de mi destino aquel día. Mi respuesta a aquel último fue que no tenía un lugar definido y que, de existir uno apto para armar mi carpa y continuar hacia Bahía Inútil el día siguiente, aquel sería mi destino. Aquel hombre, acompañado de su esposa y cuyo nombre no acaté anotar en mi libreta de viaje –cosa de la que ahora me arrepiento, pues no puedo citarle de manera más personal- me ofreció que le visitase a mi paso por su estancia, a pocos kilómetros de nuestro lugar de encuentro.
Una media hora más tarde me encontraba atravesando el umbral de su casa, humilde pero llena de calor humano y de donde provenía un exquisito olor a pan casero recién horneado. Ellos administraban la estancia –propiedad de alguien que vive en la capital- y su tarea era cuidar de los animales y programar el esquile durante la temporada. Para albergar a las cuadrillas de esquile, cuentan con amplias habitaciones con varias camas que, por estar ahora fuera de esta temporada estaban libres y se convirtieron en mi refugio, cálido y seguro aquella noche.
Compartimos puntos de vista, me hablaron de su experiencia en el campo –donde han pasado toda su vida- y envidié un poco la vida sosegada que en aquel paraje desolado, sujeto a condiciones climáticas extremas y adversas llevaban… solo un poco, pues no es fácil enfrentar la naturaleza en esta región.
 

Pasar la noche en una estancia o finca de ganado... Una experiencia muy agradable para conocer cómo vive la gente en Tierra del Fuego


Gente de la Patagonia Chilena - Tierra del Fuego. Honesta, trabajadora y siempre dispuestos a dar una mano a quien lo necesite!


La inmensidad de la llanura patagónica...


Más habitantes de Tierra del Fuego! Jajaja...

Al día siguiente y después de un buen desayuno que incluyó carne de cordero, pan y mantequilla caseras, mermelada de ruibarbo y de membrillo de elaboración artesanal y un café caliente, me dirigí a Porvenir, específicamente a Bahía Chilota, donde abordaría el ferry que me llevaría a Punta Arenas.
Mi intención era desviarme por la Ruta del Oro y conocer las instalaciones que otrora fueron utilizadas para la extracción del mineral en cercanías de Bahía Inútil, pero en una zona boscosa; al encontrar el desvío me llamó la atención un letrero que advertía de las malas condiciones del camino y la instrucción expresa de uso SOLO durante verano. La noche anterior había llovido un poco, pero no esperaba que solo esa cantidad de lluvia afectara la carretera. Cuán equivocado estaba! Sólo me bastaron 50 metros sobre aquel lodazal para desistir de mi intento y volver hacia atrás. La carretera a simple vista no mostraba ninguna cosa anormal que hiciera pensar en mal estado, pero una vez se transitaba sobre ella, el barro se adhería de manera absurda a las ruedas y se metía por los guardabarros, impidiendo tras pocos metros- continuar. Debía bajarme de la moto y limpiar para repetir la tarea solo unos metros más adelante, aquello, sin las maniobras para mantenerme en pié en aquella resbaladiza superficie.


Supongo que deberé buscar dónde lavar la moto...


Que "embarrada"...
Nuevamente en la ruta “segura” que bordeaba el litoral, pude deleitarme con un hermoso paisaje costero, donde las pequeñas casas de pescadores me narraban de manera silente historias de generaciones enteras conviviendo con aquel mar embravecido y a la vez noble que les daba sustento. Las gaviotas revoloteaban sobre mi cabeza y el frio aire traspasaba mi visera y llenaba mis pulmones…

