miércoles, 5 de diciembre de 2012

Valle Sagrado

El Valle Sagrado de los Incas (http://es.wikipedia.org/wiki/Valle_Sagrado_de_los_Incas) es una zona comprendida entre Cuzco y Ollantaytambo (y un poco más allá) y que antiguamente era zona de asentamientos urbanos y agrícolas de esta cultura. Yo quería desplazarme siguiendo la carretera que va por Pisac y Urubamba, para después, de regreso a Cuzco, tomar otra vía alterna por Chincheros. Es asombroso ver remanentes de la cultura Inca: terrazas, muros, canales y demás en cada curva, como si los Incas nunca se hubieran ido y más bien estuvieran esperando regresar de un momento a otro a retomar posesión de cada sitio.

Panorámica del Valle Sagrado de los Incas
Espero sepan excusar que mi descripción de cada sitio no es la más exacta desde el punto de vista arqueológico, pero a aquellos que quieran saber un poco más de estas maravillas les remito a las diversas fuentes disponibles en Internet.
Así transcurrió mi viaje entre Cuzco y Ollantaytambo, sorteando curvas amplias y deleitándome con ese paisaje de colcha de retazos entremezclado con ruinas prehispánicas y como fondo cumbres nevadas.
En Urubamba me detuve a tomar algo frio… Cuando digo frío, es frío! Porque para los oriundos de esta zona, tener una gaseosa “al clima” o “al tiempo” como dice aquí, es tenerla supuestamente fría. Tienen las neveras, enfriadoras y demás electrodomésticos necesarios, pero cuando pides algo “helado” pues no tienen porque todo está apagado. Otros cobran más por darte algo frío (imagino que las cuentas de electricidad son astronómicas para optar por esta práctica). En fin, me detuve en un mini-mercado de una estación de servicio y mientras degustaba uno de los sándwiches (En Perú son os “sanguches”) vi otra moto que se aproximaba hasta detenerse junto a mí. Era Chris, un Estadounidense que venía desde su país en una Kawasaki KLR 650, ya de regreso y con rumbo norte.

Vista del Valle Sagrado a la altura de Písac
Muy buen tipo Chris, pero venía de capa caída pues su día no transcurría de la mejor manera: poco sueño, una caída (sin consecuencias) y mucho cansancio. Intercambiamos información por una media hora y compartimos experiencias de la ruta; me hubiera gustado que la charal se hubiese prolongado un poco más pero se hacía tarde y llevábamos rumbos diferentes. Nos despedimos intercambiando datos y prometiendo contactarnos luego… Esta conversación con Chris me recordó lo vulnerables que eventualmente podemos ser en una motocicleta a merced del camino y que nuestra única arma es la precaución y la prudencia en la ruta; también reconfirmé que en este tipo de viajes uno conoce personas que, independientemente de su nacionalidad, llevan la misma bandera “nómada” que nos une hacia una meta común; el caso particular de Chris (así como Julie y Maica en Cuzco) me confirma que cada vez se rompe con el paradigma del “norteamericano estúpido” que cree que su país es el único en la tierra, no, ahora ellos se abren más al mundo y buscan, mediante el aprendizaje de nuevos idiomas y turismo vivencial, derribando ese “estereotipo”… Me alegra encontrar este tipo de personas en mi camino!