Llegué a Porvenir, puerta de acceso a Bahía Chilota en medio de un aguacero infernal que no dio tiempo ni de buscar abrigo, por fortuna, el kiosko de venta de tiquetes tenía un pequeño cobertizo bajo el cual pude resguardarme de la lluvia que, tan pronto como vino, se fue. Ya la ropa de viaje, que al principio tenía una impermeabilidad adecuada, empezaba a mostrar ciertos problemas; probablemente las costuras y la protección con la que venían de fábrica habían cedido al uso y al efecto de los rayos UV a la que estaban expuestos todos los días y, como consecuencia dejaban entrar agua por ciertos lugares. Probablemente era hora de adquirir un equipo de lluvia especial…
El ferry hacia Punta Arenas partiría a las 17:00 horas, lo cual me daba un amplio margen para descansar, así que, ahí mismo frente a la sala de espera armé una improvisada cama y dormí plácidamente arrullado por el rítmico sonido de las olas en el puerto. Me despertó la llegada de algunos vehículos que también se dirigían a Punta Arenas y empezaban a alinearse frente a la rampa de acceso; descubrí a otro motociclista que se disponía a hacer lo mismo y estacioné la moto a su lado. Jeff Shafer, Estadounidense, había comprado su KLR 650 en Chile y se encontraba recorriendo la Patagonia Chilena y parte de Argentina; cruzamos juntos el estrecho de Magallanes y al llegar a Punta Arenas, cuando descendíamos del ferry, fuimos abordados por el propietario de un hostel en la ciudad, El precio se ajustaba al presupuesto y, ya de noche y con un viento helado que soplaba fuertemente, no quisimos dar mas vueltas. Resultó ser una buena decisión y entre una y otra cosa; por su lado Jeff buscando un taller dónde cambiar los sellos de la suspensión delantera y yo, con ganas de hacer alguna compra en la zona franca de Punta Arenas, resulté quedándome dos días en esta pequeña ciudad.



Con Jeff a bordo del ferry que nos llevaría hasta Punta Arenas


Cruzando al Estrecho de Magallanes, esta vez hacia Punta Arenas


Estrecho de Magallanes


Meses atrás, en Ecuador encontraba a esta familia escandinava dirigiéndose al sur, en su Volkswagen... Esta vez el destino nos reunpia nuevamente en la punta del continente!

Punta Arenas es un destino más que turístico, comercial, para muchos argentinos y chilenos que buscan en la zona franca productos específicos –especialmente electrónicos- libres de impuestos. Yo tenía un ahorro producto –en gran parte- de mi remuneración a bordo del Le Boreal (o solo fui a la Antártida sin pagar sino que me pagaron!!! Qué suerte!), por lo cual pude comprar en Punta Arenas el “juguetito” que había añorado por tantos meses y tantos kilómetros. La cámara GoPro.
Ahora me esperaba la carretera austral y no quería perder momentos claves, registrándolos en video.


Con Jeff y Samuel en el hostel de Punta Arenas


Jeff espera que su barba crezca indefinidamente...


Bordeando las ensenadas chilenas entre Punta Arenas y el Estrecho de Magallanes


Rumbo a Torres del Paine


Los Andes...


Atardecer rumbo a las Torres del Paine


Lindas siluetas dibujándose en un atardecer majestuoso...


Mi destino siguiente sería Torres del Paine, un destino más que famoso entre caminantes y escaladores. Los recorridos pueden tomar más de una semana y se encuentran caminantes que vienen exclusivamente a hacer estos recorridos, obviamente con equipos especiales que les permitirían permanecer dentro del parque durante varios días. Mi equipo de caminata no era apto para varios días, me faltaba una mochila y varios accesorios más que necesarios, por lo que decidí que mi viaje solo consistiría en llegar hasta un punto de vista privilegiada para contemplarlas de cerca; adicionalmente, los altos precios de ingreso –altos para permanecer solo un día, ya que si se permanece una semana se paga lo mismo- se convertían en limitante en aquel momento.
Recorrí la carretera destapada que conduce a las torres, en medio de una neblina espesa que poco a poco y al empezar a caer la tarde, desapareció por completo y dio paso a una maravillosa vista de los “Cuernos del Paine” –como los suelen llamar- bañados por la luz del atardecer. Era una excelente vista, mejor de lo que hubiera esperado en ese día en el que las nubes parecían arruinar mi objetivo.


Parte de sueño hecho realidad... Llegando a las Torres del Paine en moto! Increible!!!


Atardecer con las Torres del Paine como telón de fondo




Vista desde mi carpa... Habitación privilegiada!



Acampé a orillas de un lago a un par de kilómetros de la entrada del parque, con la luz de la luna reflejada y la cadena montañosa de fondo… Una imagen inolvidable! El frío cada vez se hacía más intenso y decidí buscar abrigo en el interior de la carpa, acompañado solo del murmullo del viento pegando contra las lonas y afuera, la bandera que prendía de un pequeño mástil en la moto, ondeando vigorosamente.
Es casi indescriptible la sensación de desolación y aislamiento que se experimenta en situaciones como esas; por un lado, saber que no hay presencia humana en kilómetros a la redonda –con la vulnerabilidad que ello trae- y por el otro, la inmensidad del cielo, de las cadenas montañosas; todo ello hace que uno se sienta minúsculo, infinitesimal, en medio de la nada…
La mañana siguiente desperté temprano con la intención de ver el amanecer y el espectáculo que supondría el sol chocando contra los “cuernos” del Paine, pero la neblina cubría con un manto espeso todo a mi alrededor; por momentos la moto, a escasos metros de mi carpa, se desvanecía y se hacía difícil empacar todo de nuevo para continuar el recorrido. Unos turistas a bordo de un par de camionetas pick-up, armados con sofisticados equipos de fotografía, llegaron al poco rato de haberme levantado –probablemente con la misma intención- pero tampoco hubo recompensa para aquellos furtivos madrugadores.
Al dejar mi sitio de campamento, saliendo del lago lo vi… el aviso, muy claro y contundente pero inadvertido para mi la noche anterior: Prohibido acampar… Torcí mis labios en actitud de culpabilidad “inocente” y salí del predio antes del regaño!


La lluvia intermitente dejaba ver el arco iris adornando el paisaje



Y de nuevo... la Ruta 40

La fría mañana me acompañó hasta una pequeña población fronteriza con Argentina llamada Cerro Castillo, donde los trámites de migración y aduana no ofrecieron problema. De nuevo me encontraba en “Tierra de Nadie” entre Chile y Argentina, rodando hasta el puesto de control Argentino y buscando el re-encuentro con la Ruta 40, que me esperaba en algún lado hacia el este.
El clima mejoró de manera drástica en el lado Argentino, lejos de la influencia de las corrientes formadas en las proximidades de las torres pero a cambio, el viento recio de la Patagonia se acentuaba más, el odómetro avanzaba sin prisa pero sin pausa mientras yo enfrentaba nuevamente el tramo que me llevaría de regreso a El Calafate, donde pensaba pasar la noche, en el ya para mí conocido camping Los Dos Pinos.



La dicha no duró mucho y a poco kilómetros de entrar a El Calafate una fuerte –muy fuerte- lluvia aguó los planes de armar carpa esa noche… Muy incómodo armar carpa en medio de la lluvia y otro tanto, empacarla mojada a la mañana siguiente. El sitio ofrecía camas en dormitorios –compartidos- o privados; yo, opté por el primero que, al estar fuera de temporada resultó tan cómodo como una habitación privada. Continué la mañana siguiente renovado por el descanso en una cama y animado por el buen tiempo que se pronosticaba, aunque previendo un día difícil al tener que enfrentar nuevamente aquel tramo de ripio (grava suelta) entre Tres Esquinas y Perito Moreno (la ciudad). Como lo esperaba, la conducción no fue fácil, con las ya conocidas zonas de grava suelta que en ocasiones desaparecían solo para dar paso a la calamina/costillar/terreno rizado, pero ya estaba preparado sicológicamente para ello por lo que sorpresivamente me resultó un tramo llevadero.
Al caer la tarde y a unos 80 kilómetros antes de llegar a la ciudad de Perito Moreno, sobre un tramo ya asfaltado! pude divisar una caseta y un galpón grande pertenecientes al Departamento de Vialidad Argentino, entidad encargada de hacer el mantenimiento de las vías nacionales. No lo pensé dos veces y a los pocos minutos estaba tocando a la puerta del encarado, explicándolo la historia y pidiéndole un sitio seguro para armar la carpa. Sin problema alguno me abrió el galpón (bodega) que ya había divisado desde la carretera y que resultó ser un refugio más que adecuado en medio de aquella desolada zona expuesta a los vientos.