Chris y su KLR 650
Tomé un desvío para visitar las “salinas” o “salares2 como conocía este tipo de lugares… Pregunté a un local y me dijo que la ruta de los “lares” quedaba mucho más atrás y que tenía que devolverme (¿?)… Le pregunté de nuevo y me respondió lo mismo… A ver…  “Por aquí queda un lugar donde extraen sal?” pregunté, “Ah! Las salineras! Si, es por aquí!”. El término salaes no significaba nada para él, es increíble que unas letras puedan llegar a significar cientos de kilómetros de diferencia! Jajaja…
El camino era en la ruta de Chincheros y debía decidir si lo visitaba ese día o a mi regreso a Cuzco, pero opté por hacerlo de una. Significaba un desvío de una hora y media o más, pero tenía tiempo, así que hacia allá me dirigí.
Primero pavimentado por la ruta principal y luego destapado con unos vientos cruzados que por un momento me hicieron replantear mi idea, pero ya metido en esa vaca loca no me iba a devolver! Después de media hora en destapado llegué a un control donde un guarda uniformado me detuvo parándose en la mitad de la carretera y levantando la mano, “Siete soles!” me dijo de una… Ni un saludito ni nada más, así, sin anestesia! Yo le respondí en el tono más amable que podía: “Buenas tardes señor, cómo está? Soy Fulano de tal y vengo de Colombia y blah, blah, blah… Ahora si, qué era lo que me decía?” “Que son siete soles!” “Para qué?” (yo sabía para qué, obviamente), “La entrada a las salineras!” Yo le dije, palabras más, palabras menos, que primero se saluda y luego se dispara! Que por lo menos así uno no se sentía tan “levantado”. La excusa era que con tanto viento él no tenía tiempo de ponerse a hablar con la gente…
Las salineras quedan en las afueras de Maras, un pequeño pueblo y las entradas supuestamente van a subsidiar actividades de la gente de la zona… Vaya uno a saber! Pagué y entré.
Resulta que por alguna razón, hay una acumulación de sal en el interior de la montaña y una pequeña corriente o drenaje que sale de la misma es interceptado por los pobladores y dirigido a la parte baja, en terrazas, el agua se deposita a manera de pequeños “charcos” que al evaporarse el agua dejan la sal para ser recogida, simple!
El paisaje es lindo, sobre todo las terrazas escalonadas y las pequeñas formaciones como “calcáreas” que se pueden ver en el cauce interceptado.
Mientras parqueaba la moto para iniciar el recorrido, que se hace a pié, se me acercaron varios turistas Alemanes; uno de ellos súper entusiasmado diciendo que ese era el sueño de su vida! Recorrer Suramérica en moto! Luego se unieron al grupo unos Soviéticos y la charla se prologó un poco más con otros turistas que se tomaban foto en la moto y me subían el ego diciéndome que yo era todo un “valiente”, jejeje… A veces hace falta! Confirmé lo afortunado que soy al haber tomado esta decisión, pues una cosa es el anhelo y otra la realización del mismo..
Salares o "salineras" de Maras - Camino a Ollantaytambo
Un lindo lugar aunque no apto para calmar la sed...
Ya de regreso a la carretera principal en Urubamba, camino a Ollantaytambo, unos kilómetros más adelante divisé a lo lejos lo que parecía ser un pequeño tráiler de bicicleta, me acerqué y efectivamente era un tráiler con un letrero que decía “NIÑO A BORDO”… No era solamente un ciclista recorriendo Suramérica, era una familia completa! Pareja de esposos franceses en una bicicleta tándem y su hijo de tres años plácidamente (¿?) descansando en el tráiler! (Stef, Rom and Matt-Esteb) http://www.tandazimut.com/

Todos unos "duros" de la biela!
Estos SI eran más valientes que yo! Al fin  al cabo yo solo tenía que acelerar, pero por lógica y experiencia propia sé que es más difícil pedalear (aún así me gusta pensar que soy “valiente” jejeje…) Intercambiamos datos y quedamos en encontrarnos más tarde en Ollantaytambo para charlar un rato. Proseguí u a los pocos minutos estaba en la “plaza de armas” de Ollantaytambo.
El término “plaza de armas” puede sonar un poco ambicioso para el parque central de un pueblo, pero aquí en Perú, todos los pueblos tienen su “plaza de armas”…

Aquí viaja y duerme el pequeño Matt-Esteb
De inmediato identifiqué la KLR 650 de Richi y Lyly, una pareja de Santandereanos que salieron de Colombia con una ruta muy parecida  la mía, pero con una ventaja de algo más de un mes sobre mi… Si yo pensaba que iba despacio, ellos si que se estaban tomando su tiempo! Había sabido de ellos por un video en YouTube y desde eso nos empezamos a comunicar vía e-mail y Facebook, así que estaba seguro que en algún momento nos íbamos a encontrar.
Ellos estaban en el balcón de un restaurante, apenas los ví les grité ¡Hola Richi y Lyly, soy Villamarín! “ Inmediatamente me reconocieron y bajaron. Fue muy emocionante ver a compatriotas en tierras lejanas (SIEMPRE lo es!) y más aun cuando están en el mismo plan! Compartimos un rato agradable mientras ellos almorzaban, intercambiamos experiencias (y calcomanías para las motos), tomamos las respectivas fotos y ellos continuaron su viaje de regreso a Cuzco; estoy seguro que nos encontraremos muy pronto en la ruta y compartiremos muchos y más largos ratos... Pueden seguir las aventuras de estos parceros en www.vivesuramericaenmoto.com
 

Richi y Lili, dos "bacanes" santandereanos en la misma ruta!
Como en Ollantaytambo no hay cuerpo de bomberos y la estación de policía estaba en remodelación, me fui a buscar la cancha municipal de fútbol para tener dónde armar la carpa; luego de los permisos del encargado y de unas maniobras complicadas para entrar la moto, tuve todo a buen resguardo bajo un pequeño techo y ante la mirada entre incrédula y curiosa de un grupo de niños que jugaban fútbol a lo lejos.
Rato después, cuando terminaron su “recocha” o entrenamiento según ellos, tres de ellos se acercaron; eran Ernesto, Walter y Nikol, quienes me bombardeaban con preguntas de todo tipo, las cuales yo respondía con el mayor de los gustos con respuestas que avivaban aún más su curiosidad.
Quedamos en que ellos serían mis guías el día siguiente en las ruinas y prometieron llevarme por una “ruta secreta”, pues de lo contrario debería pagar consabidos setenta soles para ver las ruinas (otra vez la misma historia de los setenta soles de Sexy Woman?)…
Me “duché” utilizando una llave de paso enterrada que al abrirla arrojaba agua hacia arriba, como una fuente y cuya temperatura, al sentir el agua sobre mi piel, se asemejaba más a miles de pequeñas agujas. Armé la carpa, aseguré todo –cuando digo todo es todo, porque lo que hice realmente fue ponerle el candado de mi moto a la puerta del estadio, esperando que a esa hora no hubiera más futbolistas aficionados- y me fui a caminar por el pueblo.