Atardecer sobre la Ruta 40



Tuve tiempo de caminar por los alrededores antes de la puesta de sol, con la recompensa de un hermoso atardecer que acompañaba mis tribulaciones vespertinas aquel día.





La frontera con Chile no estaba distante. Del sitio donde había pasado la noche a Los Antiguos, pequeña población del lado Argentino me separaban 160 kilómetros que recorrí en la mañana, con una breve parada en la ciudad de Perito Moreno para abastecer gasolina y víveres. Sabía que del otro lado de la frontera me esperaba la Carretera Austral –realmente mi único objetivo al visitar tierras chilenas era transitarla- y que en el trayecto no encontraría poblaciones o puntos de abastecimiento. Un mercado para 4 – 5 días y tanque y bidones de gasolina llenos era lo que precisaba del lado argentino, donde todo era mucho más barato.
La sorpresa llegó en el control aduanero de Chile, donde un malhumorado funcionario con cara de pocos amigos me interrogó acerca de lo que llevaba en “tantas maletas y tanto equipaje”. Cuando le describí lo que llevaba y llegué a la parte del “mercadito” que había hecho antes de cruzar la frontera su rostro se desencajó de tal manera que creí haber violado algún tratado internacional so-pena de encarcelamiento o deportación inmediata… Empezó a regañarme por mi aparente “mala intención” de llevar productos cárnicos crudos a su país!
Yo sabía que existía restricción de algunas carnes y frutas y que todo debía ser declarado, pero el jamón que llevaba en la maleta aparentemente constituía una ofensa para aquel exagerado funcionario que se rasgaba las vestiduras y solo atinaba decir que los turistas éramos unos irresponsables a quienes no les importaba nada la salubridad del su país. Nada más alejado de la realidad, pero no quería discutir con aquel, así que abrí el paquete, preparé un par de sándwiches –los sándwiches con mayor cantidad de jamón que jamás pude comer- y me los comí todos ahí mismo en presencia del funcionario que no dejaba de mirarme recelosamente…
Una vez solucionado el impase aduanero y contento al no haber sido declarado persona non-grata en territorio Chileno –y mejor aún, al no haber sido deportado por ofensa internacional- me interné en Chile Chico, una pequeña población ya del lado chileno pero que no tenía mucho que ofrecerme ese día, salvo un supermercado donde reabastecer el jamón que ahora reposaba en m estómago!
Aquella tarde, en las afueras de Chile Chico y próximo al lago General Carrera encontré una pequeña estancia donde no solo se me permitió armar la carpa, sino que me ofrecieron una deliciosa cena, baño caliente y apetitoso desayuno a la mañana siguiente; disfrutaba nuevamente de la hospitalidad del sur de Chile.


Nuevamente disfrutando de la hospitalidad chilena en la Patagonia


Lago General carrear - Abrebocas de la Carretera Austral

Una carretera sin muestra de asfalto pero con vistas hacia el lago General Carrera me acompañó hasta el empalme con la mítica Carretera Austral.
Para los motociclistas existen rutas míticas, famosas, retos que a veces solo quedan en la imaginación. En Suramérica tenemos dos de esos destinos a los que solo los “locos” –como algunos osan llamarnos- nos les medimos: La Ruta 40 en Argentina y la Carretera Austral en Chile. Las condiciones precarias de estas vías, sin asfalto, sin infraestructura –sólo la básica-, sin hoteles –salvo aquellos parajes desolados donde cabe la carpa- y en general, la exposición al medio ambiente hacen de estas rutas destinos impensables para la mayoría de personas. Pero las recompensas, según aquello que ya habían estado allí, superan con creces las dificultades y yo quería comprobarlo de primera mano.


Nacimiento del rio Baker


El azul se entremezcla con el verde en las aguas de la XII Región Chilena


Lago Baker - Patagonia Chilena


Rio Baker con sus azules aguas


Así que con cada kilómetro que dejaba atrás comprobaba lo uno y lo otro: no solo las precarias condiciones de la vía sino también la magnificencia de los paisajes. Cada curva era una ventana a lagos y ríos de colores que solo en postales se ven; las tonalidades de azul y verde que se entremezclan en las aguas son de no creer, el río Baker, torrentoso unas veces y calmo en otras me acompañó buena parte del camino hasta Puerto Yungay, tramo que demoró dos días y en los que solo contaba con la compañía de espesos bosques, montañas magníficas y azulosos ríos. La tranquilidad de la zona –no solo en términos de seguridad sino de silencio y armonía- invitan a detenerse en cualquier sitio y armar la carpa para pasar la noche; solo se precisa de agua fresca –que abunda en esa zona-, de unos víveres básicos como los que yo llevaba y de la carpa, para sobrevivir en este tramo.


Tecnología de punta en la Patagonia... Qué nostalgia de los tiempos en que todo parecía ser menos complicado, o menos estresante...


El río Baker en una de sus caídas hacia su desembocadura en Caleta Tortel


Ya faltaba un poco menos...


Se hizo tarde? No se preocupe! En la Patagonia puede acampar en cualquier rincón donde le coja la noche!!


Campo de hielo sur - Chile


No hay forma de aguantar la constante vibración a la que se expone la moto y todo lo que va sobre ella...Una de las víctimas: el plato (de pasta dura) no aguantó!


Y continúan los paisajes lindos...


...como de postal!


Lagos calmos que sirven de espejo a las innumerables montañas


Caminos y accesos fuera de la ruta que invitan a la exploración. Este uente hace parte de uno de los muchos caminos escondidos que tiene la región de Aysén en Chile


Proximidades de Caleta Tortel



Caleta Tortel - Ubicada en una ensenada en los fiordos Chilenos
Una parada en Caleta Tortel, una población en los fiordos chilenos, entre los campos de hielo del sur me ofreció una visión totalmente diferente de esta zona. Al quedar enclavada entre los riscos, que impiden la construcción de carreteras, solo pasarelas peatonales proveen acceso para los visitantes; una linda manera de transitar las “calles” lejos de la contaminación producida por el transporte convencional.






Coincidencialmente me encontré nuevamente con Julien y su novia, una pareja de franceses viajando por América del Sur y a quienes había conocido en Ushuaia; ellos me hablaron de una estación del ejército en Puerto Yungay con espacio para dormir previo permiso del encargado, así que después de un par de horas y nuevamente sobre la Austral, tenía un albergue en el Cuerpo de Ingeniería del Ejército Chileno, donde el Comandante Lizana, no sin antes advertirme que debía dejar todo en orden antes de mi salida el día siguiente, me abrió las puertas de una habitación enorme, llena de camarotes y muy bien ordenada que, aunque falta de energía eléctrica, ofrecía una comodidad de hotel 5 estrellas en medio de aquel paraje. Compartí la habitación con tres alemanes que también abordarían el ferry la mañana siguiente.
Muy temprano desperté para asegurarme de que el ferry partiría a la hora prevista, el Comandante Lizana nos despidió con un buen café y pan recién horneado en su cocina. A las 09:00 horas el ferry zarpaba de Puerto Yungay.