A esa hora, os ciclistas franceses debían estar durmiendo pues no los ví por ningún lado, pero confirmando mi teoría de que el camino es largo y amplio, pero no infinito, me encontré con dos chicas brasileras que había conocido en el Point Hostel de Cuzco: Marina e Isabel. Ellas estaban en compañía de una pareja de hermanos argentinos (Samira y Simón Jeii), degustando una botella de vino en las afueras de un restaurante, reunión a la cual fui invitado y claro… ahí mismo me senté!

Una copita de vino, cortesía de las brasileras y una charla muy agradable enmarcaron la siguiente hora; ellos esperaban el tren nocturno que les llevaría a Aguas Calientes para su visita al día siguiente a Machu Picchu. Les acompañé a la estación de tren y quedamos en que nos veíamos en Sao Paulo y Mendoza respectivamente, promesa que espero cumplirles!

Compartiendo con brasileras y argentinos una copita de vino!
A la salida de la estación me encontré con Stefi y Rom’ (Omar) y su pequeño Matt-Esteb quienes preguntaban los precios de los tiquetes a Aguas Calientes… Insultantes los precios que Peru Rail, operada por la misma mutinacional que opera el Orient Express cobra a los turistas extranjeros; maldiciendo, ellos en Francés y yo uniéndome a la causa en Español dejamos la estación casi gritando “Abajo las altos precios! Vive la Revolution!”. Cansados, no de la cuasi revuelta sino del día que cada uno había tenido, nos despedimos y cada uno se fue a buscar cama.
Yo tenía un poco de hambre y decidí cocinar una pasta rápida antes de irme a la cama… Solo cuando estuvo lista y la probé, descubrí que no había sido buena idea guardar el bidón de gasolina ese día en el baúl de la comida; un sabor algo metálico impregnaba la pasta pero a buen hambre no hay mal pan y pa’dentro mijo… Solo esperaba que de producirse algún gas esa noche no tuviera efectos “explosivos” por el alto octanaje del alimento! Dormí plácidamente!

Muy temprano desperté y preparé una buena taza de “agua de panela” para calmar un poco el frío de la mañana (yo, que casi no tomo cosas calientes, he dado el brazo a torcer…), acto seguido, me puse a apretar tornillos de la moto y a revisar pequeños detalles. Me di cuenta que la cadena necesitaba tensionarse un poco y saqué la herramienta… Después de mover los tornillos de un lado y otro en la llanta, no hubo forma de tensionar… algo estaba haciendo mal y no sabía qué era.
Después me daría cuenta de los errores tan estúpidos que inocentemente se cometen!
Ernesto, el más “avispado” de los tres chicos Ollantinos llegó a las 7:30 para el entrenamiento dominical, pero ninguno de sus compañeros llegó, así que decidimos ir a las ruinas antes de lo planeado. El no cesaba de preguntarme cosas del viaje y manifestaba su deseo de viajar cuando creciera, yo le respondía que si estaba dispuesto a que lo catalogaran de “un poco loco” ya tenía parte del camino asegurado.

Ernesto, mi guía en Ollantaytambo!

La salida del estadio fue más difícil de lo presupuestado, pues en subida debía torcer poco a poco el timón -que era más ancho que la puerta-, así que unos pocos morados (que luego se convirtieron en raspones) en al brazo izquierdo fueron el recuerdo de mi estadía en el estadio de Olantaytambo. Parqueé la moto al frente de la comisaría, donde me prometieron cuidarla y salimos para las ruinas.
La entrada por el “camino secreto” implicaba una subida algo dura -que para Ernesto, a sus doce años, era pan comido! No obstante le seguí el paso tratando de disimular lo entrecortado de mi respiración. Cuando llegamos a lo alto me dijo: “Listo, estamos adentro” e inmediatamente, como si nos hubiera estado esperando salió de la nada un guarda reclamando el “ticket” de entrada. “El señor puso su tiquete en una piedra y el viento lo ha llevado” contestó rápidamente Ernesto, pero el guarda no se lo creyó (obviamente!). Yo le dije que cómo hacíamos… El hombre dijo que le diera pa´ la gaseosa y asunto saldado…