Pedaleando en la Patagnia Chilena... Todo se vale para llegar al fin de la Austral!











La Carretera Austral o Ruta 7 de Chile, es una carretera que se encuentra en la Zona Sur de este país. Tiene aproximadamente 1240 kilómetros y une Puerto Montt con Villa O'Higgins, aunque el proyecto es que en el futuro llegue hasta Puerto Williams. Es la principal vía de transporte terrestre de la Región de Aysén y de la Provincia de Palena en la Región de Los Lagos, permitiendo su conexión con el resto del territorio del país, haciendo un recorrido por la Patagonia chilena. Como el territorio cruza lagos constantemente, el tráfico combina carreteras y cruces en ferry, uno de los cuales era el que en ese momento utilizaba.



Mi destino era Villa O’Higgins, donde actualmente termina la carretera y llegar al “fin” de la civilización chilena en aquel sector. El cruce en el transbordador o ferry duró unos 45 minutos y a media mañana estaba de nuevo rodando y contemplando unos de los paisajes más maravillosos de todo el trayecto! Lagos calmos donde se reflejaban los picos nevados de Los Andes, bosques exuberantes y… ripio, ripio y más ripio!


Debo confesar que en varias ocasiones me replanteé la necesidad que tenía de legar hasta aquellos confines; el cansancio físico era tal que debía interrumpir el recorrido en repetías ocasiones para estirar el cuerpo, la sensación de hormigueo en los brazos ante el terreno rizado y –sobre todo- el dolor en la zona lumbar consecuencia de aquel despiadado terreno me hacían dudar de lo verdaderamente válido en este recorrido. Sin embargo, cada vez que me detenía a tomar una foto o me deleitaba con aquellos paisajes tan espectaculares, el sabor amargo desaparecía y mis dudas se disipaban: Si, el sacrificio valía la pena!
Y por fin! Villa O´Higgins, un pequeño pueblo de unos 500 habitantes, ubicado en la Región de Aysén, en el sur de Chile, en la desembocadura del río Mayer al Lago O’Higgins, en la frontera con Argentina. Allí, el Albergue/Camping El Mosco se convirtió en el sitio adecuado para descansar y conocer viajeros de muchas nacionalidades, caminantes o mochileros, ciclistas y motociclistas, todos habíamos llegado hasta allí con un objetivo común: Visitar el fin de la carretera austral.
 



Llegué a Villa O'Higgins! Fin de la Carretera Austral! Una meta más...


Siempre hay tiempo para una caminata en las montañas... sobre todo si ofrece vistas como esta!


Dave, Markus y Michael; compañeros de caminata alrededor de Villa O'Higgins






Antes de programar algunas caminatas por las montañas, que se convierten en un atractivo para los viajeros por la hermosa vista que proporcionan desde sus cumbres, visité el museo de ”antigüedades” del pueblo y que muestra objetos “antiguos” que fueron usados durante la colonización de esas tierras… cuál no sería mi sorpresa al descubrir entre aquellas “antigüedades” piezas con las que yo crecí! Un betamax, una filmadora –no precisamente para HD- y muchos otros artefactos hacían parte de la colección… Si esas eran antigüedades entonces… en qué me convertía yo? No respondan…
El tema es que, a pesar de que los primeros registros de exploración en la zona datan de fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX,  la verdadera colonización y de hecho, la fundación de Villa O’Higgins solo se remonta a 1980, en un esfuerzo del gobierno chileno por garantizar la soberanía en aquella región y satisfacer necesidades básicas de los habitantes; así pues que no era de sorprender que los objetos del museo contuvieran piezas tan modernas y con las que yo me identificaba tan bien, sin querer decir que yo ya pertenezca a un museo!


Pedaleando en el fin de la Carretera Austral... mas no precisamente en la mejor bicicleta!

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