Ruinas de Ollantaytambo

Una vez dentro de las ruinas, aunque también puede verse desde afuera, llaman la atención las terrazas o andenes  (como les llaman aquí) diseñadas bien para evitar deslizamientos de tierra o roca (medida de estabilización) o con fines agrícolas. La excelente planificación de cada sitio construido por los Incas se ve reforzada con esta obra. También captó mi atención unas cavidades en las paredes desde donde –aparentemente- podía uno comunicarse con otra persona al otro lado del complejo por efecto del eco (aunque a verdad no pude comprobar si alguien escuchaba al otro lado cuando yo hacía la prueba).
Ernesto, mi guía esa jornada me narraba algunas historias que había aprendido de un tío suyo, guía en el sector y amenizaba la historia con otras talvez inventadas por él, pero que le imprimían un carácter especial a esta visita.






Pasadas las 10:00 a.m. me dirigía a Santa Teresa, para lo cual tuve que negociar un ascenso con incontables curvas “hairpins” que paulatinamente llevan al punto máximo de la ruta: Abra Málaga, con una altitud de 4.330 msnm. El frío y la neblina hacían que extremara las precauciones al máximo, en algún momento tuve que cambiar de guantes y ponerme los protectores de las botas pues, a pesar de no haber lluvia, el rocío generado por la misma neblina eran suficientes para mojar toda la indumentaria.



Carretera entre Ollantaytambo y Santa Teresa (Ascenso a Abra Málaga)

De Ollantaytambo a Santa María, la carretera es pavimentada y, dato adicional, sin estaciones de gasolina; al no haber puesto nada en Ollantaytambo me preocupaba un poco la autonomía hasta Santa Teresa, mi destino final, Afortunadamente había “grifo” en Santa Teresa y aunque un poco más costoso, pude llenar el tanque. En adelante, la carretera es una trocha por donde los taxistas peruanos –o de la zona más bien- hacen gala de cuanto no se debe hacer en una vía, excediendo las velocidades razonables, invadiendo carril y tratando de hacer la vida imposible a todo aquel que trata de compartir la vía con ellos!
Por fin, antes de las 5:00 p.m. estaba entrando a Santa María y puesto que mi intención era dejar el equipaje a buen resguardo al día siguiente en mi viaje a Machu Picchu, busqué un hospedaje que se adaptara a mis necesidades. Descargué todo y me dirigí a un taller de motos que había visto a la entrada del pueblo a preguntar por qué diablos no había sido capaz de tensionar la cadena; después de explicarle al Martín Mendoza, el mecánico, el procedimiento que yo había seguido, me preguntó: “Y aflojó la rueda antes?”… jejeje… Qué pequeño detalle! Sin aflojar la rueda ella no se iba a mover ni un milímetro! Problema arreglado y cadena en su punto!
El súper mecánico! Jejeje
Un buen baño en los termales de Santa Teresa, a mitad de precio tras negociar con el encargado que me cobraran como Peruano… Al fín y al cabo, somos casi como hermanos, no??





















5 comentarios:

  1. Cada vez es mas emocionante esta aventura, sigo impresionada con tan hermosos paisajes!!
    Estoy muy pendiente, Te quiero muchoooo, y como siempre, cuidate!!

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  2. amigo que buen viaje estaré atento a las actualizaciones espero todo siga saliendo bien ...

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  3. Saludos hmno, hombre me he entretenido enormemente con su blog, quiero hacer una vuelta similar pero por tiempo solo seria hasta titicaca, sino que me entro la curiosidad: la adaptacion del sillin le es de ayuda con la fatiga en el trasero?

    Gracias y estare leyendo su blog, Saludos

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    1. Bueno Jorge, antes que nada ya te respondí lo de los mapas, para que mires la otra respuesta...
      Seguno, pero no menos importante, GRACIAS por leer el blog y mas aun por los comentarios positivos; me llena de satisfacción recibir ese tipo de respuesta de viajeros que se van a lanzar a recorrer el mundo o algún rincón, especialmente en dos ruedas.
      Si necesitas info para tu viaje, yo regreso a Colombia en un par de semanas, tu dónde estas? Podríamos vernos y te cuento más detalles!
      Por último, lo del sillín. Eso en un invento muy criollo pero que funciona de maravillas! Drena el agua, aisla el calor y lo mpas importante, masajea constantemente el trasero, activando la circulación. Después de un par de horas en la moto y si sientes que se te "entumece" el trasero, solo tienes que "bailar un poquito" sobre el asiento y sientes cómo se activa la circulación, Yo, por estúpido y buscando ver la moto con un look diferente (es decir, más por un capricho que por otra cosa) lo quité hace poco menos de un mes y me arrepiento de ello. El tema estético, jajaja...
      Un abrazo!

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